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Ana María García:

La eterna búsqueda de la mamá de Kurt Martinson

martes, 04 de abril de 2017

Por Antonia Domeyko. Fotos: Sergio López I.
Reportaje
El Mercurio

Han pasado más de dos años desde que el guía turístíco Kurt Martinson desapareció en San Pedro de Atacama. A un mes de que el caso se reabriera, su madre, Ana María García habla de cómo su vida se transformó en una búsqueda que no ha logrado tener resultados, y de cómo hoy está intentando rearmarse sin perder las esperanzas de que el cuerpo de su hijo aparezca.



-Aló, ¿ Kurt? -dijo Ana María García a través de su celular.
-...
Pero no recibió respuesta. La señal se cortó. Era la noche del martes 25 de noviembre de 2014. Ana María volvió a llamar. El teléfono estaba apagado.
-Yo ya tenía la sensación de que a Kurt le había pasado algo -dice Ana María, de 62 años.
Era la segunda vez que intentaba ubicar a su hijo, el guía turístico Kurt Martinson, que en ese entonces tenía 35 años. El día anterior le había mandado mensajes de WhatsApp, porque quería coordinar con él el envío de una bicicleta que le había comprado para moverse por San Pedro, donde estaba viviendo y trabajando. Pero no recibió respuesta.
A la mañana siguiente, el miércoles 26 de noviembre, Ana María García decidió llamar directamente al Hotel Alto Atacama, donde Kurt trabajaba, y se enteró de la noticia: su hijo no estaba.
Desde ese día han pasado dos años y cuatro meses. Fue así como se endeudó con préstamos del banco, viajó cada semana que pudo a Calama, dejó de lado su vida y al resto de su familia para involucrarse personalmente en la búsqueda.
Una investigación que no ha tenido resultados concretos y que llevó a que la Fiscalía de Antofagasta cerrara el caso el pasado 15 de diciembre, señalando que ya se habían hecho todas las diligencias posibles. Pero Ana María decidió apelar.
-Dos años es muy poco para cerrar cualquier caso, y más si se trata de una persona. Si uno lo compara con el caso Penta o SQM, estos no están cerrados y es porque es plata. Una investigación se puede cerrar más o menos después de tres años para decir "hicimos todo", y en este caso todavía falta mucho por hacer -dice Ana María.
Así, el viernes 3 de marzo, después de dos horas de reunión con los abogados del caso, la Corte de Apelaciones de Antofagasta reabrió la investigación.
-Fue una emoción tan grande que no podía hablar, no pude decir nada -dice Ana María.

LA BÚSQUEDA
Cuando Ana María se enteró ese miércoles de noviembre de 2014 que su hijo estaba desaparecido, ella y toda su familia viajaron de inmediato a San Pedro de Atacama. Viajó su ex marido Glenn Martinson y sus tres hijos, Francisco, Paul y Annie, a buscar a Kurt.
Annie Martinson fue la que se quedó durante más tiempo en San Pedro. En Santiago dejó a su hijo pequeño a cargo de su marido y de sus suegros, y en la empresa en la que trabajaba como ingeniera ambiental le dieron los permisos necesarios. Hasta que después de dos meses su madre la llamó por teléfono:
-Me dijo: "Annie esta lucha es mía. Yo soy la mamá. Devuélvete". Yo no quería pero insistió "tienes un hijo, devuélvete" -dice Annie mientras sus ojos se enrojecen.
Era enero de 2015, habían pasado dos meses desde que Kurt Martinson había desaparecido. Dos meses en que los familiares, Carabineros, la PDI y el Ejército habían hecho búsquedas extensas por el sector, pero no se había encontrado nada, además de los documentos y el celular de Kurt. Dos meses en los que la vida de Ana María García se transformó en una continua batalla.
-El primer año me endurecí porque me dediqué a buscarlo. No me permitía nada. Lloré muy poco y siempre sola. Si la investigación iba para el norte, yo caminaba por el desierto con otro grupo hacia el sur -recuerda Ana María.
Durante 2015 viajó casi todas las semanas a Calama, a reunirse con los fiscales, a conversar con los habitantes de San Pedro para ver si podían aportar con información, pero sobre todo, a rastrillar el área, financiando los viajes y expediciones con sus ahorros.
-Es injusto cuando me dicen a veces que "este cabro era millonario", por la cobertura que tenía la investigación. Nunca fuimos millonarios, lo que pasó fue que yo soy una vieja... me dicen que soy "una vieja cacho", porque yo fregaba todos los días a la Fiscalía. Si no me atendían el teléfono, viajaba a Calama. No me quedaba quieta y fregaba a los abogados para ver qué más podíamos hacer -dice.
Para financiar los viajes y las búsquedas, dice que abrieron una cuenta donde muchos cercanos depositaron. También lo hicieron desconocidos. Organizaban, además, rifas y bingos en beneficencia a la causa.
Paul Martinson, hijo de Ana María y fiscal adjunto de Delitos Violentos de la Fiscalía Occidente, recuerda cómo la búsqueda de Kurt absorbió la vida de su madre.
-Todas las reuniones que tenía, todos los lugares a donde iba, todas las conversaciones que tenía, todo, todo era relacionado con Kurt. Y claro, eso la tendía a angustiar porque además no había resultados. Entonces se entiende el nivel de angustia que se va produciendo con ese nivel de involucramiento -dice Paul Martinson.
De hecho, en un momento, recuerda Ana María, intentó tomar pastillas para dormir.
-Me levantaba y me acostaba pensando en Kurt, y dormía muy poco. Tomé remedios para dormir un rato, pero los dejé porque quería estar lúcida. A pesar de eso, algunas personas relacionadas con la investigación decían que yo era una delirante mística, porque creía en Dios. Incluso llegaron a decirme en un interrogatorio que yo le había provocado un shock psicótico a Kurt por haberlo molestado tanto -dice Ana María.
-¿Y cómo enfrentó usted esa acusación?
-Yo no pesco...

