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ARTE Primeras obras femeninas chilenas:

Mujeres que desafiaron la escena artística de su época

domingo, 09 de julio de 2017

Marilú Ortiz de Rozas
Artes y Letras
El Mercurio

Talentosas y desconocidas son las mujeres que comenzaron a producir arte en Chile desde el primer tercio del siglo XIX. El Museo Nacional de Bellas Artes les rinde homenaje a través de una muestra que reúne una cuarentena de obras y archivos de su colección.



Que Paula Aldunate (1812-1884) sea sindicada como una de las primeras mujeres que pintara en Chile y que nadie la conozca, es bastante indicador de la situación de las féminas en la historia de las artes nacionales. Se sabe que en colecciones privadas hay paisajes pintados por esta mujer, que fue nada menos que discípula de Rugendas; no así en la del Museo Nacional de Bellas Artes.

Sin embargo, en el marco del estudio llevado a cabo por la curadora del MNBA, Gloria Cortés Aliaga, el museo adquirió una obra que refrenda lo planteado: su maestro, Johann Moritz Rugendas la retrata, en 1835, sentada, con un cuaderno de dibujos sobre las piernas y sosteniendo una pluma o un pincel. El título de la obra es "Retratos de Paula Aldunate de Larraín y de Santiago Larraín Moxó en su hacienda de Viluco", porque también plasmó al marido.

"Paula Aldunate dejó huella de su producción en acuarelas que registran las zonas aledañas a Calera de Tango, pero el museo no tiene registro de estas, por lo que la presencia de Aldunate se construye a partir de su ausencia", explica Gloria Cortés. Ella afirma que es el caso de numerosas artistas, y da por título a esta exposición "Desacatos. Prácticas artísticas femeninas (1835-1938)".

No las dejaban asistir a las sesiones de pose con modelos desnudos. Las mujeres que estudiaban y practicaban arte, solo podían pintar a partir de yesos u otros recursos artificiales. Esto, incluso en pleno siglo XX, pues existe evidencia, en la década del cuarenta, de que Matilde Pérez y Henriette Petit reclamaban porque no las autorizaban a asistir a los cursos de desnudo con modelos en vivo. Esta prohibición incentivaría también a estas artistas a retratarse entre ellas y a plasmar escenas femeninas, como las de tocador, como puede verse en la exposición.

Si la muestra se centra entre los años 1835 y 1938, es porque se tomó como punto de partida el retrato de Rugendas de Paula Aldunate y, como cierre, la exposición femenina organizada por el MEMCh (Movimiento pro Emancipación de las Mujeres de Chile), comisariada por la escultora Laura Rodig a partir de 1938. "La muestra 'Actividades femeninas' se realizó un año después y a tan solo cinco de haber ganado el derecho a voto para las elecciones municipales", precisa la curadora.

El estudio de Gloria Cortés sobre las prácticas femeninas en el arte, iniciado en 2009, condujo al libro "Modernas", publicado por Ediciones Origo en 2013 y originó una investigación en el seno de las colecciones del Museo de Bellas Artes, a partir de 2015. Así, pudieron determinar que de las cinco mil obras que conservan, unas seiscientas fueron creadas por mujeres.

Paradojalmente, la iniciativa también gatilló la curatoría de la muestra "(En)clave masculino", que cerró en marzo. Esta cuestionaba los modelos de género promovidos por el arte, que emanaban de figuras masculinas.

Cuatro secciones

La primera parte de la muestra se llama "En el nombre del padre", porque indica que las artistas son asociadas a figuras masculinas determinantes, ya sean sus padres, esposos, amantes o maestros. La pintura "Ante el caballete" (1884), de Magdalena Mira (1859-1930), constituye uno de los ejemplos más claros, pues devela el impacto del linaje paterno en algunas artistas. Otro caso, más conocido, es el del "Horacio" (1899) de la escultora Rebeca Matte (1875-1929), de gestualidad elocuente. Gloria Cortés interpreta que esta figura del Horacio representaría el poder autoritario del padre y piensa que alude al progenitor de la escultora, de gran influencia en su vida.

