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"El Mercurio" acompañó parte del recorrido de los ejércitos de Chile y Argentina:

Así es el cruce de los Andes, 200 años después

domingo, 12 de febrero de 2017

Matías Bakit R.
Reportajes
El Mercurio

70 soldados chilenos y 70 argentinos recorrieron los cientos de kilómetros entre Uspallata y el Cristo Redentor, y entre San Juan y Valle Hermoso. En la ruta soportaron el calor y el frío, se divirtieron y se emocionaron con el apoyo de las personas que se encontraban a su paso. También, se disgustaron con sus mulas, pero finalmente terminaron apreciándolas. E incluso aprendieron historia.



"Increíble cómo hace 200 años 5 mil hombres pudieron pasar por estos lugares. No se puede creer".

La declaración es de un soldado chileno que, a lomo de mula, forma parte de los 140 expedicionarios de los ejércitos chileno y argentino que reviven, de la forma más fiel posible, el histórico cruce de los Andes, que concluiría con la Independencia de Chile.

Una aventura -"honor", prefieren decir los participantes- que termina hoy en Chacabuco, el lugar donde hace 200 años el ejército binacional propinó una derrota clave a las tropas realistas.

Ahí estarán los Presidentes de ambos países, Michelle Bachelet y Mauricio Macri, para recordar la fecha y también para rendir honores a los hombres y mujeres que desde el 24 de enero recorrieron en mula o a pie, con frío o calor, los mismos caminos que los libertadores abrieron en 1817.

"El Mercurio" acompañó a la columna en parte del trayecto histórico.

Mulas: primera escaramuza

La salida es el 28 de enero a las 08:00 en punto desde las inmediaciones de Uspallata. Por ello, desde las 07:00 los expedicionarios preparan sus provisiones y, sobre todo, ensillan a sus mulas.

Aunque con esta última labor no parece haber prisas. Mientras, por un lado, soldados conversan entre ellos, por otro, los animales esperan mansamente que se les acerquen. O eso parece.

"Yaa, yaaa, ¡¡tranquila!!", dice un cabo, cuya mula empieza a corcovear apenas se sube. Lo mismo sucede en todas las esquinas del campamento. Pronto, el dicho "más terco que una mula" empieza a tomar sentido.

El problema es que los soldados chilenos esperaban que el cruce fuese a pie, al igual que en 2010, cuando se hizo algo similar para el bicentenario de la nación. Pero el alto mando argentino tenía otra idea. "Esto debe ser lo más parecido posible al periplo de San Martín", expresa el jefe de las fuerzas expedicionarias trasandinas, el coronel Adriano Carrasco Romero, quien está al mando de todo el grupo en territorio argentino, a la vez que recuerda que San Martín llevaba 10 mil mulas.

Por esto, para la mayor parte de los chilenos, el cruce de los Andes es la primera experiencia en terreno en el lomo de este tipo de animales. Y los nervios se imponen a momentos. Nadie quiere ser el primero en caer. Así, aparecen "coimas" o "incentivos" para las mulas, como manzanas y pedazos de turrón argentino.

Finalmente, todos están montados. Flamean las banderas de los Andes, de Argentina y Chile. El trompeta, de nacionalidad argentina, da la señal de salida.

A los pocos metros, ya hay un caído: el líder de las tropas chilenas, el coronel Humberto Julio, está en el suelo, luego de que su mula "Huracán" decidiera que no le gustaba su jinete. El golpe es fuerte, en la rodilla, y por momentos se teme que el jefe no podrá continuar. Pero pronto está recuperado y la columna de Uspallata, la misma que 200 años atrás dirigiera el coronel argentino Juan Gregorio de Las Heras, comienza su marcha hacia el Cristo Redentor y hacia Chile. Son 150 km en el horizonte

Aún no se dispersa la nube de polvo que dejan los soldados a su paso y decenas de personas comienzan a desmontar las carpas, los catres, para ponerlos en camiones.

Es la unidad del ejército argentino encargada de la logística, que debe, sobre todo, mover las instalaciones entre un lugar y otro y asegurarse de que cuando lleguen los expedicionarios esté todo listo para recibirlos. Incluyendo agua, comida, forraje y atención médica.

