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"El Contrabajo", "El pájaro de Chile":

Otro modo de ver el teatro

domingo, 30 de abril de 2017

Agustín Letelier
Artes y Letras
El Mercurio




Dos obras que nos hacen mirar el teatro de otro modo se han presentado en Santiago este mes de abril. Al Centro GAM el Teatro Reconstrucción trajo desde el Sur la obra "El pájaro de Chile", y en el Teatro del Puente, el Teatro Armonía presenta "El Contrabajo", del escritor alemán Patrick Süskind. Ambas tienen en común haber comenzado a representarse hace más de dos años y lo han hecho en espacios no convencionales.

El Teatro Armonía inició sus presentaciones de "El Contrabajo" el año 2015 en un departamento de Providencia al que no podían ingresar más de 12 personas. Hicieron allí dos temporadas. El año pasado se presentaron en una oficina del segundo piso del Espacio Diana; en enero de este año estuvieron en el Festival Santiago Off y ahora llegaron al Teatro del Puente. Como un rito que forma parte de la obra, los directores Thiago Correa y Félix Venegas reúnen al público antes de entrar, explican que a su amigo contrabajista no le gusta recibir visitas, pero que ha aceptado recibirnos porque sabe que nos interesa la música. El diálogo que el actor entabla con el público, al que ha ofrecido cervezas que muchos aceptan, es muy real. Explica que el sonido profundo del contrabajo hace un aporte fundamental en las orquestas, pero pocos lo notan y si aparece el corno, todos se fijan en él. Ha establecido una intensa y conflictiva relación con su contrabajo. Es enorme e invasivo y si invita a una mujer a su departamento, inevitablemente su presencia se interpone. Él ama a una soprano, sueña con tocar junto a ella, pero solo existen dos arias para contrabajo y soprano y son del totalmente desconocido Johann Sperger. Como una concreción de sus esperanzas, la voz de Euli Fritis comienza a escucharse tenue y lejana, luego entra, cruza lentamente la sala y desaparece. Cuando actuaban en el departamento, la soprano Gabriela Ernst tenía que cantar desde la azotea de un edificio vecino, esa voz es un aporte indispensable en la obra. Patrick Süskind imaginó unas murallas acolchadas para lograr insonorizar el departamento, esta puesta en escena las reemplaza por pizarrones verdes en los que el actor Alexis Espinoza explica elementos de las partituras. La obra tiene un tono de ironía y acentúa los juegos teatrales, pero el efecto central es adentrarnos en lo que es la ejecución musical y mostrarnos las tensiones y contradicciones en que viven los artistas.

Leyla Selman y su Teatro Reconstrucción se han propuesto recuperar el gran pasado teatral de Concepción, hoy un tanto desvanecido. Desde el año 2005 trabajan en la periferia de la ciudad. Colaboran con la Corporación Cultural Artistas del Acero y el Goethe Zentrum. Han hecho volar "El pájaro de Chile" en centros culturales de Arauco, Angol, Quirihue, San Carlos, y en el Centro Cultural de España en Santiago en funciones gratuitas.

La obra "Pájaro de Chile" interpreta una ilusión de muchos jóvenes trabajadores, llegar a ser una estrella deportiva. Luis es un muchacho que desde niño anda en su bicicleta. Corre por los caminos de tierra, sube cerros, va por las quebradas. Todo el día está en su bicicleta. Una mañana ve un grupo de ciclistas, se une a ellos, entra en el juego de pasarse unos a otros y los adelanta con gran facilidad. No sabía que era "La vuelta de Chile". Se hace famoso. Un representante le ofrece inscribirlo para el Tour de Francia y otros grandes torneos. Se transforma en un héroe nacional. La obra se hace compleja al querer mostrar una serie de problemas sociales: el padre que se desequilibra al ser abandonado por su esposa, una vecina que tiene una hija discapacitada y actúa en forma artera, la madre que reaparece cuando el hijo es famoso, una periodista que busca su propio lucimiento y puede frustrar la carrera de Luis, todo matizado con canciones de Violeta Parra, bailes folclóricos y cuecas. "El pájaro de Chile" es ya un ícono de la región y Leila Selman se ha convertido en la gran dramaturga del sur. Fundamental ha sido el aporte del director Rodrigo Pérez, que ha sabido encauzar las capacidades de cada uno y se da tiempo para viajar durante meses varios días a la semana para orientarlos y ensayar.

Lo que hace Rodrigo Pérez en Concepción lo ha hecho también Soledad Lagos con compañías del norte; Natalia Cuéllar, Carla Lobos, Lobsang Palacios con sus grupos de Butoh; María Jesús González con su teatro para ciegos, y como ellos, tantos conjuntos teatrales de autogestión que participan en festivales y se presentan durante todo el año. En un tiempo de desconfianza, cuando todo se ve oscuro, la existencia de estas compañías que subsisten con un mínimo, que actúan por una necesidad interior de hacerlo, nos obliga a ver el teatro de otra manera, aquí los resultados artísticos no son lo esencial, lo central es la generosa entrega a una acción que importa por su aporte a los demás y a sí mismos.

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