En esta sección se emplaza el "Retrato de Paula Aldunate de Larraín...", pues ella es remitida a su vínculo marital, así como el "Retrato de Monvoisin" (1836), que hiciera Doménica Festa (1805-1881), artista italiana que firma como "Madame Monvoisin".

La segunda sección de la muestra, "Ellas por ellas mismas", reúne las obras en que las artistas se retratan entre sí. "Comienzan a romper su vínculo con los hombres y a crear sus propios linajes femeninos", afirma la curadora. Destaca en esta sección el "Busto de Judith Alpi" (ca 1915), un moldeado en yeso de Laura Rodig (1901-1972), y el "Retrato de Laura Rodig" (1915), un pastel sobre tela realizado por Judith Alpi (1893-1983).

Rodig es uno de los personajes más interesantes de su época; talentosa y rebelde, fue expulsada y luego reintegrada a la academia. Se impregnó del muralismo mexicano cuando acompañó en 1922 a ese país a Gabriela Mistral, entonces su pareja, e incorpora el universo indígena en sus esculturas y pinturas. En 1924 expone en el Museo de Arte Moderno de Madrid, actualmente el "Reina Sofía", quien adquiere su "India mexicana", primera escultura latinoamericana de dicha colección.

"De Laura Rodig, miembro del Partido Comunista y del Movimiento Pro Emancipación de la Mujer Chilena, hay obras en la colección del MNBA, pero no se habían puesto en escena", asegura la curadora. En esta sección se encuentran también desnudos pintados por Henriette Petit, María Tupper y Emma Formas, además de "La Coqueta" (1916), de Elmina Moisan (1897-1938), obra que obtiene la Primera Medalla del Salón de 1919. La Segunda Medalla la obtiene Judith Alpi, pero no se sabe bien con qué obra.

Respecto de esta última, fue una de las fundadoras de la Sociedad Nacional de Bellas Artes, en 1918, y es reconocida por su trabajo pictórico en Chile e internacionalmente. "'Kimono blanco' -también en exhibición en esta muestra- fue ganadora de una medalla en la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929", destaca Gloria Cortés. Esta sección incluye también un interesante autorretrato de Chela Aranís (1908 - 1996), un talento precoz, que ingresa a la Escuela de Bellas Artes a los 13 años y en 1927 recibe una doble beca para estudiar en París.

Valorización

Claves en el proceso de valorización de las artistas fueron la creación de la Sociedad Artística Femenina, en 1914, y el Club de Señoras, en 1916. "Aunque alojados en el feminismo aristocrático, permitieron la difusión y circulación de las artistas que adhirieron a ambos espacios, y la creación de un incipiente mercado de arte femenino", sostiene la curadora.

En la sección "Genealogías femeninas" se presenta material de archivo, con un centenar de artículos de prensa, que dan cuenta de la actividad artística de destacadas mujeres del período estudiado, varias de ellas caídas en el olvido. El resultado de la investigación dará paso a la formación del primer Archivo de Mujeres Artistas.

Finalmente, la última sección, "La culpa de nacer blancas", cuyo título proviene de una carta de Gabriela Mistral a Victoria Ocampo, reúne obras creadas por artistas que representan a mujeres de estratos populares, también a indígenas, como en el caso de dos dibujos mexicanos de Rodig.

"En la colección del MNBA encontramos numerosas obras en donde se hace evidente la conjugación de clase social y grupo étnico; ya que mujeres blancas y de clase media abordan las experiencias de las mujeres indígenas, obreras y campesinas", subraya Gloria Cortés. Entre estas obras destacan "Niña de campo", de Inés Puyó; "Mama Rosa", de María Tupper, o "Cabeza de vieja", de Elmina Moisan.

Mención aparte merece Celia Castro (1860-1930), una artista porteña en cuya correspondencia se aprecia una conciencia de la injusticia social de la época y que fue la abuela paterna de Salvador Allende. Su óleo "Vieja" o "Mujer de pueblo" (ca 1885) se incluye en esta sección. Su obra fue una de las primeras en ingresar a la Colección del MNBA, la que, permanentemente revisitada, permite profundas y diversas miradas a la historia y práctica de las artes en Chile.

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