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Primera infancia

sábado, 25 de febrero de 2017


Opinión
El Mercurio




Señor Director:

Unas palabras finales a propósito del intercambio que he sostenido en esta página. No voy a suponer mala fe en los cuestionamientos que hicieron a una columna mía los profesores Ureta y Gil, pero no deja de ser curioso que los argumentos que me atribuyen no puedan desprenderse de ella. Por eso no los han podido sostener en sucesivas cartas.

Ahora, en una nueva misiva, insinúan que nuestras diferencias pueden tener un carácter ideológico. No rehúyo que estas puedan existir, pero en el asunto que estamos discutiendo creo que las discrepancias son de otra naturaleza. Mis contradictores parecen no estar al tanto de que un tercio de cada cohorte no termina la educación media ni se inscribe o rinde la PSU. Un 30% no alcanza los 450 puntos que, salvo en unos pocos programas de inclusión, exigen las universidades del Consejo de Rectores y varias de las universidades adscritas al Sistema Único de Admisiones. Entonces, al discutir sobre el sistema de admisiones más apropiado, no hay que perder de vista las proporciones.

En ese aproximadamente 60% de jóvenes están representados desproporcionadamente los jóvenes más vulnerables. Asegurar una igualdad de oportunidades efectivas requiere de políticas de otra envergadura. Así, las innovaciones que se han introducido en el sistema de admisiones están lejos de resolver este problema. Además, no satisfacen ni de cerca los estándares de evaluación que estos instrumentos deberían poseer. No hay estudios suficientemente serios sobre sus alcances ni posibilidades para investigadores independientes de replicar los pocos análisis disponibles.

Harald Beyer
Centro de Estudios Públicos

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