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"Las bodas de Fígaro", elenco estelar:

Este Mozart fue una fiesta

lunes, 19 de junio de 2017

Juan Antonio Muñoz H.
Cultura
El Mercurio




En el mismo pesado marco escenográfico de la versión internacional, "Las bodas de Fígaro" con elenco de cantantes chilenos lució de otra manera y eso también motivó una participación del público harto más entusiasta y sin deserciones.

La batuta de Attilio Cremonesi volvió a ser rápida y otra vez se advirtieron los valores y los problemas que eso tiene. Sin embargo, este reparto estuvo muchísimo más afiatado y no hubo descuadres entre el foso y la escena. Es evidente que esta ópera no es una carrera por llegar al final y que el juego de enredos debe ser matizado por los momentos de intimidad, que se vuelven intrascendentes si se toman con tanta ligereza. Además, la velocidad termina por hacer olvidar el goce por el canto y el cuidado por la línea, a la vez que impide valorar la riqueza expresiva del texto de Lorenzo da Ponte.

En este caso, hubo una cohesión mayor con la orquesta y un vínculo más acabado y cómplice entre los cantantes, lo cual enriqueció el juego no tanto por el movimiento en sí mismo, que en lo fundamental fue lo que se marcó al elenco extranjero, sino por el tono, por la garra expresiva y por la comunicación con la sala, algo que es primordial en una ópera como esta.

También ayudó que cada uno de los artistas tuviera el brío interior de los personajes interpretados. Estuvo notable el barítono Javier Weibel como Fígaro: dúctil, con la voz siempre rica en sonoridad y gozoso en su juego teatral. Patricio Sabaté es un actor de recursos y cantó la gran escena del Conde "Hai già vinto la causa" con el imperio que se necesita, haciendo natural la transición entre el recitativo y el aria que además le pide agilidad. Gran aplauso tuvo Marcela González en el papel travestido de Cherubino, que interpretó con encanto y solvencia. Chispeante y movediza la Susanna de la siempre musical Patricia Cifuentes, que logró hacer de su aria "Deh, vieni non tardar" uno de los pocos momentos interiores de la función. Paulina González no es una soprano mozartiana, pero cantó una muy buena Condesa, bien diferenciada en timbre respecto de Susanna. Lamentablemente, su "Porgi amor" pasó casi inadvertido por el tempo en que fue tomado. En cambio, pudo lucir mejor su excelente material vocal en "Dove sono", un aria de escollos y cambios dinámicos que dan cuenta de las disquisiciones internas del rol. En los papeles comprimarios, todo anduvo sobre ruedas: Andrea Aguilar (divertida Marcellina), Rodrigo Navarrete (solvente Don Bartolo), Annya Pinto (dulce Barbarina), Francisco Huerta (Don Basilio), Exequiel Sánchez (Don Curzio) y Matías Moncada (Antonio).

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