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RYSZARD KAPUSCINSKI: En el corazón africano

domingo, 26 de febrero de 2017

Por Montserrat Sánchez
Grandes cronistas de viaje
El Mercurio

Con la publicación de Ébano, en 1998, el cronista polaco Ryszard Kapuscinski narró sus andanzas de 40 años por África mientras fue corresponsal para una agencia de prensa. Los 29 relatos que conforman el libro presentan descripciones sobre lo que fue la descolonización del continente, centrándose en pequeños personajes e historias cotidianas que muestran por qué, como él mismo dice, "África no existe".



"Este no es un libro sobre África, sino sobre algunas personas de allí, sobre mis encuentros con ellas y el tiempo que pasamos juntos. Este continente es demasiado grande para describirlo. Es todo un océano, un planeta aparte, todo un cosmos heterogéneo y de una riqueza extraordinaria. Solo por una convención reduccionista, por comodidad, decimos 'África'. En la realidad, salvo por el nombre geográfico, África no existe."

Con estas palabras comienza el libro Ébano, del polaco Ryszard Kapuscinski, publicado en 1998 y compuesto por 29 relatos que narran sus experiencias en África entre 1957 y 1990,  años en los que fue testigo directo de la descolonización del continente. Nacido en 1932 en la ciudad de Pinsk -en esa época parte del territorio polaco; hoy pertenece a Bielorrusia-, Kapuscinski vivió su infancia en un pueblo pobre y siempre soñó con salir de Polonia. Lo cumplió con creces: fue un viajero incansable y recorrió a lo largo de su vida África, Europa del Este, Asia y Latinoamérica como corresponsal de la Agencia Polaca de Prensa. Su impulso por cruzar fronteras lo llevó a ser testigo privilegiado de la convulsionada historia moderna, desde la Segunda Guerra Mundial, transitando por la Guerra Fría, hasta el colapso de los socialismos europeos.

Kapuscinski envió despachos sobre frentes de guerra y otras zonas de conflicto, pero con el correr de los años sintió la necesidad de plasmar sus vivencias en libros. En 1981 dejó el oficio de corresponsal, pero siguió moviéndose, preguntando y escuchando. Publicó una veintena de libros, como El Imperio, El Sha, El emperador, La guerra del fútbol y Viajes con Heródoto. Pero su obra más conocida -y la mejor, según los expertos- es Ébano.

En Ébano presenta formidables relatos sobre la violencia de África, en países como Uganda, Nigeria, Senegal, Sudán, Ruanda, Liberia y Etiopía, entre otros, que recién se sacudían de las amarras del colonialismo. De sus procesos de independencia escribió: "Optimismo, entusiasmo y euforia se adueñaron de todo el mundo. La gente estaba convencida de que la libertad significaba un techo mejor encima de su cabeza, un cuenco de arroz más grande y unos zapatos, los primeros en la vida. Que se produciría un milagro: la multiplicación del pan, de los peces y del vino. No se produjo nada de esto. Todo lo contrario: aumentó vertiginosamente la población, para la cual faltaron comida, escuelas y trabajo. Decepción y pesimismo no tardaron en reemplazar al optimismo. Toda la amargura, rabia y odio se dirigieron hacia las propias élites, que, voraces, se dedicaban a llenarse los bolsillos lo más deprisa posible".

Cada capítulo es un microrrelato independiente del otro, a veces muy distantes temporal y espacialmente, pero unidos por un mismo tema. Su enfoque es único: contó el escenario político a través de situaciones cotidianas y no de fuentes gubernamentales. Construyó un relato basado en las personas comunes, en su cultura, costumbres y creencias. Se alejó de los grupos dominantes y tomó la ruta de los nómades, frecuentó las aldeas, los clanes y las tribus. En definitiva, entendió los sucesos -el colonialismo, el racismo, las guerras de independencia y las tribales, el hambre- como historias íntimas.

Así lo demuestra en el capítulo "La emboscada", en un viaje por Uganda hacia la frontera con Sudán, a fines de los años ochenta. "En nuestro coche, aparte de dos reporteros locales y de mí, también viajan tres soldados", escribe. "El mayor de ellos, Onom, tiene diecisiete años. Leo a veces que en América o en Europa un niño ha disparado a otro niño. Que ha matado a uno de su misma edad o a un adulto. Este tipo de información suele ir acompañado de expresiones de estupefacción y espanto. Pues bien, en África los niños llevan años, muchos, mucho tiempo, matando a otros niños, y en masa. A decir verdad, las guerras contemporáneas que se libran en este continente son guerras de niños".

Kapuscinski no viajaba con comodidades ni recursos, sino en camiones con enfermos, autos arrendados que manejaba entre animales, y a pie. Así entra en contacto con pueblos que padecen hambrunas, catedrales construidas dentro de montañas escondidas de musulmanes, presidentes europeos que apoyan a criminales y poblaciones que creen estar malditas.

En una entrevista a la revista Granta en 1987 dijo: "Estuve en África porque lo encontré tan irresistible que yo estaba consciente de que estaba viendo algo único, ya que estaba ahí en un momento histórico importante: la liberación de África, cuando en todos lados las naciones africanas estaban declarando su independencia. Desearía poder transmitir cómo era África. No he experimentado nada como eso. África tiene su propia personalidad. A veces es una personalidad triste, a veces impenetrable, pero siempre irrepetible".

De ser corresponsal de guerra, Kapuscinski pasó a convertirse en uno de los grandes maestros del periodismo moderno, considerado por algunos como el mejor reportero del mundo. Sin embargo, fue un controvertido escritor, y luego de su muerte fue criticado por cruzar las barreras entre la no ficción y la ficción, acusación potenciada por la publicación de la biografía Kapuscinski non fiction, de Artur Domoslawski.

Como sea, Kapuscinski murió en 2007 como gran favorito al Premio Nobel de Literatura, y su libro Ébano se convirtió en un texto imprescindible para comprender los conflictos del África actual. La destacada periodista argentina Leila Guerriero lo describió de esta manera en esta misma revista, en 2009: "En Ébano, África no es el África, esa masa de tierra indiscriminada en cuyo nombre se hacen recitales a beneficio y de la que muchos hablan como si fueran lo mismo Egipto que Liberia, el Congo que Madagascar, Sudáfrica que Libia. En Ébano, África es cada rincón, cada miseria, cada risa terrible, cada callejón, cada mercado, cada ladrón, cada niño soldado, cada corrupto, cada músico, cada aldeano, cada sequía, cada país".

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