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REPORTAJE

La infancia vulnerable bajo la lupa de nuestra historia

domingo, 16 de julio de 2017

Maureen Lennon Zaninovic
Artes y Letras
El Mercurio

¿Hay persistencia, a lo largo de nuestra historia, de una deficiente política pública en la protección de los niños en estado de abandono, pobreza o delincuencia? Jorge Rojas Flores, autor de "Historia de la Infancia en el Chile Republicano. 1810-2010", considera que la realidad es mucho más compleja que la caricatura entre un adulto abusador y un niño inocente. Nara Milanich, a su vez, advierte que "la práctica de meter en instituciones a los niños revela una crisis perpetua".



"El chico fue encerrado durante una semana en un cuarto frío y oscuro; allí pasó los días y las noches llorando amargamente. Solo se le permitía salir para ser azotado en el comedor delante de todos sus compañeros".

Es un extracto de la célebre novela "Oliver Twist", de Charles Dickens, y que -tristemente- vuelve a cobrar actualidad, tras los dramáticos casos y revelaciones de niños chilenos bajo la supervisión del Servicio Nacional de Menores (Sename).

En nuestro país es un tema muy sensible y que ha tenido como punto cúlmine las acaloradas reacciones que generó el rechazo en el Congreso del informe de la comisión investigadora Sename II, refrendadas por las duras cifras de niños fallecidos que -directa o indirectamente- estaban a cargo del organismo durante los últimos 11 años, con un promedio de 131 niños muertos cada año.

"Es un muy buen punto de partida hablar de Charles Dickens", comenta a "Artes y Letras" el historiador y docente del Instituto de Historia de la Universidad Católica, Jorge Rojas Flores, autor, entre otros volúmenes, de "Los niños cristaleros" y "Moral y práctica cívica en los niños chilenos".

En 2008, la Junta Nacional de Jardines Infantiles, Junji, le encargó un ambicioso proyecto bicentenario: el libro "Historia de la Infancia en el Chile Republicano. 1810-2010" (Ocho libros). Con más de 900 páginas, esta investigación se transformó en un referente de los estudios de la infancia, razón por la que se reeditó en 2017 -esta vez, bajo Ediciones de la Junji y en dos tomos-, incorporando nuevas fuentes y estadísticas, además de mayor material gráfico.

Rojas ha seguido con seriedad la vida infantil en nuestro país desde 1810 hasta nuestros días, y desde esa experiencia añade que la imagen de la infancia dibujada por el autor de "Oliver Twist" sigue siendo muy recurrente e intensa, "con oposiciones binarias: buenos y malos, inocentes que buscan sobrevivir en un mundo muy adverso y adultos aprovechadores que manipulan a los niños. Eso aún existe, pero la realidad es mucho más compleja", expresa.

El historiador se explaya en su análisis. A su juicio, a lo largo de los años, por un lado aparece una radiografía de niños que están sometidos a situaciones difíciles, de pobreza y de marginalidad, con un Estado que no invierte mucho en las instituciones que los acogen. "Pero también existe una red de relaciones complejas entre los propios chicos. Se suele pensar en el funcionario que abusa, producto del ambiente, de sus deficientes condiciones laborales. Pero -y esto no lo he inventando yo, hay estudios de psicólogos que lo confirman- hay mucha violencia y abuso entre los propios niños. Además, algunos menores conocen muy bien la ley y aprovechan, en algunos casos a su favor, este mecanismo. No hay que responsabilizar solo a los adultos y tampoco hay que pensar que son solo los chicos los que están completamente expuestos".

Jorge Rojas considera que hay ciertos casos -como el cierre de establecimientos, producto de denuncias o escándalos puntuales- en que "el Estado y la sociedad suelen actuar de manera apresurada, respondiendo a coyunturas, sin una proyección a largo plazo. Hay una tendencia, además, que cruza toda nuestra historia: la sociedad, no solo el Estado, actúa en torno a estos temas de manera incoherente, porque en algunas coyunturas se sensibiliza ante el drama de estos niños desprotegidos, que están expuestos y que caen en una cadena de exclusión. Pero esa misma sociedad, en otras circunstancias, pide mano firme, pide evitar ser tan complaciente. Pide dureza en casos como el 'Cisarro'. La sociedad ha oscilado entre ver al niño como víctima o como victimario, y al ser una constante, el Estado de alguna manera responde siguiendo esa sensibilidad".

-En su libro "Historia de la Infancia..." señala que, a lo largo de los años, se ha cuestionado la idea de orfanato ¿Constantemente ha estado en entredicho el concepto?

