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El decepcionante crecimiento económico de América Latina

martes, 25 de julio de 2017

The Economist
Internacional
El Mercurio

La resaca del boom de las materias primas se ha visto agravada por la incertidumbre política. Además, hay problemas como infraestructura inadecuada y mala educación.



Revise los diarios latinoamericanos y verá lo difícil que es encontrar signos de una recuperación económica convincente. Es cierto que la producción industrial de Brasil se está recuperando después de una caída de dos años. La reforma energética de México, por fin, está comenzando a dar sus frutos, con un nuevo descubrimiento de petróleo por parte de un consorcio internacional. Y los restoranes peruanos celebraron el Día Nacional del Pollo a la Brasa el 16 de julio, con la esperanza de despachar un millón de aves, más que las 720.000 del año pasado.

De otra forma, son escasos los "espíritus animales" (esas variables anímicas que determinan las expectativas o temores económicos). Después de cinco años de desaceleración y una de recesión, América Latina debería registrar un modesto crecimiento económico de entre 1 y 1,5% este año, según los pronósticos. La imagen varía de un país a otro. El retorno al crecimiento agregado se debe principalmente a Brasil y Argentina, que están saliendo de recesiones. La economía de Venezuela está colapsando. México, Chile, Colombia y Perú se expanden a un ritmo lento, de 2 a 3%. Solo Centroamérica, República Dominicana y Bolivia están creciendo un respetable 4%, aproximadamente.

Lo que hace esto particularmente preocupante es que las condiciones externas son generalmente favorables. La economía mundial está cobrando velocidad. Estados Unidos y China, los mayores socios comerciales de la región, están creciendo bien. Los agentes financieros miran favorablemente a los gobiernos y empresas latinoamericanas, como ilustra el reciente lanzamiento argentino de un bono a 100 años.

Entonces, ¿por qué la región sigue siendo tan poco vistosa? Una respuesta es que el ajuste al final del boom de las materias primas, que benefició particularmente a Sudamérica, ha tomado más tiempo de lo esperado. Entre 2003 y 2010, la industrialización de China impulsó la demanda de minerales, petróleo y alimentos. Los precios de las materias primas cayeron constantemente, entre 2010 y 2015. A medida que los ingresos de exportación se contrajeron, las monedas de la región se debilitaron, frenando las importaciones e impulsando la inflación.

La buena noticia es que en muchos países este ajuste externo fue sin problemas y ha terminado en gran medida. El déficit por cuenta corriente de la región se redujo 1,4 puntos porcentuales del PIB el año pasado (al 2,1%). La inflación está cayendo rápidamente, lo que permite a los bancos centrales recortar las tasas de interés. Eso ofrece la esperanza de una recuperación del crecimiento en 2018.

Pero América Latina también se enfrenta a un apretón fiscal. El boom de las materias primas aumentó temporalmente los ingresos fiscales. Demasiados gobiernos gastaron, en lugar de invertir o ahorrar, esta ganancia inesperada. El déficit fiscal primario (es decir, antes de los pagos de intereses) en la región en su conjunto aumentó del 0,2% del PIB en 2013, al 2,6% el año pasado. En otras palabras, la deuda pública está aumentando. Muchos gobiernos han comenzado a replegarse. Pocos están en condiciones de bombear la recuperación.

Hay un segundo factor que frena el repunte: la incertidumbre política. Eso comienza con Donald Trump. Si bien ha acordado renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte con México y Canadá, en vez de desecharlo, continúa amenazando con imponer medidas proteccionistas, desalentar la inversión al sur del Río Grande y deportar a millones de mexicanos y centroamericanos. Hasta ahora, la economía de México se ha mantenido mejor de lo que se temía: el peso es más fuerte ahora que antes de la elección de Trump, en noviembre pasado. La tasa de crecimiento interanual fue del 2,7% en el primer trimestre de este año. Pero México vive de mes en mes.

La segunda duda se refiere a la política interna. América Latina no volverá a un crecimiento más rápido, a menos que haga más para resolver los problemas estructurales que lo impiden. Estos incluyen infraestructura inadecuada, educación de mala calidad, impuestos mal diseñados y regulaciones que dificultan los negocios. La solución de estos requiere liderazgo persuasivo. Pero en los países más grandes, el único Presidente que es incluso moderadamente popular es Mauricio Macri, de Argentina. En Brasil, Michel Temer tiene una calificación de aprobación del 7%, y puede ser desalojado de su cargo debido a denuncias de corrupción.

Entre noviembre de este año y octubre de 2018, Chile, Colombia, México y Brasil se enfrentan a elecciones presidenciales (mientras que Argentina tiene importantes elecciones parlamentarias a mediano plazo en octubre). Estas competencias tendrán lugar en medio de la desilusión popular con los políticos, causada en parte por la corrupción. En cada uno, existe el riesgo de que un populista triunfe.

No es de extrañar que la inversión siga deprimida. El crecimiento de este año viene principalmente de una pequeña recuperación de las exportaciones y de la sustitución de importaciones. La primera tarea de los gobiernos es proporcionar a los inversionistas, tanto locales como extranjeros, un grado razonable de certeza política. Más de lo que suele ser el caso, para la comprensión de sus perspectivas económicas, los latinoamericanos deben recurrir a los científicos políticos en lugar de a los economistas.

Solo Centroamérica, República Dominicana y Bolivia están creciendo un respetable 4%, aproximadamente.


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