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Transhumanismo: una ideología que avanza

domingo, 02 de julio de 2017

BERNABÉ SARABIA El Mundo/Derechos exclusivos
Artes y Letras
El Mercurio

"La revolución transhumanista" es el título del último libro del filósofo francés Luc Ferry. Una advertencia sobre los peligros de la llamada biotecnología y el proyecto de mejora de la humanidad apoyada por el progreso de las ciencias.



Este volumen es la expresión de alarma de uno de los intelectuales franceses más serios ante lo que denomina la expansión del transhumanismo, una ideología cada vez más poderosa, desarrollada en Estados Unidos, apoyada por los gigantes de la web y dotada de una financiación casi ilimitada. Para Luc Ferry (1951), ministro Educación en Francia (2002-2004), autor de una extensa y lúcida obra, se está produciendo una "revolución transhumanista" a la que es necesario poner límites y establecer criterios regulatorios.

El transhumanismo nace, en palabras de Ferry, como un amplio proyecto de mejora de la humanidad en todos sus aspectos, físico, intelectual, emocional y moral, gracias al progreso de las ciencias y en particular de la biotecnología. Uno de sus rasgos más marcados (y equivocados) radica en que pretende transitar de un paradigma médico tradicional, el terapéutico, que tiene como finalidad central curar patologías, a un modelo "superior", el de la mejora y el "perfeccionamiento" del ser humano. El proyecto transhumanista se basa en la convicción de un progreso sin fin, una perfectibilidad ilimitada de la especie humana.

Como es bien sabido, Fereidoun M. Esfandiary, conocido como FM-2030, comenzó a forjar en los años 60 las bases del transhumanismo. A principios de 1980 en la Universidad de California, en Los Angeles, formalizó su pensamiento futurista. Sus clases atrajeron a gente como Natasha Vita-More, directora de la película experimental "Breaking Away", en la que propone acabar con las limitaciones biológicas del ser humano. FM-2030 y Vita-More comenzaron a organizar encuentros transhumanistas en Los Angeles, y en 1986 produjeron un programa de televisión por cable que llegó a tener una audiencia muy numerosa.

En 1986, los transhumanistas, con Eric Drexler a la cabeza, percibieron, con buen tino, las posibilidades de la nanotecnología. Para Ferry, la nanotecnología está cambiando el mundo de la física y la medicina. Las nanociencias o nanotecnologías estudian los fenómenos y la manipulación de materiales a escala atómica, molecular y macromolecular en los que las propiedades difieren de las observadas a mayor escala.

Para hacerse idea de la escala en cuestión, conviene saber que el nanómetro representa una milmillonésima del metro. A esta escala, las propiedades de la materia difieren de las que la física de Newton describe en el "macromundo" de los objetos de la vida cotidiana. En 1986 le concedieron el Nobel a los físicos Gerd Binnig y Heinrich Rohrer por inventar el "microscopio de efecto túnel", el instrumento de observación que hizo crecer exponencialmente el campo de la nanotecnología.

Las aplicaciones de estas nuevas tecnologías van desde la creación de materiales dotados de cualidades inéditas hasta la construcción de "nanomáquinas" o "nanorobots", capaces en el futuro de identificar disfunciones en nuestro organismo y repararlas sobre la marcha. La "nanomedicina" asociada a estas tecnologías tiene un futuro tan prometedor que no podía escapar a la elaboración de las doctrinas transhumanistas.

Buscando la inmortalidad

Como señala Ferry, el transhumanismo -y sus críticos- se ha ido transformando con el paso de los años y el avance científico. En estos momentos, algunos teóricos como Raymond Kurzweil están convencidos de que en las próximas décadas se pueden producir no solo avances radicales, sino una transformación que podría cambiar al ser humano en una doble dirección: la de la modificación corporal ( cyborg ) y la de detener el envejecimiento.

Esta doble posibilidad es para el autor del libro la punta de un iceberg que no puede dejarse a la deriva y sin control. La posición de Ferry está en las antípodas de la de Cynthia Kenyon, a quien los medios de comunicación denominan "la genetista de la inmortalidad". Tras experimentar con el gusano C. elegans , primer animal cuyo genoma fue secuenciado en su totalidad, descubrió que cambiándole un solo gen se doblaba la duración de su vida. De ahí deduce que un mecanismo similar se puede activar en los mamíferos, seres humanos incluidos. Antes de integrarse en el proyecto biotecnológico de Google destinado a prolongar la vida, Kenyon contribuyó como científica a esclarecer los mecanismos del ADN.

El genoma humano fue secuenciado en el año 2000, lo que costó tres mil millones de dólares. Ahora cuesta unos tres mil y dentro de muy poco tiempo por menos de cien podremos conocer nuestro ADN, con las anomalías que pueda tener. El problema para Ferry no está en el avance técnico en sí. El problema, del que los transhumanistas parecen no querer saber nada, reside en el posible mal uso de unos saberes que al día de hoy no están regulados de un modo eficiente.

Este brillante texto evidencia los riesgos implícitos en el uso de nuevas y transformadoras tecnologías.

No es casualidad que se abra la introducción de este volumen con una noticia que parece de ciencia ficción: "El 18 de abril de 2015, un equipo de genetistas chinos realizó un experimento con ochenta y tres embriones humanos, con el fin de 'reparar', o incluso 'perfeccionar', el genoma de sus células. El artículo que presentaba el experimento fue rechazado por razones de opacidad y de ontología por Science y Nature. ¿Eran embriones no viables? ¿Hubo asesoría ética? ¿Cuáles fueron los resultados?".

Como va desvelando este volumen, lo cierto es que las técnicas que permiten "cortar y pegar" secuencias de ADN han progresado de modo increíble. El ácido desoxirribonucleico (ADN) es la molécula portadora de la información genética y la encargada de la transmisión hereditaria de esta información. Viene a ser como una receta que indica las claves para construir diferentes componentes de las células, como las proteínas. En este prodigioso avance, como señala Luc Ferry, ha sido fundamental el sistema -utilizado por los investigadores chinos- llamado CRISPR-Cas9 (en español, "Repeticiones Palindrómicas Cortas Agrupadas y Regularmente Interespaciadas"). Donde Cas9 quiere decir "solamente" que la cosa en cuestión está asociada a la proteína 9. Muchos científicos se muestran cautos con la aplicación directa de dicho sistema como agente terapéutico sobre seres humanos.

La arquitectura de este claro y valiente volumen se estructura con un primer capítulo que presenta los principales rasgos del transhumanismo. El segundo analiza argumentos a favor y en contra. El capítulo tercero pone en evidencia la filosofía política subyacente a la revolución transhumanista. Desvela la denominada economía "colaborativa". Examina el funcionamiento de dicha economía y analiza con mirada crítica los supuestos subyacentes a empresas que obtienen grandes beneficios a partir de lo que, con frecuencia, se presenta ingenuamente como gratuito para los usuarios. Ferry insiste en alertar que dicha economía colaborativa podría acabar siendo un espejismo. En un mundo globalizado y desregulado empresas como Uber o Airbnb son organizaciones que obtienen enormes beneficios sobre la base de aplicaciones que funcionan con potentes algoritmos que permiten una automatización y una digitalización en las cuales el trabajo y el mismo ser humano se minimiza.

Por último, Luc Ferry propone soluciones destinadas a encajar en un humanismo democrático las pretensiones, con demasiada frecuencia desbocadas, del proyecto transhumanista. Concluye así un brillante texto que, más allá de diseccionar e iluminar el complejo mundo actual, evidencia los riesgos implícitos en el uso de nuevas, potentes y transformadoras tecnologías.

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