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Esperada publicación El destino de sus manuscritos:

La azarosa historia del "Diario íntimo" de Luis Oyarzún

domingo, 18 de junio de 2017

Pedro Pablo Guerrero
Artes y Letras
El Mercurio

A partir de julio, la obra magna del escritor chileno volverá a circular en librerías gracias a la iniciativa de Editorial UV, el sello de publicaciones de la Universidad de Valparaíso.



Veintidós años de espera. Una eternidad para los que no alcanzaron a comprar el "Diario íntimo", de Luis Oyarzún, publicado en 1995 por el Departamento de Estudios Humanísticos de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile. Libro de casi nula circulación comercial, hoy inencontrable. Su, editor, Leonidas Morales, académico del Departamento de Literatura en la misma casa de estudios, trabajó durante casi diez años para ordenar, fechar y anotar las copias mecanografiadas, sobrevivientes del "máximo desorden" que rodeó a los cuadernos de Luis Oyarzún antes y después de su muerte.

"Era muy fácil que los perdiera si escribía en cualquier parte -recuerda Morales-. En una casa de campo, alumbrado con una vela; a bordo de un barco o de un avión. Y después se los leía a los amigos en sus tomateras nocturnas".

Si el Diario de Oyarzún es el de un viajero, el de Mario Góngora sería más bien el de un sedentario, contrasta Morales en "El diario íntimo en Chile" (2014). "Dos estilos de pensamiento", dice este especialista que editó también el del historiador.

Distinguido con el Premio Municipal de Ensayo 1996, el volumen de 700 páginas que ahora publica Editorial UV reproduce -por voluntad expresa de Leonidas Morales- la edición de 1995, pero añade palabras faltantes, corrige aquellas mal escritas e incorpora, tanto en la portada como en interiores, óleos del pintor Carlos Pedraza, amigo de Oyarzún desde los años en que se conocieron en el Internado Nacional Barros Arana (INBA).

"En la pintura de Pedraza hay una sensibilidad que coincide con la de Oyarzún; ambos dialogan en la forma en que perciben la naturaleza", señala el editor Ernesto Pfeiffer, quien hace notar que las ilustraciones muestran lugares que Oyarzún frecuentó, como el Parque Forestal, las Rocas de Santo Domingo y el río Calle Calle, junto al que descansan los restos del escritor desde 1972.

La odisea de los cuadernos

Su llegada a Valdivia se comenzó a gestar dos años antes. El 5 de septiembre de 1970 sorprende a Luis Oyarzún en Nueva York, donde se desempeña como agregado cultural ante las Naciones Unidas del gobierno de Eduardo Frei Montalva. "Lo que acaba de producirse en Chile, ayer, es una mutación: el punto inicial de una carrera hacia lo imprevisible, con todos nosotros -los adultos mayores- a la retaguardia o en el olvido", anota en su "Diario íntimo". Para Oyarzún, con 50 años de edad, la elección de Allende supuso, en efecto, un desplazamiento. No solo su regreso al país, sino la pérdida de influencia en la Universidad de Chile de su círculo de amigos más cercanos desde los tiempos del INBA: Nicanor Parra, Carlos Pedraza y Jorge Millas, en primerísimo lugar.

Según lo previsto, la misión de Oyarzún en Estados Unidos culminó en marzo de 1971 y ese mismo año se trasladó con su madre a Valdivia. Gracias a gestiones de su hermano Fernando, prestigioso siquiatra y académico, había conseguido que el rector de la Universidad Austral, William Thayer, lo pusiera a dirigir Departamento de Extensión Cultural de la casa de estudios. Muy poco más alcanzó a vivir Oyarzún. La soledad, los desengaños y el alcohol destruyeron su salud. Internado de urgencia en el hospital, murió el 26 de noviembre de 1972. "TAKEN for a RIDE" fueron las últimas palabras que anotó en una libreta de tapas rojas. Expresión coloquial con varias traducciones posibles: llevar de paseo, asesinar, pero también pasar gato por liebre.

Conservó esa libreta Eugenio Oyarzún, sobrino del escritor y figura clave para el futuro de sus manuscritos. Según le contó al periodista Óscar Contardo, autor de "Luis Oyarzún. Un paseo con los dioses" (Ediciones UDP, 2012), fue él quien halló, en el escritorio de su tío, los cuadernos en que Oyarzún escribió el diario de vida que comenzó a los 19 años. Hortensia Peña, madre del escritor, se los facilitó poco después a una comisión formada en la Universidad Austral, tras la muerte de Oyarzún, que se ocuparía de la publicación de sus inéditos. A fines de los 70, los entregó al abogado y bibliófilo Sergio Fernández Larraín, quien le compró los derechos para editar el Diario. Durante un año y medio, Eugenio transcribió los textos a máquina, tomando la precaución de sacar dos copias, una de las cuales le envió a Fernández. Por suerte.

