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Nuevo miembro de la Academia Chilena de la Lengua

Arturo Fontaine: "El lenguaje o es vida o es nada"

domingo, 06 de agosto de 2017

Juan Rodríguez M.
Cultura
El Mercurio

Este lunes, el escritor será recibido por la corporación. En su discurso hablará sobre la española Emilia Pardo Bazán; aquí lo hace sobre Borges, Wittgenstein y el habla chilena.



"Me gusta el lenguaje vivaracho de doña Emilia y su sentido del humor". Doña Emilia es la escritora y protofeminista española Emilia Pardo Bazán (1851-1921), y el que la elogia es el escritor chileno Arturo Fontaine (Santiago, 1952). De ella hablará este lunes en su discurso de incorporación como miembro de número de la Academia Chilena de la Lengua. Su título: "El lenguaje del enamoramiento en Emilia Pardo Bazán".

"Me ha gustado desde que yo era un estudiante en la Universidad de Columbia y me preparaba para ser escritor", dice Fontaine sobre la coruñesa. "En ella se encarnó el espíritu de la lengua. Mira lo que te estoy diciendo... Jajajá... Voy hablar de una mujer que se enamora, de Asís, la protagonista de su novela 'Insolación'. La pregunta que exploro es de qué se va enamorando Asís".

Fontaine es profesor del Departamento de Filosofía de la Universidad de Chile y de la Cátedra de Humanidades de la Universidad Diego Portales. Estudió filosofía en la primera, y luego en Columbia. Aunque el reconocimiento público se lo debe a su carrera como escritor ("Oír su voz" y "La vida doble" son dos de sus novelas), y al rol político y cultural que jugó como director del Centro de Estudios Públicos, entre 1983 y 2013.

Fontaine, que estuvo en el taller de José Donoso, es parte de la noventera Nueva narrativa chilena. En la Academia se encontrará con otro escritor de ese grupo, Carlos Franz, quien es miembro de número desde 2014. También lo es, desde mayo de este año, Antonio Skármeta. Y antes, desde 2011, los poetas Óscar Hahn y Pedro Lastra, solo por mencionar a algunos escritores incorporados este siglo.

-Han ingresado varios escritores a la Academia. ¿Qué le parece ese énfasis?

"¡Buenísimo! Los escritores cocinamos nuestros guisos con palabras. Proust cuenta en esa novelaza que es 'En busca del tiempo perdido' que Françoise, la cocinera de la casa, escogía en el mercado los ingredientes de sus guisos como Miguel Ángel escogía los mármoles que iba a esculpir en Carrara. Me incorporo a la Comisión de Literatura y espero aprender mucho de los escritores de la Academia".

Literatura fantástica

Fontaine cree que la Academia puede influir en las políticas de educación. "Tenemos que tratar de poner al alcance de todos nuestros jóvenes algunas de las grandes obras de nuestra lengua", explica. "Lo contrario empobrece la existencia. Esa es misión de los profesores de Chile, y yo confío mucho en ellos, pero la Academia puede ayudar".

-Usted es escritor, pero también filósofo. ¿Está de acuerdo con Borges cuando dice que la metafísica es una rama de la literatura fantástica?

"¿Filósofo? No. Enseñar filosofía y publicar unos cuantos artículos sobre filosofía no te convierte en filósofo... En cuanto a Borges, ¿tú crees que lo dijo en tono de crítica o de celebración? Nunca se sabe con Borges, su genial ironía siempre da varias vueltas. Porque, para él, la literatura fantástica es algo muy grande, quizá lo más grande que se haya hecho con las palabras. Piensa en lo que escribe de Spinoza, por ejemplo, ese soneto que comienza: 'Las traslúcidas manos del judío...' Y más adelante: 'labra un arduo cristal: el infinito'... Y tiene otro soneto que dice: 'Sigue erigiendo a Dios con la palabra./ El más pródigo amor le fue otorgado,/ el amor que no espera ser amado'. Yo creo que Borges veía en la metafísica una tentativa imposible y, a la vez, profunda, conmovedoramente humana. A menudo entreveró en sus ficciones asuntos que arrancó de la filosofía y supo jugar con ellas y maravillarnos".

Gente avispada

No extraña, entonces, que Fontaine no comulgue con esa frase del filósofo austríaco Ludwig Wittgenstein (1889-1951), según la cual: "De lo que no se puede hablar, hay que callar".

"Está en el 'Tractatus' y Wittgenstein abandonó esa visión. En 'Investigaciones Filosóficas' el lenguaje dejará de ser un espejo. El mundo que ve Wittgenstein a partir de entonces se puebla de una multitud de juegos de lenguaje cuyo sentido se descubre desde dentro", recuerda. "La experiencia humana es más amplia y variada. Vivimos inmersos en una pluralidad de prácticas. No hay cómo salirse de todas las formas de vida para examinarlas desde afuera y determinar de qué se pueda hablar y qué se deba callar. No. El sentido se encuentra viviendo al interior de una forma de vida, de una tradición", agrega. "El lenguaje no solo representa, como aparecía en el 'Tractatus'. Es más que eso, es actividad. Esto está, por ejemplo, en el lenguaje de Pardo Bazán. Espero decir algo al respecto este lunes en la Academia".

-¿Usted es de los que creen que en Chile hablamos mal?

"Hay de todo. Conozco gente de campo muy avispada. Manejan un lenguaje que tiene una viveza, un humor y una expresividad de los mil demonios. En La Pintana, en templos evangélicos, me ha tocado oír prédicas que te erizan los pelos. El otro día el taxista que me llevó al aeropuerto me fue contando unas cosas... ¿Te acuerdas de esa película del Rumpi, 'El chacotero sentimental'? ¿Qué historias, no? Desde el lenguaje chileno brota un Blest Gana, un Edwards Bello, un Neruda, un Donoso, un Zurita, un Maquieira. También Huidobro, Rojas, Uribe, Lihn, Hahn. ¿Qué me dices de la prosa de Gabriela Mistral o de Alone o de Jorge Edwards? ¿Y de las letras de Violeta Parra? Escribir así... eso es escribir en castellano. ¿No te parece que el humor y la cachaña del lenguaje de Nicanor Parra son más chilenos que el mote con huesillos? Mira, el lenguaje o es vida o es nada".

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