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En clave natural

sábado, 12 de agosto de 2017

Desde Nueva York, Mariana Rapoport. Fotografías, gentileza hotel 1 Brooklyn Bridge.
interiorismo
El Mercurio

El 1 Brooklyn Bridge Hotel pertenece a una flamante raza de alojamiento que conjuga un cuidado obsesivo del medio ambiente con un interiorismo dotado de detalles típicos del nuevo lujo, aquel que enarbola el uso de materiales orgánicos, objetos y muebles hechos a mano, piezas de arte contemporáneo. Y como si fuera poco, tiene una vista descollante de la isla de Manhattan, bañada por las aguas del East River.



Huele a naturaleza y evoca una elegancia acogedora. En su adn, este nuevo hotel que se presenta como un abanderado de lo eco-deluxe, ha despertado opiniones encontradas: marcados signos de admiración por parte de Olivia Palermo, la top model que cada vez que postea una recomendación en su cuenta de Instagram seduce a casi cinco millones de fans. Y de enojo, también hay que decirlo, por parte de los conspicuos vecinos de este rincón tan delicioso de la "república" de Brooklyn, que le temen, con razón, al avance feroz de la fiebre constructora que ha cambiado definitivamente el perfil urbano a este distrito tan en boga.

El hotel tiene una locación fantástica: construido entre los barrios de Brooklyn Heights y DUMBO, basta despertarse por la mañana, arropado con suaves sábanas de algodón orgánico, para conmoverse con una vista que te corta el aliento: las aguas tranquilas del East River, la silueta del magnífico puente de Brooklyn y como telón de fondo, los rascacielos de Manhattan.

Proyectado por INC, estudio de arquitectura y diseño local, cuenta con 194 habitaciones repartidas en diez pisos, que coronan en una terraza, con una pequeña piscina, con una sobrecogedora vista de 360 grados. Se alimenta solo con energía eólica y está hecho con mayoría de materiales de orígenes fabriles: las vigas de pino son de la ex vecina fábrica de azúcar Domino Sugar, demolida hace pocas temporadas, y los pisos están revestidos también con madera proveniente de la vieja destilería Old Crow, en Kentucky. La pieza de resistencia es, sin duda, el amplísimo lobby, que coquetea con la naturaleza al vivo: está ambientado como un gran estar, salpicado con mullidos sillones tapizados en cueros gastados y mesas comunitarias. Y la estrella es un jardín vertical que alcanza los ocho metros -diseñado por Harrison Green, otro destacado estudio de paisajismo y arquitectura de NY-, armado con una estructura de rejilla de acero y escenográficamente cubierta con plantas de vides y otras especies que van graciosamente mutando a lo largo de la estaciones.

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