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La fórmula de Francisco Prat para triunfar con la manzana

lunes, 15 de mayo de 2017

Paloma Díaz Abásolo, desde Angol
Reportaje
El Mercurio

* El socio y gerente general de la empresa Chisa -Chilean South Apples S.A., de capitales chilenos y estadounidenses- lleva esta fruta en el ADN. Su familia la ha cultivado desde hace tres generaciones en Angol, en La Araucanía, y él lleva más de cuatro décadas en el rubro, como viverista, productor y exportador.



Casi 600 kilómetros al sur de Santiago, el verde de los pinos que rodean la Ruta 5 Sur se intercala con otros colores al desviarse levemente hacia la costa y mezclarse con campos de maíz, raps y otros cultivos, además de pequeños pueblos y, de vez en cuando, huertos de manzanos.

A simple vista, parece una señal del avance de la fruticultura hacia el sur del país, porque la mayoría son plantaciones modernas, con una alta densidad de árboles por hectárea. Pero la historia de esa zona con esta fruta no es nueva. Así lo aclara, de entrada, Francisco Prat Alemparte, quien lleva 46 años produciendo manzanas en el fundo Buenos Aires de Angol, en el norte de la Región de La Araucanía, donde su familia se ha dedicado a la misma actividad por tres generaciones, desde 1920.

"Siempre he estado involucrado en esto. He visto los hitos y las evoluciones de este negocio y siempre he estado aquí, en Angol, que a comienzos del siglo pasado fue una de las zonas más desarrolladas en manzanas. La aparición de la enfermedad de la venturia hizo que el crecimiento se desarrollara en Curicó, pero las nuevas variedades han revitalizado esta zona", detalla, sentado en su oficina, en la cima de un pequeño cerro rodeado de manzanos.

Reconoce que ha pasado por más de una crisis y que en algún momento evaluó plantar arándanos u otra especie, pero hoy considera que fue una decisión correcta haber perseverado en la manzana, aun cuando el sector pasa por un momento complejo a nivel nacional, con más de dos temporadas de precios bajos, variedades obsoletas y una superficie que, año a año, disminuye.

"Después de haber evaluado bien, resolvimos que la manzana requiere de tal dedicación y escala, que más valía no distraer recursos, atención ni suelos a otra especie, sino que focalizarnos en esto. Y focalizados nos ha ido mejor. Tuvimos una mirada de largo plazo", afirma.

Su decisión de continuar en la manzana implicó cambios concretos. El más importante fue abrir la empresa familiar a nuevos socios -a comienzos de los años noventa, al incorporar a Andrés Lyon y, en 2002, a Toronto Trust- para luego dar un salto mayor y sumar capitales estadounidenses en 2012, transformando a la empresa en Chilean South Apples S.A. y traspasando el 50% de la propiedad a la cooperativa agrícola Chelan Fresh y la empresa Brewster Heights Packing & Orchards, ligada a la familia Gebbers, grandes productores de manzanas en Estados Unidos.

Como resultado de esa última unión, en la que se mantiene como socio y gerente general, Francisco Prat detalla que en cinco años han plantado 480 hectáreas de manzanos, entre nuevas plantaciones y recambios, llegando a un total de 800 hectáreas, repartidas en campos entre Angol, Temuco y Mulchén, lo que les permite producir manzanas sin parar entre febrero y mayo. A ellas añadirán, el próximo año, otras 200 hectáreas con la nueva variedad royal red honeycrisp. También tienen 140 hectáreas de cerezos y piensan llegar a un total de 200 hectáreas, pero no proyectan crecer más en esa especie

"Este tipo de sociedades funciona con una combinación virtuosa entre profesionalismo y gente que está en el rubro y ama lo que hace, que es nuestro caso. Hay que cumplir con todos los estándares que permitan estar en el mercado. Es un desafío que vale la pena.Las crisis son parte de los ciclos, y hay que acomodarse y superarlas", asegura.

Advierte que lo fundamental para el rubro es la innovación: "Dentro de la agricultura, la industria de la manzana solo es comparable con el trigo. El nivel de innovación y gasto tecnológico que requiere año a año es impresionante, y el que no sigue ese ritmo y lo hace igual durante dos años, entra a números rojos".

La unión

hace la fuerza

En los huertos del fundo Buenos Aires de Angol hay sectores con árboles de troncos gruesos y follaje tupido, pero la mayoría son luminosos, con plantas más bajas e hileras más planas de lo común, como si fuesen muros cargados de manzanas. Francisco Prat los mira con detención y sabe de memoria la variedad y el año de plantación de cada uno de ellos, cuáles son los candidatos a ser replantados el próximo año y el rendimiento que dan por hectárea.

El más antiguo es de 2004, dice, pero solo es un tramo pequeño, porque la renovación de variedades que han tenido que hacer durante los últimos años ha sido muy dinámica, para poder reinventarse y de paso crecer en superficie.

"La incorporación de socios nos ha permitido crecer y estar en la última tecnología. Si nos hubiésemos quedado chicos, quizás, nos habría faltado la capacidad para hacer la renovación, porque cuando creces, llega un momento en que ya no duele tanto renovar lo antiguo, porque tiene una importancia relativa menor", asegura, mientras camina por una hilera de manzanos y comenta que, en general, mientras en Europa un huerto, en promedio, no supera los 12 años, en Chile es muy baja la tasa de renovación.

