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Nuevos libros | Relatos y columnas

Dos escritoras aperradas

domingo, 13 de agosto de 2017

Pedro Pablo Guerrero
Revista de Libros
El Mercurio

Constanza Gutiérrez publica su libro de cuentos Terriers (Montacerdos/Hueders), a tres años de su debut con la novela Incompetentes . Arelis Uribe, en tanto, reúne en Que explote todo (Los libros de la mujer rota) columnas que dan cuenta de su activa militancia feminista.



Hay quienes dicen que las coincidencias no existen. El primer libro de cuentos de Arelis Uribe, publicado el año pasado, se llamó Quiltras y el debut en este género literario de Constanza Gutiérrez se titula Terriers . No se refiere a ese pedigrí reconocido en todo el mundo, sino a los terriers chilenos, resultado de la cruza entre el fox terrier inglés y canes autóctonos, como el famoso "quilterrier" Washington, de "Condorito", la historieta. Constanza encontró el título leyendo un folleto que los describe como perros aguerridos y de patas cortas. Le hizo sentido con el libro que estaba escribiendo, "porque los protagonistas son niños choros y parados", explica.

Entre los 7 cuentos de Terriers está "Arizona", con el que ganó en 2011 el Premio Roberto Bolaño: la historia de un niño que juega a la pelota en un sitio eriazo al que llegan gitanos. Estaba preparando esta colección de relatos hace años. Inicialmente se titulaba "La educación básica", pero el que se llamaba "Incompetentes" creció y decidió publicarlo solo, como una novela corta sobre un grupo de jóvenes que se toma un colegio sin tener claros sus objetivos.

Las historias de Terriers se ambientan en regiones, excepto una que podría transcurrir en Santiago, "porque es como de cuicos", dice esta escritora que nació en Castro el año 1990, vivió después en Temuco y llegó a la capital a estudiar Literatura Hispánica en la Universidad Alberto Hurtado. Desde el primer relato, protagonizado por una mujer y su hija que viajan a la fiesta de La Tirana, llaman la atención la ausencia del padre o su rol mínimo. "Es algo casual, salvo en el último cuento", dice Constanza. "No tiene una relación con mi vida ni con que haya querido hacer solo argumentos de mujeres".

En cambio, respecto del humor que atraviesa el libro admite que "quería que fuesen cuentos graciosos", algo que se le da fácil desde sus primeros años de colegio, cuando empezó a escribir imitando el estilo de Papelucho . En Terriers evita desenlaces trágicos y predominan los finales abiertos. "En la vida nada se cierra. A uno le pasan las cosas y quedan ahí flotando, entonces por qué yo voy a hacer un final tan apoteósico", argumenta.

La crítica ha elogiado la naturalidad de su escritura. "Me gusta que me lo digan, porque es lo que intento hacer. Bacán que se note y que funcione. Yo escribo simple, no uso palabras rebuscadas, no quiero ser críptica, quiero que la historia avance y tal vez por eso uso mucho la primera persona", declara.

A pesar de que sus personajes son niños, no se siente parte de la llamada literatura de los hijos. "Ellos vivieron la dictadura y los míos no", señala, aunque no se le escapan sus consecuencias. "Los vecinos hoy no se hablan y ya no es por miedo, sino porque se considera que la gente que tiene mucha relación con sus vecinos es rasca. Se desarticuló la comunidad en el mundo donde yo crecí", afirma Constanza Gutiérrez.

Junto con Terriers , la editorial Montacerdos publicó recién su traducción del libro de relatos maravillosos Algunos fantasmas chinos , del orientalista grecoirlandés Lafcadio Hearn. El mismo sello editará su versión del ensayo Punk: NYC, 1981-1991 , de Ben Nadler, una visión contextualizada históricamente sobre la escena del punk rock en los Estados Unidos de la era Reagan. Trabaja además en La primera colección de crítica musical hecha por una mujer viva , de Jessica Hopper. "No es que yo sepa de todo, pero me interesan todas esas cosas. Sobre todo la música. Leo libros sobre el tema y voy a tocatas a menudo. Desde chica, me gusta mucho el pop, el soul, la música negra".

"Qué miedo convertirnos en todo lo que hemos odiado"

Que explote todo es una selección de las columnas que Arelis Uribe (Santiago, 1987) ha publicado en la prensa -sobre todo en medios electrónicos- a partir del 2014, año en que entró como voluntaria al Observatorio Contra el Acoso Callejero de Chile. Siempre tuvo "intuiciones feministas", como las llama. "Me acuerdo de estar en quinto básico y que me molestara que la profe saludara 'buenos días, niños', cuando en la sala la mayoría éramos niñas", dice.

Su primera columna apareció en Zona de Contacto, de "El Mercurio", el año 2005, pero el texto en el que comenzó "a escribir lo que sentía y no lo que pensaba que otros querían leer" fue uno de 2014 que aborda su experiencia como estudiante del Chilean Eagles College N°3 de La Cisterna.

Sobre las diferencias cuando el feminismo se expresa en la ficción o en el columnismo responde: "La narrativa es la ilación de imágenes. Es la filosofía en movimiento. Mi discurso político tiene que estar presentado en la estética. En Quiltras mi apuesta fue mostrar: hay mujeres que aman a otras mujeres y no necesitan a los hombres. Puede haber libros protagonizados solo por mujeres. Hay historias de amor de lesbianas. En la columna también puede estar eso, pero como es discurso duro, las ideas se dicen limpias y textuales. La narrativa muestra, la columna de opinión dice".

El título Que explote todo surgió al final. "La mayoría de las columnas son de contenido feminista duro, pero no es lo único que me mueve. Me indigna la educación segregada, el adultocentrismo, la xenofobia. No quería un título unidimensional", asegura.

En una columna habla de la vergüenza que sintió al comprobar que en su biblioteca personal solo había autores hombres y se propuso remediarlo. "Leer más mujeres no implica desalojar hombres", aclara. "Es avanzar en descubrimientos nuevos con perspectiva de género. Según la plataforma Goodreads, desde el 3 de noviembre de 2014 a la fecha, he leído 172 libros. Acabo de hacer el ejercicio y restando las antologías, son 90 libros de autores hombres, incluyendo dos gays, y 60 de mujeres. Todavía me falta para llegar a la 'paridad', pero cada vez leo más mujeres".

Dice que la desborda la belleza de autores como Mauricio Redolés, Alfredo Gómez Morel y Raymond Carver, pero es distinto a leer mujeres. Percibe una conexión mayor con Siri Hustvedt, Svetlana Alexiévich, Gladys González y Lina Meruane, por nombrar algunas. "Si en la literatura en general me siento en casa, con ellas me siento arropada en mi pieza tomando té", afirma.

"El feminismo se contagia", escribe en la última columna del libro, y está segura de que va a triunfar pese a las resistencias que provoca en quienes lo acusan de ser cada vez más radical y "feminazi" por ya no aceptar ni los piropos.

"El feminismo va avanzar sí o sí, porque es resistencia", asegura. "Es como ser de izquierda o atea o regionalista. Es un discurso subversivo contra un orden aplastante. Foucault dice que donde hay poder siempre hay resistencia: existe el anhelo de la libertad porque primero existió la opresión. La paradoja es qué pasa el día que la contra se vuelve hegemonía. Me preocupa más pensar en 'el triunfo', en llegar a administrar el orden y ojalá no convertir la subversión en fascismo. Qué miedo convertirnos en todo lo que hemos odiado. Le tengo más miedo a eso, que a las personas que no están de acuerdo conmigo. Me tengo más miedo a mí".

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