"Siempre ha estado en entredicho o por lo menos desde hace muchas décadas. Ya en los años 20 del siglo pasado se cuestiona que el orfanato clásico funcione y con eso estoy hablando de lugares donde se concentra gran cantidad de niños en espacios comunes, sin lograr personalizar la atención. Comedores y lugares donde se pernocta masivamente, con la promiscuidad que eso implica y la dificultad para transmitir valores. Ese modelo se cuestionó y se trató de favorecer un régimen más cercano al ambiente familiar y nacieron iniciativas en este sentido -en esa misma década- como el Politécnico Alcibíades Vicencio y -en la década del 40- fue el turno de la Ciudad del Niño. De estas iniciativas, lamentablemente, se ha hecho poco balance. El Estado pareciera que siempre arrasa con las experiencias anteriores e inventa nuevas modalidades de intervención, sin extraer demasiadas conclusiones. Finalmente, la Ciudad del Niño se eliminó porque la Unicef y otros organismos internacionales se manifestaron en contra de la internación y se privilegió sacar a los niños y volverlos a su entorno. Sin un análisis muy fino, viendo el caso a caso, se empezó a buscar a los familiares, a las familias de origen y trataron de devolverles a los niños".

Un contagio del ambiente

En "Historia de la Infancia...", Jorge Rojas Flores destaca hacia el siglo XVIII el surgimiento de la Casa de Expósitos, que desde 1853 se denomina Casa de Huérfanos y que nació para ofrecer "amparo espiritual y material a los niños expósitos". Por la crisis política de la Independencia, la casa cayó en un estado de abandono dramático. En 1832, el gobierno de la época ordenó abrirla y dispuso para su administración a la recién creada Junta Central de Beneficencia y Salud Pública, presidida por Manuel Blanco Encalada. Hacia 1860, las Hermanas de la Divina Providencia, de origen canadiense, se hicieron cargo de la antigua Casa de Expósitos. "La mortalidad infantil en Chile era una preocupación nacional y en la Casa de Huérfanos -esto lo han estudiado varios investigadores, durante mucho tiempo, y la situación se revierte recién en el siglo XX- fallecía un porcentaje mayor de niños dentro que fuera de la casa", explica el historiador.

Entre 1850 y 1950 se produce una gran proliferación de este tipo de casas de acogida en la capital, casi todas de iniciativa privada, entre otras razones, adelanta el académico de la UC, como respuesta a los cambios que está experimentando la ciudad, "que empieza a crecer y ser atractiva para los sectores populares. Esa realidad genera un cinturón de pobreza en los alrededores, en los ranchos y también en el interior, con los conventillos. Esta nueva pobreza urbana provoca una mayor necesidad de dar respuesta a estos niños que vagan, que no tienen padres o están cometiendo algunos delitos".

Rojas añade que a partir de 1850 se genera una nueva sensibilidad en las clases altas y medias de nuestro país. "De hecho, en esa época, en Europa, se escribe mucho sobre niños. En Chile menos, pero hay como una especie de contagio con este ambiente que es recogido por las familias más acomodadas, que visitan Europa y se dan cuenta de que allí hay iniciativas filantrópicas. Utilizando un lenguaje de la época, surge una élite que busca una cruzada para salvar a los niños de la adversidad".

Todos estos proyectos filantrópicos, señala el experto, estaban a cargo de personas de buena voluntad, "sin ningún perfil técnico, porque no existían las profesiones de trabajo social ni de enfermería. Ni siquiera hay profesionalización del gremio docente. El modelo funciona de un modo muy artesanal, por decirlo de alguna manera, y se cometieron muchos errores por lo mismo".

Jorge Rojas Flores comenta que, desde su fundación, a los orfanatos asistían generalmente "los niños pertenecientes a clases populares, cuyos padres o la madre estaban imposibilitados de criarlos. Pero también acuden a ellos familias acomodadas, que entregan los niños de la servidumbre, hijos de madres solteras o no reconocidos por los dueños de fundo o patrones. Todos quedan tachados como hijos marginales y la mayoría moría en los primeros meses. Los que logran sobrevivir terminan formándose en un oficio. Las niñas generalmente eran empleadas domésticas. Incluso, había algunas instituciones destinadas a formar empleadas domésticas y las mujeres de la alta sociedad iban a buscar ahí servidumbre".

El profesional remata que los orfanatos parten como una labor de filántropos, pero ya desde el cambio del siglo XIX al XX el Estado interviene con recursos, empieza a apoyar a estas instituciones privadas que no se lograban solventar por sí solas. "El Estado, eso sí, comienza a implementar una política más sistemática y de intervención, con la promulgación de la Ley de Menores de 1928. Ese es el momento en que asume mayor responsabilidad y empieza a ejecutar políticas públicas, con personal propio. Se crean los tribunales de menores y el sistema de protección estatal".