Lo que sí está fuera de todo control es el clima de los Andes, que ataca sin piedad a la columna, tanto durante la marcha como una vez instalados para pasar la noche.

El primer día, los expedicionarios sufren con el calor de más de 35°, que los obliga a parar a descansar, aproximadamente, cada una hora de marcha.

Por eso, los términos de cada tramo son esperados. Descansar, jugar cartas, armar una fogata y cantar son algunos de los pasatiempos que chilenos y argentinos preparan para la noche. Pero el clima nuevamente los traiciona, al levantarse una tormenta de arena que los obliga a dedicar mucho tiempo a amarrar las carpas y evitar la pérdida de los únicos refugios que tienen. Esa noche, la temperatura baja hasta los 8 grados, y no por última vez alguien se pregunta: "¿Cómo lo habrán hecho hace 200 años?".

Compañía en el camino

"Viva la patria", "Viva Chile", son algunos de los gritos de los transeúntes en la medida en que la columna Uspallata va avanzando hacia la frontera.

Y es que el camino que siguió Las Heras pasa exactamente por el mismo lugar por donde hoy está ubicada la Ruta7 de Argentina, que conecta a ese país con el paso Los Libertadores y con Chile. Por esto, es normal que los autos en tránsito se detengan a saludar y las personas que tienen negocios en el camino hagan lo mismo.

"Che, puedo sacarme una foto con ustedes", dice Estela, argentina residente en una localidad cercana a la frontera que explica que "a mi difunto esposo le habría encantado ver esto".

Los más entusiasmados, eso sí, son los integrantes de la Asociación Cultural Sanmartiniana "Cuna de la Bandera", organización rosarina que busca "preservar el legado del Gran Capitán General José de San Martín", según cuenta el teniente coronel, veterano de la Guerra de las Malvinas, Víctor Hugo Rodríguez, quien es el presidente del grupo.

"Siempre seleccionamos entre varios postulantes a gente que nos acompañe a hacer el cruce de los Andes a lomo de mula. Con mayor razón ahora", explica, al tiempo que cuenta que el grupo -que realiza los tramos un día después de las columnas militares- se conforma por más de 70 personas, inconfundibles por sus chaquetas amarillas que les valió el apodo, entre los soldados, de "Los Minion", en referencia a los personajes de una conocida película.

Mientras, a algunos kilómetros más al norte, marcha, a lomo de mula, otra columna que no tiene tanta compañía. Es porque debe conmemorar la ruta del Ejército Libertador por el paso Los Patos, camino que tomaron el general San Martín y Bernardo O'Higgins.

Y el desafío no es menor, pues los padres de la patria de Argentina y Chile tomaron un camino que, buscando sorprender a las tropas realistas, siguió huellas apenas marcadas por sobre el macizo de los Andes, perdiendo varios cientos de piezas de ganado y hombres en el trayecto. Una ruta -que pasa por 5 mil metros de altura- que hoy está, del lado argentino, casi igual con huellas muy angostas, no pavimentadas, que de pronto desaparecen para dar paso a caminos rocosos más propios de cabras que de personas.

Los que saben dicen que el secreto para pasar es "dejar que la mula maneje, soltar la rienda".

"Acá es imposible comunicarse, a menos que a uno lo vengan a buscar en helicóptero. Acampamos siempre en carpa, sin posibilidad de refugiarnos", explica el comandante Eduardo Cereceda, jefe de los 35 jinetes chilenos que iniciaron su marcha el 28 de enero, en la ciudad de San Juan, marchando dos días y descansando uno, debido a lo complejo del terreno y a lo exigente de las jornadas.

Al principio, la lluvia nos los deja en paz. Luego se detiene, dejando el terreno barroso y resbaladizo. Es peligroso, reconocen tanto del lado chileno como argentino, y agradecen no tener grandes contratiempos.

