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Entrevista De la ficción a los hechos:

Los condenados frente a Daniel Alarcón

domingo, 30 de julio de 2017

Roberto Careaga C.
Revista de Libros
El Mercurio

El escritor peruano estadounidense lanza su primer libro de crónicas, La balada de Rocky Rontal , una compilación de historias sobre delincuentes, pandilleros y presos de Latinoamérica que puede leerse como el revés real de sus novelas. Esta semana lo presenta en Chile.



El show era sencillo: mientras menos mentían, los concursantes ganaban más dinero. Se llamaba "El valor de la verdad" y para comprobar la honestidad de los participantes se usaba un polígrafo. El programa, que desde esta semana tiene una versión chilena en Canal 13, arrasaba en rating en la televisión peruana. Iban famosos, políticos, anónimos. A veces, personajes contingentes, como un ex policía que había sido parte de un sangriento rescate de secuestrados por el Sendero Luminoso, en 2012. Eso fue lo que le llamó la atención del escritor Daniel Alarcón (Lima, 1977): cómo la crónica roja se mezclaba con la frivolidad televisiva. Quiso ver qué pasaba en bambalinas. Se contactó con los productores del programa y lo aceptaron entre ellos como un observador armado con una libreta de notas. Fue en esos días que la primera concursante del programa apareció muerta. La mataron por ser demasiado honesta en televisión.

Se llamaba Ruth Thalía, tenía 19 años y era una chica humilde que en pantalla brillaba. Fue al programa porque necesitaba el dinero. En el público estaban sus padres y su novio, quienes quedaron impactados cuando ella respondió con sinceridad a una pregunta inesperada: Sí, dijo, había aceptado dinero por tener relaciones sexuales. Dos veces. La joven tuvo una fugaz fama mediática hasta que sucedió lo peor: humillado, pero también para robarle el dinero que había ganado, su novio -ex novio a esas alturas- la secuestró y la asesinó. El programa, por supuesto, enfrentó el caso en pantalla y negó cualquier responsabilidad. Alarcón presenció todo en primer plano y, por un tiempo, creyó que había sido demasiado: "Me pareció tan complicada y terrible la escena que dejé el material por seis meses", cuenta el escritor, desde Nueva York.

Finalmente, Alarcón escribió la historia de Ruth Thalía en una crónica llamada "La concursante". Es la historia de un cruce de caminos: pobreza, machismo, frivolidad y depredación televisiva. Luego, la violencia sin sentido. Todo transmitido en directo por los medios. El texto, fechado en 2014, aparece ahora en el primer libro de no ficción de Alarcón, La balada de Rocky Rontal . Se trata de una recopilación de crónicas que el autor de Radio ciudad perdida ha publicado en los últimos 10 años en The New Yorker, Harper's, The New York Times, Etiqueta Negra, o transmitido en el programa de audio que dirige, Radio Ambulante. De los personajes que circulan en los ocho textos, Ruth Thalía es la inocente: el resto son pandilleros, narcotraficantes, delincuentes, presos, un puñado de almas violentas y perdidas que viven en el lado más oscuro de Latinoamérica y Estados Unidos. No en vano, el primer título del volumen fue "Los condenados".

Condenados como Rocky Rontal, un niño de California que aprendió de sus hermanos a ser un pandillero y terminó preso por matar a otro. Mientras estaba en la cárcel, violaron y mataron a su hermana de 13 años. Prometió la muerte de sus asesinos, pero cuando salió libre se sentía rehabilitado. Sin embargo, el destino es fuerte y, cuando tuvo la oportunidad, consiguió un rifle para vengar a su hermana. Alarcón conoció a Rocky Rontal, lo dejó hablar y contó su historia quebrada. "Es un libro de crónicas investigadas, vividas, sobre hechos a los que luego trato de volver a darles vida en el texto", dice Alarcón. "El enfoque es el crimen y castigo, en el ámbito latinoamericano y también de latinos en Estados Unidos. No son todas mis crónicas, pero son las que en conjunto hacen un relato de la sociedad que quisiéramos olvidar", añade el escritor, hablando desde la Universidad de Columbia, en Nueva York, donde hace clases y donde vive desde los tres años.