Desde los años 20 en adelante, la mortalidad infantil deja de ser un tema prioritario, entre otras razones porque los orfanatos comienzan a tener personal médico adecuado. Ahora, el foco está puesto, según Rojas, "en los niños que vagan en las calles y en la delincuencia infantil. A partir de la legislación del 28, los centros de menores se preocupan de estos temas. Los niños huérfanos dejan de ser un tópico relevante. Hacia 1970, en el gobierno de Allende todavía era común ver a muchos niños en situación de calle, trabajando como lustrabotas, amontonados. En la dictadura esa situación se revirtió, no sé si para mejor, porque se implementó la internación como medida obligatoria".

-¿Existen registros de abusos contra los niños, en los siglos XIX y XX?

"En el XIX no he encontrado, pero sí en el XX. Está el famoso caso, en 1905, del Colegio San Jacinto y que involucró a religiosos. Parece que fue una situación real y el Estado tomó atención, pero el tema se enturbió con el afán de encontrar culpables. Al final fueron denuncias cruzadas. Por un lado, hubo voces que querían expulsar a todos los religiosos de esa congregación, porque se pensaba que todos eran abusadores de niños, pero nadie se preocupó si había laicos comprometidos. Y los católicos empezaron a reclamar que en los liceos de los masones ocurría lo mismo. Este hecho revela que el tema de fondo muchas veces es contagiado por el contexto político y termina transformándose en una trinchera de batalla entre corrientes ideológicas y posiciones, como las que estamos viviendo ahora. Hay otro caso que tiene que ver con el Politécnico Alcibíades Vicencio. Hacia 1937 hubo una denuncia y fue una comisión de profesores del Politécnico a hablar con un ministro. La autoridad, al parecer, tomó el caso con mucho recelo, para que no hubiera daño a la institución, pero al final no hubo una denuncia oficial ante tribunales. Hay muchas situaciones así: denuncias que no dan lugar a una investigación más detallada".

Una crisis eterna

La historiadora Nara Milanich, docente del Barnard College en Estados Unidos y autora, entre otros volúmenes, de "Los hijos del azar. Infancia, clase y Estado en Chile. 1850-1930", comenta a "Artes y Letras" que "a lo largo de la historia hemos visto una crisis eterna de la infancia. La práctica de meter en instituciones a los niños revela una crisis perpetua. En el siglo XIX, el problema era la mortalidad infantil, en el XX -en cambio- estamos ante una crisis existencial y nos cuestionamos por qué esos pequeños están ahí, en situación de abandono. Nos preguntamos qué tendrían que hacer el Estado y la sociedad para que esos niños tengan una familia. Las crisis son materiales, pero también morales".

Milanich entrega una anécdota reveladora del siglo XIX y que tiene que ver con la Casa de Huérfanos. "Hubo un conflicto entre las Hermanas canadienses de la Divina Providencia y la Junta Central de Beneficencia y Salud Pública. Esta última culpaba a las monjas por la alta mortalidad infantil. Las religiosas se defendieron argumentando que las muertes de los niños no eran por maltrato, sino por la crisis general de salud. En el siglo XIX ese conflicto tuvo mucha repercusión política en las páginas de los diarios. Hoy estamos en una situación parecida, pero con otros personajes".

Jorge Rojas Flores se explaya en las constantes, a lo largo de la historia, en torno al tema de la infancia ."Hay una tendencia como a no involucrarse ni entender en profundidad qué es lo que ocurre al interior. Se presta atención cuando hay alguna muerte o una fuga muy masiva. Eso hace bien dificultosa la labor del investigador, porque no es posible encontrar denuncias serias, sino más bien titulares al voleo o muy superficiales. Hay un informe de los años 50, donde se muestra lo dificultoso que es tener una estrategia de intervención abierta, tolerante, más moderna, en beneficio de los niños, cuando al interior de los centros que los acogen existen prácticas entre los muchachos que son complejas de manejar. Hay archivos judiciales donde hay chicos que revelan su paso por algunos centros y sus rituales de iniciación, las violaciones entre ellos mismos. De forma indirecta, uno se da cuenta de que es un proceso muy complejo manejar este tipo de instituciones. La realidad es mucho más compleja que buenos y malos".

La sociedad ha oscilado entre ver al niño como víctima o como victimario, y al ser una constante, el Estado responde siguiendo esa sensibilidad".
 J. ROJAS

Ya en los años 20 del siglo pasado se cuestiona que el orfanato clásico funcione, y con eso estoy hablando de lugares donde se concentra gran cantidad de niños en espacios comunes sin lograr personalizar la atención".
 J. ROJAS

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