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miércoles, 21 de junio de 2017

Economía y Negocios Online


Rosario Navarro Directora TIC y Educación de Fundación Chile y de educarchile.cl

Tanto las franjas electorales como los candidatos presidenciales nos han dado material para discutir y compartir ideas sobre la forma en que se entiende y respeta a la mujer en Chile.

Tenemos un desafío como sociedad por ser más inclusivos, respetuosos y conscientes con la desigualdad de género, que se expresa de manera cotidiana en conductas que reflejan el machismo que está incrustado en el ADN de nuestra sociedad, y que tienen su expresión más cruenta en casos como el de Nabila Rifo y las miles de mujeres que sufren violencia física y sicológica en sus trabajos y hogares. Para cambiar esto, es esencial entregarles más oportunidades a nuestras niñas, emparejar la cancha para nuestras jóvenes y jugarnos por una verdadera igualdad de oportunidades para las mujeres. La desigualdad de género que existe hoy comienza desde la infancia y se extiende a lo largo de la vida.

Para empezar, aunque la diferencia en el acceso a salas cunas entre niños y niñas no es decidora (19% y 18% respectivamente), no está garantizado que los más pequeños vayan a recibir una educación igualitaria. Recordemos la campaña del Mineduc con Comunidad Mujer, #EduquemosConIgualdad, que reveló que los estereotipos de género se daban desde la Educación Parvularia, donde las niñas aprenden conductas como el cuidado de la estética y de personas, maternidad y el trabajo doméstico. Y que si bien se les puede estimular para que estudien y se conviertan en profesionales cuando sean mayores, ese rol lo dejaban de lado en la educación pre-escolar.

En la prueba PISA de Lectura, las mujeres tienen mejores resultados que los hombres, pero esa brecha de género, al compararla con los otros países OCDE, es la más pequeña. Caso contrario sucede con Matemáticas, donde los hombres chilenos superan por 25 puntos a las mujeres. Es alarmante darse cuenta de que esta ventaja de los estudiantes varones chilenos es la brecha de género más amplia entre todos los países OCDE.

Destaquemos también que hay países donde las diferencias son favorables a mujeres y otros donde simplemente no hay brecha por género. ¿Qué es lo que está pasando, entonces? ¿Cuál es el factor que está influyendo en nuestras niñas?
Si bien más hombres entran a la universidad (y más a las mejores del país), la mayor tasa de titulación se la llevan las mujeres. Cabe resaltar que los hombres son mayoría en las carreras tecnológicas (76%) –carreras con mayor remuneración-, mientras que las mujeres son más en Salud (73%) y Educación (66%).

Así podemos seguir enumerando un sinfín de diferencias entre hombres y mujeres: tasa de inserción laboral –que depende además de la condición socioeconómica de la mujer, siendo, por cierto, siempre favorable al los hombres-, brecha salarial, cargos que ocupan en los trabajos, cuidado de los hijos y de adultos mayores, pensiones, entre otras cosas.

Con toda esta evidencia, ¿aún no creemos que tenemos un problema que enfrentar?Requerimos un cambio sistémico y cultural. Si bien toma mucho tiempo generar este tipo de transformaciones, podemos dar pequeños pasos para ir avanzando en esa dirección.
Ampliemos la asistencia de menores a salas cunas y jardines infantiles, profundicemos en la calidad de la educación que se entrega donde se aborden los estereotipos de género, trabajemos con los medios de comunicación en campañas masivas donde se haga visible esta desigualdad. Afinemos la Ley de Igualdad Salarial, trabajemos por más medidas que refuercen la tasa de participación laboral que permita promover la corresponsabilidad familiar entre los padres; pero por sobre todo, eduquemos. No podemos esperar una igualdad de oportunidades para niños y niñas si, primero, no tenemos conocimiento del problema, y, segundo, si no actuamos ahora para mejorar las condiciones.

Incluyamos educación STEAM para todos, trabajemos con los docentes para articular una pedagogía con consciencia de género, potenciemos a nuestras niñas, formémoslas cuestionadoras de su realidad y entreguémosles herramientas para que ellas también puedan cambiar el mundo. Como sociedad no podemos seguir traspasando los sesgos con que fuimos criados. Debemos darles la oportunidad a nuestros niños de ser felices siendo quienes quieran ser.

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