Es Estados Unidos donde Alarcón ha forjado una obra literaria en la que a través de cuentos y novelas ha observado su Perú natal, pero también todo el continente, como un lugar arrasado. Primero fue en los relatos de Guerra a la luz de las velas (2006) y luego en la novela Radio ciudad perdida (2007), que hizo de su nombre un ineludible no solo de la narrativa latinoamericana joven, sino también de una nueva camada de autores latinos en Estados Unidos. Luego publicaría la novela De noche andamos en círculos (2014) y, paralelamente, avanzaría en la no ficción convirtiéndola oficialmente en parte de su vida al crear en 2011 Radio Ambulante, una plataforma online -o simplemente una revista en audio- donde se pueden escuchar crónicas sobre múltiples historias latinoamericanas. Por ejemplo, la de Ruth Thalía.

"Para mí, el trabajo periodístico o de cronista va de la mano del trabajo literario", dice Alarcón, hermanando su ficción con los textos de La balada de Rocky Rontal . "Cuando estoy escribiendo una novela me estoy imaginando en un lugar y tratando de ver todo y hablar con todos, en el ámbito imaginario. Y cuando lo hago en periodismo hago lo mismo, solo que tengo una grabadora a mano o una libreta, y es un espacio real. Pero las herramientas de observación, de escuchar más que hablar, eso te sirve ya sea en crónica o en ficción", explica.

Esta semana, el escritor vendrá a Santiago y aprovechará de presentar el nuevo libro. El miércoles, en Culto Bar (Estados Unidos 246), Alarcón lanzará La balada de Rocky Rontal junto a otro libro de Estruendomudo, Dicen de mí , de la también peruana Gabriela Wiener. Los acompañarán los autores locales Diego Zúñiga y Arelis Uribe. Invitado en conjunto por Facultad de Comunicación y Letras UDP y el programa Columbia Global Centers Santiago, el 3 de agosto, participará en la Cátedra Abierta Roberto Bolaño, donde dictará la conferencia "Radio Ambulante: Cómo narrar un continente (o morir en el intento)". Lo presentará la narradora Alejandra Costamagna. Se trata de un inicio muy chileno para un libro que, en efecto, está muy relacionado con Chile: quienes tradujeron al español los textos fueron Alejandro Zambra y su esposa Jazmina Barrera. "Es un lujo que un autor que yo admiro tanto, como Alejandro, haya aceptado esta tarea junto a su esposa. Me enorgullece muchísimo", dice Alarcón.

Vidas descartables

La primera vez que Alarcón se enfrentó a un grupo de condenados fue en Nueva York. Tenía 22 años, trabajaba en un centro comunitario en East Harlem con adolescentes en riesgo social y se organizó una visita a una cárcel dentro de la ciudad, Rikers Island. "Fue terrible lo que vi ese día, terrible la impotencia que sentí. Caminé entre miles de hombres negros y latinos, encerrados en condiciones de hacinamiento atroz", recuerda Alarcón en la nota introductoria de La balada de Rocky Rontal . Varios años después, un amigo periodista lo invitó a conocer otra cárcel: el penal de Lurigancho, ubicado en Lima, gigante y dramáticamente célebre por lo incontrolable y miserable.

"Aquella vez tuve dos sensaciones. Una rabia tremenda, porque no podemos desperdiciar tanto potencial humano encerrándolos en un lugar tan infame. Pero también me surgió la curiosidad sobre cómo funcionaba ese lugar", recuerda Alarcón. "Mientras los medios hablaban en tono alarmante sobre cuánta gente moría en la cárcel en Lurigancho, yo pensé lo contrario: que era un milagro que no se mataran más. La pregunta no es por qué tanta violencia, sino por qué hay tan poca violencia en relación a las condiciones de ese lugar", añade.

