Dólar Obs: $ 948,61 | -0,72% IPSA -0,25%
Fondos Mutuos
UF: 37.237,20
IPC: 0,40%
Entrevista La fragmentación de lo público:

Todos somos artistas: imagen y política en el mundo digital

domingo, 09 de abril de 2017

Juan Rodríguez M.
Artes y Letras
El Mercurio

Boris Groys estuvo en Chile la semana pasada para hablar del ser humano como obra de arte. Filósofo, crítico y curador, sus ideas sobre las vanguardias y las tecnologías hacen de este alemán, formado en la URSS, uno de los intelectuales más incitantes de la actualidad. "Internet es una iglesia para confesiones", dice.



Hace cien años Marcel Duchamp envió un urinario a una exposición. Las vanguardias literarias y artísticas del siglo XX levantaron sus armas contra el museo, contra los privilegios y la excepcionalidad del arte. Contra su sacralización y conservación: todo pasa, todo podía ser obra, ready-made , dijeron; y todos podían ser artistas... de sí mismos. ¿Habrán imaginado que esos sueños los harían carne el estalinismo y, más recientemente, internet?

Eso sugieren las ideas del filósofo, crítico y curador de arte alemán Boris Groys (Berlín, 1947), quien estuvo la semana pasada en Chile invitado por Pedro Ignacio Alonso, profesor de la Escuela de Arquitectura UC, para dictar la conferencia "Los seres humanos como obras de arte" y participar de un seminario sobre el vanguardista ruso Kazimir Malevich. (La visita fue posible gracias a la Escuela de Arquitectura y la Dirección de Investigación de la UC.)

Según se lee en las solapas de algunos de sus libros, Groys es hijo de padres rusos, estudió filosofía y matemáticas en la Universidad de Leningrado, fue parte de los círculos alternativos del arte y la intelectualidad en dicha ciudad y Moscú durante la dictadura soviética, y emigró en 1981 a la República Democrática Alemana. Hoy es profesor en la Universidad de Nueva York y en la Escuela Superior de Diseño de Karlsruhe.

El arte total soviético

Stalin y el realismo soviético realizaron el sueño de los vanguardistas rusos de ser demiurgos de la realidad, "la realidad soviética de la época estaliniana puede ser descrita como una única escenificación multimedial: como una obra de arte total, capaz de absorber e incorporar completamente dentro de sí a su espectador", escribe Groys en su libro "Obra de arte total Stalin" (Pre-Textos).

Mientras que en títulos como "Volverse público. Las transformaciones del arte en el ágora contemporánea" y "Arte en flujo. Ensayos sobre la evanescencia del presente" (ambos en Caja Negra), leemos que gracias al fácil acceso a las cámaras digitales y al video, combinado con internet -"una plataforma de distribución global"-, hoy "hay más gente interesada en producir imágenes que en mirarlas".

Y no sólo eso, internet y el espacio público digital -en el que todos somos artistas- consumaron la desacralización del arte, el desarrollo de un "realismo directo", de un arte sin producto o que produce prácticas evanescentes y disuelve los privilegios del arte. No es que este haya empezado a representar el fluir del tiempo, sino que "el arte como tal se ha vuelto fluido", apunta Groys. O sea, se ha abolido todo privilegio.

Otro tanto ocurre con el museo, que "ha dejado de ser el lugar para una colección permanente y se ha vuelto el escenario de diversos proyectos curatoriales, tours guiados, proyecciones, conferencias, performances , etc."

En el presente -que comenzó a principios del siglo XX-, el imperativo cristiano de formar la propia alma fue reemplazado por la obligación de diseñarse a sí mismo. "No puedes no ser un artista", dice Groys, sentado en el lobby de un pequeño hotel en Providencia. "Hoy todos queremos ser artistas. Creas tu propia imagen y defines cómo apareces ante el público: eliges tu ropa, tu corte de pelo, citas una u otra fuente, etcétera; diseñas tu aparición en el mundo. Eso es algo nuevo, porque por mucho tiempo la tradición fue la que definió como aparecías en el mundo".

-¿También funciona así en internet?

"Absolutamente, porque si participas en una red social, por ejemplo en Facebook, creas tu rostro ( face ), escribes textos, compartes cosas, tal vez vídeos, selfies , lo que sea. A través de la red también te presentas a ti mismo ante el mundo exterior. De hecho, la gran pregunta es: ¿A quién te presentas? Porque un ser humano no puede mirar todo internet, es demasiado grande. Así es que actúas de un modo confesional, es como en la confesión cristiana, pero con un dios ausente, le hablas a la nada: internet es una máquina o una iglesia para confesiones donde no hay espectador ni oyente".

