"Es como estar en una ciudad europea", dice Juan Carlos Muñoz, director del Centro de Desarrollo Urbano Sustentable, Cedeus, de la Universidad Católica, sentado en la plaza frente al Palacio de los Tribunales de Justicia. El lugar forma parte de las recientes transformaciones vividas por el centro de Santiago, una serie de operaciones enmarcadas en el Plan Centro -proyecto impulsado por la municipalidad-, que a través del ensanche de veredas y angostamiento de calzadas, entre varias otras medidas, busca priorizar el transporte público, el flujo peatonal y el uso de bicicletas en ejes como Compañía, Merced, San Antonio y Santo Domingo. "Son cambios de paradigma gigantes, coherentes con lo que se ve en otras ciudades -París, Madrid, Londres, Medellín- que están haciendo esfuerzos importantes por favorecer los espacios peatonales y bajar la cantidad de viajes en auto. Es hacia donde hay que ir", comenta el experto.
Pero la capital y su casco histórico conocen desde antes este tipo de transformaciones. En la peatonalización de Ahumada, Huérfanos y Estado está parte de los antecedentes de lo que se procura fomentar hoy: mejorar la calidad de vida urbana, algo que según Muñoz "pasa por estimular la movilidad sustentable y ambientes que favorezcan el encuentro; vivimos en ciudades para eso, para encontrarnos". Esa es la vocación que en mayor o menor medida encarnan estas arterias consagradas desde hace décadas a los transeúntes, simbólicas vías que los santiaguinos hicieron suyas tras años de servir al parque motorizado. "El gran mérito de su peatonalización es que se volvieron accesibles para el ciudadano común y corriente, que tuvo la posibilidad de disfrutarlas; eso es fundamental para la vida de la ciudad", comenta Simón Castillo, doctor en Arquitectura y Estudios Urbanos de la UC y docente de la Escuela de Arquitectura de la UDP.
Los 70 marcaron el inicio de estos cambios. En esa década, pese a las críticas y los temores de los comerciantes, quienes pensaban que al sacar los autos disminuirían sus ventas, se decidió modificar el perfil de Ahumada como una forma de mejorar la cara de Santiago y de sus calles "sobreutilizadas", dice Castillo. "Las micros circulaban por ahí a destajo, muchos preferían ir a otros sitios como Providencia para evitar la congestión y el ruido. Entonces se apostó por volver a una ciudad más amable". La intención de revitalizar el alicaído y deteriorado centro santiaguino -de frenar la fuga de residentes, locatarios y oficinistas- coincidió además con la construcción de la Línea 1 del Metro. "Durante ese período, Ahumada quedó interrumpida y empezó a usarse como calle peatonal; su conversión no hizo más que reconocer una práctica ya instaurada", explica el urbanista Genaro Cuadros. Algo similar pasó con Estado. Fue cerrada para la implementación de la estación Plaza de Armas de la Línea 5 del tren subterráneo, "volviéndose par peatonal de Ahumada". Huérfanos, en tanto, fue la opción en sentido oriente poniente. Modificada también en los 70, validó el éxito del modelo; sirvió como alternativa para desahogar de transeúntes a Ahumada y activó aún más el casco histórico.
Símbolos de la capital
-Estaban en el trazado inicial de la ciudad. Son puntos de referencia básicos para un santiaguino; tienen que ver con aspectos arquitectónicos, de identidad y vida urbana -dice Simón Castillo sobre el valor de las arterias que guardan gran parte de la historia local y por las que a diario circulan miles de personas -millones según algunas publicaciones- cuya transversalidad las empapa. "Desde siempre los habitantes de Santiago ocuparon esos espacios. Se compartía en plena calle", dice el profesional, y agrega: "Tuvieron una importancia crucial al conectar la Alameda con la Plaza de Armas, y los edificios que ahí se ubicaban, como la Catedral, también albergaron las residencias de los vecinos más importantes". Con el tiempo fueron mutando. De un carácter predominantemente residencial, pasaron a uno comercial, lo que según el historiador se consolidó en las primeras décadas del siglo XX, "cuando aparecieron el automóvil y las grandes tiendas".
También se instalaron otros servicios -en edificios de connotados arquitectos- que les fueron dando un sello. En el Paseo Ahumada se levantó por ejemplo el Hotel Crillón -esquina Agustinas- y la casa matriz del Banco de Chile, obras que le entregaron una impronta que conserva hasta hoy. Estado, por su parte, albergó uno de los primeros edificios de arquitectura moderna: el Oberpaur, donde funcionó por años la confitería y boîte Goyescas; junto a otros locales como el Pollo Dorado -también en esa arteria- fue centro de la bohemia santiaguina de los años 40, 50 y 60. Huérfanos, en tanto, recibió instituciones de carácter más estatal. Ahí se ubicaron la Caja de Crédito Hipotecario y más tarde el edificio de Codelco, además de bancos y algunas sedes ministeriales. "Aparte del valor material, guardan uno simbólico: dinamizan el espacio, aumentando las posibilidades de interacciones, lo que es vital para una urbe", comenta Cuadros. Para él, al igual que para Juan Carlos Muñoz, sería ideal que todo el casco histórico fuera peatonal. Saben que por ahora no es factible, pero valoran lo hecho por el Plan Centro. "Estamos viendo pasos y decisiones audaces. Hay que fomentar que otras comunas y ciudades se animen a lo mismo", dice Muñoz. "Cuando salen los autos, aparecen las
personas", concluye.
"Si comprendemos identidad como una forma de sentirnos parte de algo, entonces estas calles responden a eso", explica Castillo.