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El escritor que transformó a la Provenza

Peter Mayle

domingo, 12 de marzo de 2017

Por Montserrat Sánchez
Grandes cronistas de viaje
El Mercurio

En 1987, el británico Peter Mayle compró una casa con su mujer en la Provenza. La idea era radicarse ahí y escribir una novela. Finalmente, esto resultó en un libro sobre lo que vio y vivió durante su primer año en ese lugar, que rápidamente se convirtió en best seller y ayudó a construir el mito de esta histórica región del sureste de Francia.



Campos cubiertos de lavanda y cipreses, montañas rocosas, cielos azules con nubes pintadas, un sol inclemente y casitas color ocre fue lo que encontró el escritor británico Peter Mayle cuando llegó a vivir a la Provenza en 1987, la histórica región del sureste de Francia. Había llegado seducido por la idea de dejar todo para radicarse en estos bucólicos paisajes campestres, los mismos que habían conquistado a Van Gogh y Cézanne. Como ellos, Mayle estaba hipnotizado por esta zona desde la primera vez que la visitó, a los 19 años. No sería la última vez que pisaría estos campos. Con su mujer la solían frecuentar en sus vacaciones, y siempre al partir decían que algún día vivirían ahí. Hasta que un día compraron una casa, tomaron clases de francés y se establecieron junto con sus dos perros. La casa, de piedra, estaba en la ruta que unía los pueblos medievales de Ménerbes y Bonnieux, a 42 kilómetros de Aviñón.

Se suponía que Mayle se dedicaría a escribir una novela, luego de ya haber publicado libros para niños como ¿De dónde venimos? y ¿Qué me está pasando? Pero le fue imposible concentrarse con lo que calificaba de "distracciones": las curiosidades de la vida en la Provenza, como sus relaciones con el plomero, su vecino granjero y un recolector de champiñones. Cuando le explicó a su agente lo que le estaba sucediendo, éste le dijo:

-Escribe sobre eso.

Así, Mayle convirtió su sueño provenzal en una crónica: Un año en Provenza, publicado en 1989, desempolvó esta región y la popularizó a nivel mundial. El libro narra mes a mes lo que Mayle va viviendo en esta aventura. En el proceso de renovar la casa que compró -en el cual tiene que lidiar con varios "maestros chasquilla" franceses-, Mayle descubre los códigos no escritos de la cultura local y descubre ya no el sitio que promocionan los folletos, sino el lugar real que hay por detrás.

Su relato comienza un 1 de enero, con un almuerzo en el restaurante Le Simiane, en la villa de Lacoste. La primera descripción de Mayle transcurre así: "A las 12:30 el pequeño restaurante con paredes de piedra estaba lleno. Había algunos considerables estómagos para ver; familias enteras con el sobrepeso que viene de pasar dos o tres horas diligentes cada día a la mesa, con la mirada abajo y la conversación pospuesta en la observancia del ritual favorito de Francia".

La gastronomía francesa y los hábitos asociados serían un tema dominante en su crónica. Mayle continúa. "El propietario del restaurante, un hombre que de alguna manera había perfeccionado el arte de aspirar a pesar de su considerable tamaño, estaba vestido en una chaqueta de esmoquin de terciopelo y una corbata de lazo. Su bigote, brillante con pomada, temblaba con entusiasmo mientras se extasiaba con el menú: foie gras, mousse de langosta, boeuf en croute, ensaladas aderezadas en aceite de oliva, quesos elegidos a mano, postres de una ligereza milagrosa, digestivos. Era un aria gastronómica que ejecutaba en cada mesa, besando la punta de sus dedos tan a menudo que debe haberse ampollado sus labios".

Las descripciones del autor permiten oler las praderas cubiertas de lavanda, saborear los tomates de la feria del pueblo y los vinos guardados en cavas centenarias. Las callejuelas de los pueblos medievales, la riqueza del idioma y la gastronomía son todas integradas en un relato en el que se siente el característico letargo de la región. "Las montañas de Luberon se alzan inmediatamente detrás de la casa (...). Cedros y pinos y robles las mantienen verdes perpetuamente y proveen refugio para jabalíes, conejos y aves de caza. Flores silvestres, tomillos, lavandas y champiñones crecen entre las rocas y bajo los árboles, y desde la cima en un día despejado la vista es de los Bajos Alpes a un lado y del Mediterráneo al otro. Durante la mayor parte del año, es posible caminar por ocho o nueve horas sin ver un auto o a un ser humano", escribe.

A diferencia de las guías de viaje clásicas, el autor explica cómo es de verdad vivir en el campo del sur de Francia. "Los vecinos, hemos descubierto, tienen una importancia en el campo que no comienzan a tener en ciudades. Puedes vivir por años en un departamento en Londres o Nueva York y apenas hablarle a la gente que vive a seis pulgadas de ti al otro lado de una pared. En el campo, aunque estés separado de la próxima casa por cientos de yardas, tus vecinos son parte de tu vida, y tú eres parte de la suya", escribe.

Mayle designó la Provenza como su lugar favorito en el mundo. Lo que encontró ahí, según dijo en una entrevista a Revista Domingo en 2010, fue "un mejor clima, con cielos que parecen más altos y luz más brillante. Es la sensación de espacio. Francia tiene aproximadamente la misma población que Inglaterra, pero tres veces más tierra, así que hay más espacio para todos, y una mejor posibilidad de paz y de intimidad".

El libro se convirtió en un best seller: ha vendido más de seis millones de copias, se tradujo a 30 idiomas y en 1989 fue premiado por los British Books Awards como Mejor Libro de Viajes. Incluso el gobierno francés condecoró a Mayle como Caballero de la Legión de Honor por el aporte que entregó al país: desde la publicación de esta obra, la Provenza se reactivó como destino y los precios de terrenos y casas despegaron.

La fama también tuvo sus costos: fue tanto el alboroto, que más de una vez el inglés encontró turistas en el patio de su casa. La región comenzó a estar tan saturada de turistas que a mediados de los noventa Mayle y su mujer se mudaron. Estuvieron cinco años en Estados Unidos y volvieron a la Provenza en 2000. Esa vez, ya no comentaron dónde quedaba su casa.

Un año en Provenza -y la decena de libros posteriores que Mayle escribió sobre el sur de Francia, uno de los cuales, Un buen año, fue llevado al cine en 2006- ha suscitado el sueño de miles de viajeros, no solo para ir a estos páramos, sino más bien para recrear sus mismas peripecias, como comprarse y restaurar una casa en un pintoresco pueblito de Francia.

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