La fe y el compromiso

A propósito de la circulación de noticias falsas en internet y del éxito electoral de figuras como Donald Trump y del Brexit, la última moda en la ciudad de las letras digitales es el concepto de "posverdad"; un neologismo que el Diccionario Oxford eligió como palabra del año en 2016. Sin embargo, Groys no cree que el concepto nombre algo nuevo. "La posverdad no tiene sentido para mí", dice. "Yo hablaría de 'posverificación', y la 'posverificación' siempre ha estado. La idea de verdad empírica fue usada en contra de la iglesia católica ('si dices que Jesús resucitó, por favor pruébalo empíricamente'). Pero por supuesto todas las informaciones del mundo exterior, incluidas las noticias, siempre han sido imposibles de verificar".

-El concepto se usa para explicar el éxito de Donald Trump y del populismo, que plantean ideas falsas que la gente cree, y por eso los vota.

"Pero la otra campaña [la de Hillary Clinton] también usó ideas que posiblemente no son verdad. Hace siglos se habla de que en una guerra la verdad es la primera víctima. En la política no hay verdades, solo hay compromiso, la decisión de seguir ciertos objetivos. En muchos de sus textos, Derrida dice que el campo político está constituido por la ausencia de la verdad, porque si hubiera una, no habría necesidad de tomar decisiones políticas. Permanentemente operamos con noticias e informaciones que nos llegan de zonas donde la verificación es imposible, y esa imposibilidad es una precondición para toda decisión política: simplemente resolvemos que creemos en esta información y no en esta otra; esa decisión es política. El asunto es que tendemos a no discutir la cuestión de la fe. Pero el problema de la fe es, de hecho, un problema político: ¿por qué crees esto y no esto otro si no tienes ningún criterio científico de elección?".

Para encontrar una respuesta, Groys propone -en serio, pero con risa- ir a leer a Kierkegaard, el filósofo danés, padre putativo del existencialismo, que dijo que la fe era un salto al vacío. También a Marx, porque ambos se hicieron la misma pregunta: "¿Cómo tiene que operar el individuo en el mundo hegeliano o poshegeliano?". Es decir, en ese mundo donde la evidencia absoluta es imposible, donde la pretensión de verdad es una ilusión. "Y la respuesta es, en ambos casos, a través del compromiso individual. Porque todo lo demás es ficción, ideología -como dijo Marx-, todo lo que pretende ser verdad es de hecho ideología. En cambio el compromiso político es real, porque se dirige a la práctica; ahí comienzas a actuar".

-Usted incluye a Kierkegaard y Marx en la "antifilosofía", ese pensamiento que no opera mediante la crítica, sino de llamados a cambiar el mundo.

"En 'Introducción a la antifilosofía' [Eterna Cadencia] hablo sobre esta condición de que no hay evidencia confiable para la razón. No hay algo común que se pueda basar en ella y entonces tienes que mirar las distintas maneras cómo te comportas para crearlo. Esa comunidad es política, es la comunidad del compromiso con el mismo proyecto. No es un compromiso basado en la evidencia de lo que fue; es decir, no está basado en el pasado ni en el presente, sino que en el proyecto de un futuro común. Y este futuro no es verdad, porque no hay futuro; es una meta, es algo que debe ser creado, no es algo que ya esté ahí. Ese es el comienzo del modo poshegeliano de pensar: descubres la unidad no en los fundamentos del pasado ni del presente, sino que en la creencia en un esfuerzo de traer algo que todavía no está ahí. Kierkegaard lo plantea respecto a la relación con Jesucristo: dice que nadie puede reconocerlo como el hijo de Dios (y eso ya es posverdad), pero te puedes comprometer con Jesucristo y entonces hacerlo el hijo de Dios".

Aunque, claro, nuestro mundo poshegeliano incluye internet y a los seres humanos devenidos en artistas de sí mismos. Si "el interés de Stalin era crear un espacio público unificado", en el mundo digital "el resultado inmediato es la extremada fragmentación del espacio público", dice Groys. "Quienes siguen tu presentación ante el mundo son, básicamente, tus familiares y amigos, e interactúas con personas que tienen opiniones similares a las tuyas". Por eso, insiste, "internet fragmenta a la sociedad y eso significa que la política comienza a operar en un espacio muy fragmentado".

-¿Internet es un paraíso democrático e igualitario o un infierno de vigilancia?

"Lo más importante aquí es que internet es propiedad de unas pocas grandes corporaciones. Y estas existen para generar utilidades, así es que lo interesante es cómo lo hacen. No generan utilidades con lo que pones en internet, porque es gratis, no les interesa vigilarte; esas corporaciones están interesadas en ti como consumidor de publicidad".

-Entonces, ni paraíso ni infierno.

"No, es solo el capitalismo normal", contesta Groys, y ríe.

 Imprimir Noticia  Enviar Noticia