En 1983, la muerte del coleccionista provocó el extravío de los originales. Su familia, al parecer, traspasó todos sus documentos y libros a la Biblioteca Nacional, incluidos los cuadernos de Luis Oyarzún. Sin embargo, ni el sobrino del autor ni Leonidas Morales pudieron encontrarlos allí. Desde el Archivo del Escritor, su encargada actual, Claudia Tapia, confirma a "El Mercurio" que ellos solo conservan, además de cartas, prosas y poemas de Oyarzún, "un 'diario íntimo', como título asignado, transcrito por Eugenio Oyarzún a máquina con correcciones, tomado de diferentes textos entre 1949 y 1972. En total son 144 hojas".

Tras la muerte de Hortensia Peña, en 1985, su nieto Eugenio Oyarzún asumió como albacea y le pasó la copia mecanografiada que conservaba al poeta y editor Omar Lara, amigo y ex colaborador de Luis Oyarzún. Eran casi mil páginas. Por razones financieras, Lara decidió publicar una selección, pero el proceso de ordenamiento lo abrumó y terminó convocando para esa tarea al profesor Leonidas Morales, quien había llegado a hacer clases en la Universidad Austral en 1964, invitado por el rector Félix Martínez Bonati, y trabajó en ella hasta 1973. Morales había conocido a Oyarzún, aunque hasta hoy lamenta no haber compartido más con él.

Trabajó a conciencia durante dos años y al cabo de ellos publicó, en 1990, una selección del "Diario íntimo" (Ediciones LAR). Muchos lectores que habían conocido de cerca al escritor se sintieron decepcionados. Desde las páginas de "El Mercurio", Enrique Lafourcade manifestó la sospecha de que habían expurgado el texto de Oyarzún. El cronista echó de menos "esa prosa alada, inteligente, aguda, irónica, plena de humor, satírica, indiscreta. Sobre todo esto último: indiscreta".

Una nueva edición del "Diario íntimo", esta vez completa, apareció en 1995, publicada por la Universidad de Chile. Abarcaba la totalidad de los cuadernos disponibles entre 1949 y 1972. Leonidas Morales corrigió errores de la edición anterior, luego de reordenar y fechar casi todas las páginas. Excluyó, por consideraciones de calidad literaria y extensión, los poemas que Luis Oyarzún solía escribir, entremezclados con las anotaciones del Diario. También dejó fuera largas citas de libros que el autor copiaba, sin comentarlas, para utilizar en clases o artículos, a la manera de los carnets de Camus. Omitió, por último, las páginas que dieron origen a "Diario de Oriente" (1960), reeditado en 2016 por la Universidad Austral de Chile.

Sospechas de censura

-Del material que tuvo a su disposición, ¿no excluyó nada por otra clase de consideraciones?

"Nada. Más aún, desarrollé una verdadera lucha para que Eugenio Oyarzún, el sobrino, me entregara en 1993 dos libretitas que llevó Lucho hasta el día anterior a su muerte, y que no me había pasado al comienzo. Lo conseguí y las incluí. Tuve con él un alegato, digamos, de sentido común: 'Pero, hombre, por Dios, si todo el mundo sabe que Lucho era homosexual, ¿vas a venir a ocultar eso? Es ridículo. Entonces, por favor, si tienes algún material que hayas sacado, pásamelo'. Dijo que no había sacado nada, pero que tenía esas libretitas donde hay también anotaciones que remiten a amigos de él".

Durante años, Morales se reunió con personas que conocieron a Oyarzún para ver si podía encontrar materiales inéditos que le ayudaran a llenar lagunas, como la del año 1969, del que no hay anotaciones. "Nadie me aportó ni un dato, así que al final renunciamos y hubo que trabajar con lo que había nomás", explica.

Morales supone que la comisión formada en la Universidad Austral, luego de la muerte de Oyarzún, pudo haber retirado manuscritos inéditos para examinarlos y no los devolvió a la familia. Integraban esa comisión Jorge Millas, Eugenio Matus y Hernán Poblete, secretario general de la universidad. "Matus no vio el archivo, pero no me cabe duda de que leyeron los cuadernos Jorge Millas y Hernán Poblete. Eran tipos, como diría Parra, medio potifruncis , y no descarto la posibilidad de que hayan sacado páginas, aunque no hay cómo probarlo", admite.

Más allá de la polémica, Morales valora el "increíble talento" de Oyarzún. "Nunca he visto en la literatura chilena crear y transmitir imágenes más vivas. Uno se entusiasma leyendo la descripción de un árbol o de un pajarito, pero nunca es algo ingenuo. Siempre hay detrás de esa mirada el presentimiento de que Oyarzún está viendo una cosa que no se podrá ver en algún tiempo más. Es decir, la naturaleza en estado de desaparición, como si estuviera asistiendo al duelo de lo que ve".


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Oxford, 1950 . Benjamín Viel, Luis Oyarzún, Juan Gómez Millas, Nicanor Parra y Guillermo Cabrera.
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Enrique Lihn y Luis Oyarzún fotografiados por Hans Ehrmann.
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