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Diario de muerte | Memorialistas chilenas:

La vida incompleta de Lily Íñiguez

domingo, 26 de febrero de 2017

Juan Rodríguez M.
Artes y Letras
El Mercurio

Eran las anotaciones de una niña de once años, hija de la escultora Rebeca Matte, pero a medio camino devinieron en el registro de una joven enferma de tuberculosis. "Páginas de un diario" recoge la vida bella, europea, de una hija de la clase alta chilena; y también la angustia, esperanza y resignación de una mujer que pasa sus últimos años encerrada en un sanatorio.



María Eleonora Íñiguez -Lily- empezó su diario de vida en 1913, cuando tenía once años; lo hizo por sugerencia de su madre, la escultora Rebeca Matte. La artista esperaba que su única hija llegara a ser escritora, y el diario debía servir como ensayo. "Eso me encantaría. ¡Si pudiera llegar a ser artista! Una artista como mamá. Si lograra escribir con la mitad del talento que mamá tiene para la escultura sería magnífico", apunta la niña el 7 de abril de aquel año.

Lily Íñiguez nació en París el 19 de marzo de 1902 y murió en Davos, Suiza, el 8 de septiembre de 1926. Esos cuadernos -que debían ser los prolegómenos inocentes del arte- son la obra última. ¿Por qué? Porque a medio camino la joven enfermó de tuberculosis, contagiada por su madre, y la vida apuró su paso. También se apuró Matte, quien viajó a Chile tras la muerte de su hija y se encargó de publicar un libro con sus poemas -"Breve Chanson", prologado por Inés Echeverría, "Iris", tía de la joven- y su diario de vida -"Pages d'un journal"-, ambos en francés. La madre regresó a Europa y murió en París el 15 de mayo de 1929. Recién en 1954 se publicó una traducción al español de "Páginas de un diario", con un prólogo de otro familiar, Joaquín Edwards Bello.

La bella época

De chilena, Lily Íniguez tiene a su familia -su padre fue el diplomático Pedro Íñiguez- y poco más: nunca conoció este lado del mundo, vivió la mayor parte de su vida en Italia y deambulando por Europa; su diario está escrito en francés con retazos de inglés, alemán e italiano, y algún que otro jirón en el idioma de sus padres. O sea, la joven fue la hija europea de una familia de clase alta chilena instalada en el Viejo Mundo para cumplir su ensueño de alta cultura, naturaleza campestre y vida estetizada.

En los primeros años del diario abundan las descripciones y reflexiones sobre el paisaje y el clima, sobre la vida protegida de una niña adinerada; la exclusiva Belle époque . Sin embargo, ya entonces se filtra cierta inquietud y nostalgia, incluso melancolía, un exceso de conciencia que matiza el idilio. Por ejemplo, con apenas once años, Íñiguez recuerda "la linda casa de muñecas" que su madre le regaló en Berlín: "¡Lindos tiempos aquéllos!", dice. Y unas páginas más adelante: "El mes de Octubre [de 1913] fué un verdadero sueño. La naturaleza quería decirnos adiós engalanando el jardín con incomparable esplendor [...] Pero como todo lo bello, todo esto tuvo que terminar y ahora estamos en el invierno".

Por el momento son solo notas disonantes, pues predomina la alegría -"Creo que soy la niña más feliz del universo"-, los juegos con sus muchos animales (gatos, perros, conejos, patos y otras aves, y hasta una "burrita"), la hermosura de la Navidad y el Año Nuevo -llenos de regalos y fiesta- y el estremecimiento al contemplar el trabajo de su madre.

El 19 de marzo de 1914 está contenta porque es su cumpleaños: "Quisiera ser siempre una niñita feliz; después de los doce años, la vida nos acerca rápidamente hacia la edad desconocida, hacia la adolescencia. Sin embargo, esa edad debe tener también sus encantos y dicen que son superiores a los de la infancia. Pero eso no lo creo".

