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Crillón: El primer gran hotel de Santiago

sábado, 15 de abril de 2017

Yasna Kelly FOTOGRAFÍAS, FAMILIA SAHLI Y REVISTA ZIG-ZAG
Vida Social
El Mercurio




A comienzos del siglo pasado, Chile ya tenía una economía fuertemente basada en la minería. Comenzaba la crisis del salitre y el auge del cobre. Este lejano país recibía visitas ilustres que llegaban "en vapor" a Valparaíso o cruzaban la cordillera de los Andes. Sin embargo, Santiago carecía de hoteles para recibir a las grandes personalidades. No quedaba otra que alojarlos en las casas de "familias de sociedad". Fue el caso, por ejemplo, del príncipe Enrique de Prusia, quien en 1914 debió hospedarse en la casa de la familia Morandé.

Entonces se produjo la oportunidad. En 1932, Ana García Moreno viuda de Larraín decidió vender la casa de 8 mil m {+2} , en la esquina de Agustinas con Ahumada, a Adriana Cousiño Goyenechea en 3,8 millones de pesos de entonces, según registran documentos de la época. Ese mismo año, la familia Cousiño la convierte en el primer hotel de lujo de Chile.

El edificio de cinco pisos -de los arquitectos Alberto Siegel (austríaco) y Augusto Geiger (suizo), y que había sido construido entre 1917 y 1919 para los Larraín García-Moreno- se alajó con mármoles, finas alfombras, lámparas de cristal, pesados cortinajes, esculturas y muebles de caoba traídos de Europa. Por un breve tiempo se llamó "Hotel Savoy", pero a poco andar se rebautizó como Hotel Crillón, emulando al que había en París -"crillón" se refiere a un poblado francés en la región de Picardía-. Fue la familia Kuppenheim, venida de Francia, la que se hizo cargo del edificio y del negocio hotelero desde sus inicios. Y el Crillón de Santiago pronto tomó protagonismo en todo el continente. No solo hospedaba a extranjeros, sino que congregaba a la bohemia capitalina y a la alta sociedad, siendo sus amplios comedores cerrados y al aire libre el epicentro de grandes recepciones. Su salón de té podía reunir en un día a 600 personas, y su bar era el punto de encuentro indiscutido de políticos y hombres de negocios. Los clientes "habitués" del hotel contaban, incluso, con su propia casilla de correo en el lugar. El restaurante era un lujo para la época. Faisán o venado eran parte de las exquisiteces que ofrecía su cocina, recetas que en 1951 fueron reveladas en un libro.

Allí se alojaron Dwight Eisenhower, Cantinflas y Clark Gable, del que se cuenta que el destacado periodista Tito Mundt se disfrazó de botones para entrevistarlo. A poco de inaugurarse, en 1935, el escritor Joaquín Edwards Bello se inspiró en este hotel para escribir "La chica del Crillón", que trata de la vida de Teresa Iturrigorriaga, una supuesta mujer de sociedad empobrecida que frecuentaba el hotel para rodearse por un momento de la cr è me de la cr è me .

La segunda etapa del hotel

En los años 60, los empresarios Fernando y Pablo Sahli, junto a su madre, Berta Natermann, compraron a los Kuppenheim la operación del hotel, que comenzaba a experimentar la dura competencia -el Hotel Carrera se había inaugurado en los años 40- y el hecho de que los "epicentros" sociales comenzaban a diversificarse. Los Sahli se propusieron, entonces, recuperar su prestigio. Para ello no solo sometieron al edificio, al mobiliario y a todo la hotelería a una renovación, sino que se reinventaron diversas actividades para mantener viva la tradición de este hotel. Desfiles de moda, fiestas de matrimonio, un restaurante con música de piano en vivo y la elección del Miss Mundo Chile fueron parte del esfuerzo que se mantuvo hasta 1977, año en que cerró sus puertas definitivamente.

Desapareció el hotel, pero el edificio y la marca siguen en manos de la familia Cousiño, que remodeló el inmueble, construyó una galería y hoy alberga allí una casa comercial.

DRAMAS PASIONALES

Pero no solo la vida social y el lujo hicieron célebre al Crillón. Allí se urdieron apasionados romances, escándalos e importantes negocios.

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