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Reunión de expertos en Italia:

El uso de cigarrillos electrónicos está lejos de generar consenso

miércoles, 22 de marzo de 2017

C. González
Vida Ciencia Tecnología
El Mercurio

A medida que se suman nuevos estudios, mayor es la controversia sobre la seguridad de estos dispositivos y su utilidad como método para dejar de fumar.



Datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) indican que cada año cerca de 6 millones de personas mueren por alguna enfermedad relacionada con el consumo de tabaco, y que entre el 90% y el 95% de los fumadores que intenta dejarlo sin ayuda recae.

Porque junto con evitar que surjan nuevos consumidores, la gran batalla de los especialistas en salud es conseguir formas de apoyar a quienes buscan abandonar este hábito. Un campo en el que, desde su aparición hace poco más de una década, los cigarrillos electrónicos han dado que hablar. Sin llegar a un consenso.

La chilena Catalina Mujica ha recurrido a ellos en un par de ocasiones para abandonar el tabaco. Y tiene una opinión clara: "En la práctica, no sirve para dejar de fumar porque sigues ingiriendo nicotina. Pero sí he logrado disminuir el consumo de cigarrillos tradicionales".

Reconoce que es más cómodo de usar y no tiene tantas restricciones de espacio. Pero "no me mantiene alejada del vicio".

Falta evidencia

Cientos de estudios suman datos a favor y en contra de estos dispositivos electrónicos que simulan un cigarrillo tradicional: mediante un cartucho con un líquido que puede o no contener nicotina, reemplazan el humo por vapor.

"Además de la nicotina, estos cigarrillos contienen saborizantes y algunos aditivos que teóricamente pueden producir un daño pulmonar. Aunque comparados con el cigarrillo tradicional podrían ser menos dañinos, no son inocuos", enfatiza el doctor Carlos Téllez, psiquiatra del Programa A Todo Pulmón de Clínica Alemana.

Como una forma de rayar la cancha, en Italia se realizó una reunión de la Sociedad para la Investigación de la Nicotina y el Tabaco, en la cual se analizaron los estudios divulgados hasta ahora -independientes, estatales y de la industria-, con resultados diversos.

El doctor Chris Wynne, oncólogo y director médico de la Fundación de Estudios Clínicos de Christchurch, en Nueva Zelandia, cree que "si bien la nicotina es adictiva, el daño también lo genera la combustión, por lo que dar otras opciones al fumador puede salvar vidas. Si realmente no pueden dejarlo, hay que cambiarse a algo que reduzca el daño", sostiene.

Bajo esa premisa, el año pasado Salud Pública de Inglaterra (PHE), a partir de una revisión de estudios, dio su apoyo al uso de estos dispositivos como una herramienta para dejar de fumar, pues se trata de "un mal menor".

Un estudio dado a conocer este mes por el Departamento de Epidemiología y Salud Pública del University College de Londres muestra que, tras realizar análisis de saliva y orina, los niveles de sustancias químicas tóxicas en el cuerpo de los fumadores de e-cigarette eran considerablemente más bajos que los de consumidores de cigarrillos tradicionales.

El gran problema es que no existe información concluyente al respecto, ni se conocen sus consecuencias a largo plazo.

Por lo mismo, la OMS ha mostrado cautela y en 2014 reconoció la necesidad de regularlos, debido a la falta de consenso y de "evidencias suficientes".

La Unión Europea, en tanto, emitió una directiva que introduce ciertos requisitos de seguridad, y EE.UU. decidió incluirlos en la ley de control del tabaquismo y prohibir su venta a menores de 18 años, una de las principales preocupaciones de sus detractores.

"Hay estudios que muestran que la nicotina que se inhala en estos cigarros es más difícil de graduar y, por lo tanto, puede generar más adicción", precisa Téllez.

En el país, expertos en el tema y la Sociedad de Enfermedades Respiratorias de Chile se muestran en contra del uso de estos cigarrillos y no se recomiendan como herramienta para dejar de fumar.

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