Estalla la guerra

En 1914 el mundo entra en el diario, para pesar de Lily. Hay una huelga general en Florencia y toda Italia: "Esta noche hubo encuentros y muchos muertos [...] Todos los almacenes, sin excepción, están cerrados, hasta la sala donde vamos a patinar". El 15 de junio anota que la huelga ha terminado y en julio está feliz porque su padre ha llegado desde Chile, pero también desolada porque deben dejar para siempre su adorado " villino " para trasladarse a otra villa florentina.

El diario se interrumpe hasta el 1 de octubre, cuando anota: "Estamos en Inglaterra. Desde que no escribo, han pasado muchas cosas. ¡Estalló la guerra europea!". La familia, y por tanto Lily, está del lado de Francia, Inglaterra, Rusia, Bélgica y Serbia.

A pesar de estas notas, la Primera Guerra Mundial solo se hace presente en las dificultades que tienen para regresar desde Londres a Italia, en el encuentro con algunos soldados durante el viaje y en el deseo de una Navidad sencilla para "invertir el dinero en mejor forma enviando paquetes a los soldados franceses".

La niña cumple doce años y vuelve a pensar en el pasado, tan encantador y bello "justamente porque es el pasado".

El 29 de octubre de 1915 Íñiguez se acusa por llevar seis meses sin escribir. Tiene trece años. "He pasado momentos de gran desaliento, en que la idea de que yo no servía «para nada» me perseguía y me obsesionaba sin cesar [...] Pero he recuperado el valor y ahora quiero ensayar de veras. Escribí una composición sobre la guerra y recibí elogios inesperados". Se pregunta qué traerá 1916 y anota una suerte de credo según el cual la vida es un camino de purificación. "Hay muchos medios de purificarse: el trabajo, el dolor, el arte... sí, el arte, pues, ¿de qué serviría entonces, si no fuera para eso?"

En 1917, cuando cumple quince, todavía quiere disfrutar su niñez, pero siempre queda un gusto extraño, ese que deja una niña que idealiza y añora la infancia, que la vive en presente y la piensa en pasado. Una "niñita" que se dice a sí misma "niñita". Que hojea su diario como si fueran páginas escritas hace décadas.

En 1918 ingresa a un colegio inglés, pues su madre la encontró muy taciturna y tuvo la idea de hacerla alternar con otros niños. Por primera vez hay menciones a amistades, flirteos y enamoramientos, aunque para decir que a ella nunca le ha pasado. "La niña vivía inconsciente y alegre. No conocía otros niños, sin embargo, era completamente feliz", dice sobre sí misma.

En junio regresa el otro mundo, cuando se encuentra en un tren lleno de soldados estadounidenses. El comienzo del triunfo aliado la pilla en Roma. "¡Inmensa alegría!", anota el 4 de noviembre de 1918. "Trente y Triestre son italianos".

Luego pasa un año sin escribir. Ella misma se pregunta por qué, y responde: "Los días huyen vertiginosos. ¡El tiempo pasa tan pronto a mi edad!".

En esa entrada del diario, fechada en el invierno europeo de 1919-1920, resuena Rebeca Matte: "Una tarde que volvíamos por la Vía Sixtina, [...] mientras caminábamos plácidamente gozando del dulce atardecer de un día feliz, me dijo mamá: «Disfruta, Minina, goza de toda esta belleza, goza de todo lo que la vida te concede con largueza [...] Después, nunca se sabe... Cuando una menos lo espera, algo, un acontecimiento cualquiera, puede venir a cambiarlo todo, a trastornar la dulce paz de nuestra actual existencia. Y entonces recordarás estos días dorados de Roma. Goza, Minina, del instante que huye...»".

Un destello victorioso

Lily cumple diecisiete años: "¡Qué día tan feliz!". Pasea en bicicleta. Va a fiestas. Copia en las pruebas. Se diploma como la mejor de su curso. Muere la madre de una amiga. Su propia madre cae enferma: "Era algo molesto, pero sin gravedad. Yo no me daba cuenta de la tempestad que se preparaba". Se firma la paz en Europa. Hay un terremoto en Italia. Y luego una huelga general que obliga a Lily a quedarse encerrada en su colegio: "los titulares de los diarios socialistas son terribles: ¡Adelante el comunismo! ¡Ahora o nunca!". A la adolescente le inquieta "el bolchevismo". Pero meses después el temor pasa y es reemplazado por un arrebato, vuelve el romanticismo a las páginas del diario: "El Fascismo en Florencia es un destello victorioso de luz"... Hasta ahí el mundo.