RELACIÓN MADRE-HIJO
Ana María García se casó con Glenn Martinson cuando tenía 19 años. Ella acababa de entrar a estudiar Estadísticas en la Universidad Católica, mientras él estudiaba Ingeniería Civil Industrial en la misma universidad. Rápidamente nació su primer hijo Francisco, y tres años después, el 25 de junio de 1979, nació su segundo hijo, Kurt. Ambos aún eran estudiantes.
Mientras Glenn Martinson egresaba como ingeniero, Ana María se había cambiado a Pedagogía, carrera que dejó en el camino también por el nacimiento de su tercer hijo, Paul. Por el trabajo de su marido vivieron un tiempo en Talca, después en Santiago, en la Comunidad Ecológica de Peñalolén. Hasta que en 1987, cuando Kurt tenía 8 años, contrataron a Glenn Martinson en Codelco, y partió toda la familia a vivir por 12 años a Chuquicamata, un pueblo que funcionaba exclusivamente para los trabajadores de la empresa minera.
-De Chuquicamata tengo los mejores recuerdos. Los fines de semana siempre nos íbamos a San Pedro a recorrer: íbamos a Tulor, a Chiuchiu, a la Quebrada de Jerez, y a Kurt desde ahí que le encantó la naturaleza, por eso eligió estudiar Turismo. A él le gustaba mucho San Pedro de Atacama, tenían muy buenos recuerdos de cuando íbamos -cuenta Ana María.
En 1999, Ana María se separó de Glenn Martinson, y seis meses después volvieron a Santiago. Kurt y sus hermanos se quedaron con ella, y un par de años después se fueron a vivir a la antigua casa que tenían en la Comunidad Ecológica. Durante ese tiempo, Kurt estudió Turismo en el Duoc, y Ana María tomó un diplomado en pintura en la Universidad Católica, y empezó a dedicarse a pintar óleos y acuarelas. Paralelamente, ella se volvió a casar, esta vez con un ingeniero agrónomo llamado Walter Rathgeb, de quien se separó el año pasado, después de la crisis por la desaparición de Kurt.
A diferencia del resto de sus hijos, Kurt vivía por temporadas con ella, especialmente cuando regresaba a Santiago, después de un viaje o trabajo de varios meses en lugares como Torres del Paine o San Pedro. Ana María dice que él era muy familiar, le gustaba que se juntaran cada vez que podían y que tenían una relación muy cercana.
-Éramos como los más parecidos de carácter, más al lote, más relajados, y también nos interesaba la onda de la religión. Con Kurt siempre estábamos leyendo cosas de la India, haciendo meditación. También conversábamos mucho de sus pololas, de sus problemas. No me debe haber contado todo, porque un hijo nunca le cuenta el ciento por ciento a la mamá, pero digamos que él me contaba el 90 por ciento, y el 10 por ciento se lo dejaba para él -dice Ana María.
Eran tan cercanos, explica su madre, que ella tenía acceso a todas sus cuentas del banco y tenía un poder especial para representarlo en lo que fuese.
-Yo tenía un poder irrevocable. Podía comprar, podía vender sus cosas, podía hacer todo en su representación. Decidimos hacerlo así para cuando él viajara. Así yo le depositaba dinero y lo apoyaba. Siempre he dicho que mientras yo viva a ningún hijo mío le va a faltar plata para comer y dónde vivir. A mis otros hijos les he prestado ayuda, pero nada casi al lado de Kurt. Me tocó ayudarlo más a él -dice.
De hecho, antes de que Kurt partiera por última vez a San Pedro, el 16 de julio de 2014, vivió cerca de cuatro meses en la casa de su madre. Teniendo a su hijo cerca, Ana María estaba muy familiarizada con sus pertenencias, por eso cuando desapareció y llegaron las declaraciones de las últimas personas que lo vieron, Ana María sintió que había muchas contradicciones respecto de lo que supuestamente llevaba puesto.
-Hay gente que dice que lo vio con polera, otros sin polera, otros a pie pelado, y yo sé exactamente la ropa que le falta, porque yo se la lavaba. Sé que le falta un polerón azul marino que le compré yo, unos caletines, hasta sé la ropa interior que le falta -dice Ana María, quien desde las primeras versiones comenzó a dudar.