Construida para dos mil reos, en la cárcel de Lurigancho viven cerca de ocho mil. Hay alrededor de 100 presos por cada guardia. Es un complejo con veinte bloques habitacionales y que funciona como una ciudad; por supuesto, una tomada por el crimen, en la que conviven la venta de pollos asados y el contrabando drogas. Precisamente son los narcotraficantes quienes llevan la vida más tranquila: sin control de los gendarmes, en cada bloque reina un delincuente poderoso a través de la violencia, salvo en el bloque 7, donde habitan los narcos: ellos hacen elecciones democráticas. En la crónica "Desde el pabellón 7", Alarcón narra la campaña para elegir al nuevo gobierno del edificio. Hay puerta a puerta, fiestas, discursos, votaciones: una vida cívica en que los candidatos proponían, entre otras cosas, cómo lograr que las autoridades los dejaran hacer negocios en paz.

Justo al frente de Lurigancho está la cárcel de Castro Castro, en que la que también estuvo Alarcón y ahí conoció a Francisco, un ladrón que preso recordaba día a día por todo lo que pasó: escribía la historia de su juventud en la vida criminal. Todas las mañanas las dedicaba a escribir. "Tenía pocas esperanzas de salir en libertad, pero cuando escribía, el tiempo parecía pasar de otra manera", anota Alarcón, que en los textos del libro narra las vidas de personas que no tienen nada para enfrentar su destino: el entramado de policías y pandillas que tienen a El Salvador como uno de los países con más asesinatos en tiempos de paz, o en California, Estados Unidos, a miles de jóvenes latinos que sean o no de una pandilla -Sureños o Norteños-, van a ser tratados como pandilleros por las autoridades. En cada relato aparece una idea: Alarcón escribe de gente que no le importa a nadie.

"Esa fue mi primera impresión cuando visité la cárcel en Nueva York. Es la impresión que tuve en Lima y la impresión que acabo de tener en Honduras. Cuando nos quejamos de la violencia, lo que optamos por no entender es que esos jóvenes están reaccionando ante mensajes que el Estado envía: invierten más en cárceles que en educación u hospitales", dice. Y agrega: "Se repiten varios factores: exclusión, falta de oportunidad, pobreza y vidas que son fácilmente descartables. El Estado nunca va a decir que son descartables, pero sus acciones lo demuestran", asegura.

En algún momento, mientras habla, Alarcón parece más que un escritor, un denunciante. Una voz política. Pero detiene el impulso: "Cada escritor, cada periodista, trata de contar las historias que lo apasionan. Desafortunadamente no tengo el tiempo de investigar ni proponer soluciones, tampoco es mi rol, lo mío es contar historias y contar lo que estoy viendo", sostiene. Y añade: "Extraño mucho escribir ficción todos los días, siento que mi vida era más simple en aquellas épocas. Solo tenía una ambición: inventarme historias. Pero no cambiaría nada, siento que tengo una vida privilegiada".

Está hablando de Radio Ambulante, con toda seguridad un hermano de La balada de Rocky Rontal . Su antecedente. Cuando habla de esas crónicas radiales pareciera que describiera su libro: "Yo sé con lo poco que comenzamos, lo descabellada que era la idea de tratar de narrar un continente, veo lo que hemos logrado y siento que nos hemos acercado mucho a lo que nos propusimos", dice. "En cada historia de Radio Ambulante, con el equipo, buscamos contar algo nuevo, algo que obligue al oyente a reflexionar sobre un aspecto de la cultura latinoamericana, que les presente un mundo, un submundo, que no conocían y una historia que al ser, al mismo tiempo, muy particular, muy única, sea al mismo tiempo muy universal", añade.

"No son todas mis crónicas, pero en conjunto hacen un relato de la sociedad que quisiéramos olvidar".

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