En la próxima entrada, del 31 de diciembre de 1921, Íñiguez anuncia que está en un sanatorio. Que en junio cayó enferma. El augurio materno se ha cumplido, algo vino a cambiarlo todo: tiene tuberculosis, y el diario de vida (ahora de muerte) se acelera.

Sanar y no sanar

"Las tinieblas me rodean, [...] tengo la certeza de que no sanaré", anota. No podrá tener hijos, duda de su fe. Pero luego se siente mejor, se levanta por primera vez en seis meses. Tiene menos angustias, se resigna. Empieza a hacer trabajos manuales. Renace la esperanza: "¡Sanaré!". En febrero de 1922 vuelve la angustia, pero se obliga a disfrutar el instante.

Trabaja más concienzudamente en su diario, como escritora. Copia notas, llena lagunas y así pasa las horas. El texto se vuelve más reflexivo: "A propósito, pienso que este diario no es publicable , porque es demasiado sincero, y por lo tanto, demasiado íntimo... Tal vez una selección... Páginas de un Diario... Pero más tarde, después de mi muerte. Mejor sería no hacerlo. En fin, quién sabe, veremos...".

Hace amistades en el sanatorio, ese "extraño mundo" en el que se mezclan "lo burlesco, lo trágico, lo sentimental". Cumple un año enferma. Se desconoce: "Me ha sucedido una cosa extraña: he perdido mi yo", cuenta. "¡Qué bueno es dormir! ¿Y morir?". No, porque vuelve la esperanza. Ya pasarán los días aciagos... "¿Pero cuándo?". Son tres años en Leysin: "¡Qué fracaso!". El 2 de agosto de 1922 vuelve la calma, el 13 del mismo mes llora y dice que su alma ha muerto diez veces. Llega la Navidad: "¡Qué bueno es estar viva!". Ha terminado el año más doloroso de su vida, y Lily Íñiguez dice que no es feliz, pero tampoco desgraciada; que ha vuelto a encontrar su yo. "Seguiré enferma... quizás por mucho tiempo. Un día sanaré... ¡quién sabe!".

En los siguientes años va y vuelve del sanatorio hasta que en octubre de 1924 es internada definitivamente en otro, en Davos (Suiza). Seguirán las esperanzas, angustias y cada vez más la resignación. Rechaza el amor de un compañero de enfermedad, y se arrepiente cuando él muere: es una más de una sucesión de muertes de amigos y cercanos, todos enfermos de tuberculosis, que empiezan a marcar el ritmo del diario. Entonces Íñiguez se repliega en su familia: "Cerca de mi mamy, de mi adorado Angel Guardián [...] Que dulce es todo... vuelvo a ser una niñita y me dejo acariciar".

Esa entrada es del el 25 de agosto de 1926. El 26, a doce días de que le toque morir a ella, escribe la última nota de su diario: "Cuidada día y noche por Aquélla a quien amo por sobre todo junto con mi Papacito, vivo momentos de inefable dulzura".

Breve canción

En un artículo, la crítica y académica Patricia Espinosa describe "Páginas de un diario" como "un texto que escenifica la desesperada búsqueda por la construcción de una identidad". Y esta, sabemos, nunca es completa: en mayo de 1926 Lily le dedicó un poema a sus padres, que tituló "La catedral inconclusa". Sobran explicaciones. También para el de su poemario, "Breve canción". En la primera entrada del diario, del 6 de abril de 1913, leemos: "El 19 de marzo cumplí once años. Fue un día triste. Estábamos en Berlín a causa de la muerte de mi querido abuelo, y mamá se hallaba enferma. Por primera vez he sentido de cerca lo que es la muerte. Es terrible para los que se quedan, pero ¡qué hermosa debe ser para los que parten!".

"Cuidada día y noche por Aquélla a quien amo por sobre todo junto con mi Papacito, vivo momentos de inefable dulzura".

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