LAS POSIBLES TEORÍAS
Durante los meses después de la desaparición de Kurt Martinson surgieron varias teorías de lo que había pasado, que se discutían en la investigación y en la prensa. Algunos decían que se había ido a Bolivia, donde vivió un tiempo antes. Se decía, también, que su desaparición había tenido relación con el narcotráfico en San Pedro. Y otra hipótesis sostenía que se habría suicidado o que habría sufrido algún tipo de delirio o crisis. Esta última, explica el abogado de la familia Vinko Fodich, es la que más considera la Fiscalía.
-Hay una hipótesis que dice que Kurt tuvo algún tipo de patología que lo llevó a caminar sin destino, y, cualquier persona que camina en el desierto, sin rumbo y sin estar equipado, termina muriendo. Esa es la hipótesis que a la Fiscalía le hace más fuerza, más sentido -dice Fodich.
Ana María desde un principio dijo que su hijo no sufría algún tipo de enfermedad que lo llevara a delirios. Solo explicó que cuando niño había tenido narcolepsia -que provoca un deseo irresistible de dormir-, pero que ya lo había superado.
-Trataron de decir que Kurt había dejado de tomar los remedios, cuando nunca ha tomado, que tenía esquizofrenia, que había tenido un brote psicótico, y eso es mentira. Y si hubiese sido así, y hubiese tenido esquizofrenia, ¿tú crees que yo lo habría negado? Además, si ese fuera el caso ya lo hubiesen encontrado. En esas condiciones uno lo encuentra.
-¿Qué es lo que cree usted que pasó?
-Que lo mataron, yo pensé eso desde el primer día. Él supo algo o vio algo relacionado con la droga y otras cosas terribles que pasan en San Pedro, y desapareció. Y eso que vio me lo contó a mí un poco antes de que desapareciera. De hecho yo hablé con un general de Carabineros y me dijo: "Su hijo no era narcotraficante, a su hijo le decían el sapo".
-¿Qué fue lo que su hijo le contó?
-No lo quiero decir, menos ahora que se reabrió el caso.
Un presentimiento similar tiene su hija Annie Martinson, quien desde la desaparición de su hermano creó una fundación para ayudar a otras personas que están viviendo lo mismo.
-En el caso de Kurt, no hay ningún factor que me diga que se haya suicidado. Es más, en el lugar donde dicen que estaba caminando nosotros pasamos con el Ejército, con helicóptero, con perros, no hay quebradas, no hay ríos posibles de arrastrar un cuerpo como para no encontrarlo. Por eso lo que nosotros estamos apelando es a que hay que investigar la participación de terceros -explica Annie Martinson.
El abogado Vinko Fodich dice que mientras no se encuentre el cuerpo y se haga una autopsia, no se puede descartar ninguna de las hipótesis.
-No podemos tener evidencia fidedigna de qué es lo que pasó. Sí se puede decir que el hecho de que no se encuentre nada de Kurt genera dudas en cuanto a una muerte accidental, ya que generalmente en esos casos se encuentran los cadáveres o al menos, los restos, como los niños del cerro Provincia o los del accidente en Juan Fernández. En este caso, no se ha encontrado nada, y eso es un dato que va contra las estadísticas de las muertes accidentales o suicidios. Es contra intuitivo -dice Fodich.

REARMARSE
En octubre de 2016 fue la última vez que Ana María viajó a San Pedro de Atacama. Viajó con un préstamo de un banco para financiar una nueva búsqueda, pero allá decidió que sería la última vez que iría al pueblo en el que desapareció su hijo.
-Decidí no ir más porque es como ir a meterme el dedo en la llaga yo misma. Y lo decidí también para poder estar en paz, para asumir que Kurt no está, porque si hubiera estado con vida me habría llamado, me hubiera dicho: "oye ya no me llamo Kurt, me llamo así, me pasó esto, no te preocupes más".
Su hija, Annie Martinson, la apoya en su decisión, y ha visto cómo su madre ha intentado rearmarse.
-Mi mamá ha retomado un poco más su vida, y eso es súper sano, porque para seguir buscando necesitas sanarte también. La veo mucho más repuesta, busca más sus redes de apoyo, y está más preocupada de ella. Como que está volviendo, pero sin olvidar a su hijo -dice Annie Martinson.
La decisión de Ana María fue confiarle su hijo a Dios, sin perder la esperanza de que aparezca su cuerpo.
-¿Siente que ha podido rearmarse o intentar sentirse feliz en algunos momentos?
-Mi hijo siempre quiso que yo fuera feliz. Han habido situaciones felices en que hay que sentirse feliz, pero para todo está el fantasma de que no está Kurt, y de repente me pasa que voy caminado por la calle, y veo a un chico de un metro noventa y tres, más o menos parecido a Kurt, se da vuelta y no es... y bueno, uno empieza a prepararse psicológicamente a que no aparezca.

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