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Preescolar y educación básica:

El gusto por las matemáticas se moldea desde los primeros años de enseñanza

domingo, 25 de junio de 2017

Margherita Cordano
Educación
El Mercurio

Para no crecer con la sensación de que los números agobian, los niños deben tener su primer acercamiento a ellos a través de desafíos que los motiven, con tiempo para reflexionar e incluso con juegos como el ludo. Eso predice mejores resultados a futuro.



Durante la clase de Matemáticas que tuvieron el viernes, a las alumnas de 3° básico del Colegio Arturo Toro Amor se les pidió sentarse en grupos de a cuatro.

A cada una se le entregó una guía con un problema y luego de una breve introducción de su profesora, reflexionaron sobre las distintas alternativas que tenían para resolver el desafío: descubrir cuántos y qué tipos de paquetes debía comprar una persona que necesita juntar 50 palitos de madera y que en el supermercado encuentra una bolsa con cuatro y otra con siete.

"El profesor en este caso se transforma en un mediador, una persona a la que se recurre si nadie en el grupo logra descubrir un camino a seguir y se necesita de contrapreguntas que ayuden a entender mejor. Lo que se le pide al profesor no es una respuesta, sino aclarar ciertas cosas que ayuden a los niños a descubrir por sí mismos", explica María Luz Montes, asesora de Matemáticas de la red de colegios SIP y quien ha estado coordinando la implementación de ARPA (Activando la Resolución de Problemas en las Aulas), proyecto del Centro de Investigación Avanzada en Educación (CIAE) y del Centro de Modelamiento Matemático (CMM) de la Universidad de Chile.

Este consiste en fomentar la resolución de problemas en la sala de clases, centrándose específicamente en estudiantes de enseñanza básica.

"Hay una cosa importante que en matemáticas suele olvidarse, y es que están muy ligadas a las emociones. Algunas de las más comunes en esta área son la frustración, la rabia, el desagrado. Y eso viene por culpa de la repetición de fracasos; la clase tradicional de Matemáticas pide que el niño resuelva ejercicios solo, respondiéndole únicamente al profesor y sin la opción de reflexionar con otros. Si el alumno no logra resolver una guía, en este contexto inmediatamente se tilda como malo. Esto a futuro aleja a las personas de una percepción positiva de las Matemáticas", explica Patricio Felmer, director de ARPA e investigador CIAE y CMM.

Bajo la propuesta ARPA, la resolución de problemas supone entregar desafíos matemáticos que no tienen un único algoritmo para ser resueltos, que se pueden trabajar individual o colectivamente y que son abordables, no imposibles. Pueden estar ligados o no a la vida real. "Un sudoku es un buen ejemplo. A uno lo desafía, pero siempre es algo nuevo que en un principio no logras resolver. Produce esa adrenalina de saber que puedes y tener que descubrir el camino", dice el académico.

Prácticas informales

Introducir el pensamiento matemático de forma didáctica y desde temprana edad es una propuesta que rinde frutos. Así lo indican estudios de instituciones como la Universidad de Múnich, que a principios de año publicó en la revista Child Development que los niños que disfrutan las matemáticas en prebásica y básica muestran mejores logros a largo plazo.

En febrero, el departamento de Neurociencia de la Universidad de Copenhague publicó en la revista Frontiers in Human Neuroscience que en educación inicial y básica, los niños retienen más conceptos matemáticos cuando involucran su propio cuerpo en el aprendizaje: aprender sobre longitudes empleando brazos y piernas, o entender más sobre rotaciones parándose en un piso con baldosas y moviéndose según las instrucciones que entrega otra persona, en el futuro les permite enfrentar mucho mejor esta materia.

A propósito de un proyecto Fondecyt que involucró a 374 niños de prekínder y sus padres, María Inés Susperreguy, profesora de la Facultad de Educación de la Universidad Católica, vio que entre las prácticas tempranas que más ayudan a desarrollar habilidades matemáticas está "la frecuencia con que las familias fomentan ciertas prácticas avanzadas de matemáticas, como que el hijo haga cálculos mentales; sumas o restas simples. Esta práctica involucra pensar en números y cantidades con un grado de complejidad más alto que solamente pedirle al niño que reconozca el cuatro o cuente hasta 10", explica la académica.

En su investigación -a partir de encuestas sobre actitudes y conductas que tenían los papás con sus hijos de cuatro años, además de evaluaciones posteriores a los niños-, Susperreguy también vio que el desempeño matemático se relacionaba de forma importante con la experiencia que tenían los niños con juegos como ludo o dominó.

"Estos juegos son lo que llamamos prácticas informales, porque no tienen la intención de enseñar matemáticas, pero lo hacen de manera incidental y entretenida. Que los papás involucren a sus hijos en estos juegos ayuda a predecir mejores resultados a futuro", concluye.

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