Plantea que en el caso de los productores que no pueden crecer en plantaciones, la mejor opción es asociarse, para generar economías de escala que les permitan ser más eficientes en el uso de maquinarias y nuevas tecnologías, y exportar juntos, ya que se trata de un negocio en el que los márgenes no dan para los intermediarios.

Es algo que impone desafíos para las exportadoras tradicionales, que -a raíz de esos elementos, reconoce- están volviendo a plantar sus propios huertos. "Las exportadoras están buscando agregar valor y atractivo a través de las variedades club, ya que tienen que ofrecer algo al productor que justifique los cobros que hacen, porque para exportar commodities es mucho más eficiente que los productores se junten", asegura Francisco Prat, aunque admite que en ese segmento de variedades, sujetas al pago de royalty, no todas serán exitosas a futuro.

Ir a la vanguardia

Un punto fundamental para analizar la rentabilidad de un proyecto de manzanos es saber cuánto se demorará en recuperar la inversión -que por hectárea puede bordear los US$ 50 mil para una variedad commodity, mucho más alto que los cerezos-, algo que también ha evolucionado rápido.

"Hace veinte años, acumular 100 toneladas a la quinta hoja (quinta temporada en producción) era el estándar que se buscaba. Hace cinco años, se hablaba de 160 a 170 toneladas, y hoy estamos superando las 200 toneladas", explica Francisco Prat.

Para no quedarse atrás en esa evolución, tanto en la producción del vivero como en la fruta están en línea con centros de asistencia tecnológica de Holanda, uno de los países que lleva la delantera en la investigación de manzanas, y han tomado medidas como dar más altura a los huertos peatonales para alcanzar mayores rendimientos, apoyándose en máquinas para la cosecha.

"El uso de esas máquinas implica inversiones grandes y tienen que contar con una ventana de uso amplia para que se justifiquen. Nosotros recién este año estamos justificando su uso continuo, porque gracias a la combinación de variedades y zonas podemos cosechar desde febrero, con la gala, hasta mayo, con la pink lady, sin parar", advierte el gerente de Chisa, sobre las diez máquinas que utilizan para apoyar la cosecha, en la que además trabajan alrededor de 600 temporeros.

Además de alcanzar rendimientos cada vez más altos y en forma eficiente, un desafío constante es responder a la calidad que exigen los mercados de destino, para lo que se necesita apuntar a la estandarización de la fruta, desde el diseño del huerto hasta la salida de la fruta al puerto.

"Nos ha ido bien en mercados que valoran marcas, como China. Somos los principales proveedores de manzana chilena en China y uno de los elementos que nos ha permitido tomar esa posición es que producimos todo con árboles de edades similares, formaciones similares y la misma mano. Eso hace que una marca sea confiable y consistente", plantea Prat.

Destacar el sabor de Chile

Una semana antes de la entrevista, Franciso Prat estuvo en Nueva Zelandia y una de las cosas que más le llamó la atención, al igual que como ocurre con el kiwi, es la ofensiva comunicacional y de márketing que realizan con sus manzanas, que son competencia directa para las chilenas.

Aunque las cajas que exporta Chisa llevan sellos que dicen "Fruta Fresca, cosechada en 2017" y que es producida en Angol, en Chile, para destacar los principales atributos que diferencian a la manzana nacional, reconoce que es un punto en el que como país hay mucho por avanzar.

"En Chile no se hace nada, ni siquiera sé si hay un comité de manzanas, y creo que hay muchas cosas que se pueden hacer. Hoy se tiende a decir que todo lo que hay no sirve y que solo las variedades club son buenas, y eso no es tan así. Tenemos que destacar que tenemos una manzana chilena de calidad, muy superior a otras. Nuestra manzana tiene mucho más sabor que una neozelandesa, porque está criada en condiciones de mayor estrés y eso hace que contenga más azúcar, pero no lo marqueketeamos", critica.

Otro tema que considera pendiente es avanzar con más celeridad en la apertura de algunos mercados, sobre todo con el de Taiwán, donde la manzana chilena paga un arancel promedio de US$ 8 por caja, mientras que Nueva Zelandia ingresa sin pagar arancel.

"Ese es un mercado que paga muy buenos precios, a donde Chile manda 2,5 millones de cajas, y que prefiere la manzana chilena, pero donde el arancel hace mucha diferencia. Es algo que saben todas las autoridades, pero han sido muy lentas en solucionar el tema, que para la industria es grave", dice Francisco Prat y explica que en los calibres grandes, que no tiene Nueva Zelandia, las manzanas chilenas retornan con precios del orden de US$ 35 por caja, mientras que en los calibres en los que están los neozelandeses ese valor baja a US$ 25.

Otro mercado clave por desarrollar es India, donde la manzana ingresa con 50% de arancel, aun cuando es el mismo para todos los países que envían la fruta.

"Yo creo que hace falta una renovación cultural de la industria chilena de manzanas, e incorporar prácticas modernas como las que se han desarrollado en cerezas y paltas, que en un rubro tan antiguo como la manzana no se han creado. Hay espacios para trabajar a nivel institucional, gremial y predial, para hacer y ofrecer un producto mejor", propone.

200 toneladas
es el rendimiento que se requiere hoy para un huerto de manzanos rentable.

Sabor
y frescura son los dos atributos que debe promocionar
la manzana chilena.

600
mil plantas tiene el vivero Buenos Aires de Angol.

800
hectáreas de manzanos tiene Chisa y el próximo año sumará otras 200 hectáreas.

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