Lecciones históricas

Al segundo día, la columna Uspallata hace un alto en Punta de Vacas. Y de pronto, de la columna logística que los acompaña aparecen nuevas indumentarias, de época, que imitan los uniformes de hace 200 años.

Están en el lugar donde fue el combate de Potrerillos, en el que la avanzada del ejército de los Andes tuvo una escaramuza con una patrulla realista.

Suenan las explosiones, se levanta polvo, mientras de lado y lado las tropas actúan siguiendo las órdenes de sus comandantes para que la recreación salga como es debido, tal como sucedió hace 200 años.

Y es que el desafío no es solo físico, sino también, de cierta forma, académico. Esto, pues los comandantes de cada grupo se preocupan de hacer ver a sus tropas la importancia histórica del evento, lo inédito que fue el cruce del Ejército Libertador y lo clave que fue para la independencia de América Latina.

Estas iniciativas calan hondo en los expedicionarios, ya que aligeran la rutina de la marcha y les da tema de conversación.

"Creo que lo mejor de este viaje han sido las lecciones históricas que hemos tenido. Incluso presenciamos la charla de un historiador, experto en el tema, que nos enseñó todo sobre cómo fue el cruce original. Cómo se vestían los soldados, qué comían, cómo formaban", cuenta la cabo Miriam Inglés, una de las tres mujeres que forman parte de la columna, quien además también fue seleccionada por el ejército para hacer el cruce a pie en 2010.

"Gracias, mulita linda"

Día 4. Los integrantes de la columna Uspallata son recibidos como héroes en el Refugio de Montaña del Regimiento Cazadores de los Andes.

Esta vez dormirán en camas de regimiento. Y aprovechan para divertirse y relajarse. Sacar libros, escuchar música, jugar cartas. Invitan a los argentinos, pero estos no se animan. Dicen que no manejan bien la especialidad de los soldados nacionales, el "carioca".

Todos tienen claro, de todas formas, que la ruta debe continuar al otro día, nuevamente a las 8.00. Y están ansiosos, pues el Cristo Redentor y, con él, Chile se sienten cada vez más cerca.

Podrán ver a sus seres queridos, pero, por sobre todo, podrán retomar contacto con el mundo, que no es otra cosa que recuperar la señal del celular, perdida entre los cerros argentinos.

Tras dejar el refugio, la columna se dirige al sector llamado "Las Cuevas", adonde se llega a través de escarpados pasos y bajo la sombra del nevado monte Aconcagua. El lugar está en la base de la ascensión -a 3.900 metros- del Cristo Redentor. La columna a pie, compuesta por soldados argentinos, llega corriendo y cantando y motiva a algunos oficiales observadores a desafiarse y sumarse.

Jueves 2, 11 de la mañana. La columna llega al Cristo Redentor. La ocasión es solemne: ahí se realizará el cambio de mando en las tropas, pues al pasar a territorio chileno, será el coronel Julio el encargado de todo el pelotón. A esa hora, ya están esperando algunas autoridades y los regimientos históricos de ambos países, el "Buin" y "Los Granaderos de San Martín", ambos vestidos a la usanza de hace 200 años.

Pero los expedicionarios montados son ajenos a esto. Felices de haber llegado y tristes por dejar a su compañera de viaje. "Gracias, mulita. Viste, mulita linda, que se podía, viste. Muy bien", le dice un cabo a su animal. El coronel Humberto Julio, risueño, se saca fotos con los otros tres soldados que se cayeron de sus "transportes".

Julio y Carrasco se dan un abrazo, a lo San Martín y O'Higgins, bajo el Cristo. Suenan ambos himnos nacionales. Y al fondo, parapetada entre las formaciones, sin querer hablar con la prensa, una mujer chilena que tiene un kiosko en el hito canta con la mano en el corazón. Antes, se había preocupado de armar la bandera de Chile con piedras pintadas de distintos colores, al lado de su pequeña casa.

De pronto, pasa un cóndor. Parece una señal: el cruce de los Andes está en territorio chileno. El próximo destino, ahora a pie, es Portillo.

Una vez en Chile, algo cambia. Antes, en la marcha, abundaban las banderas argentinas. Pero de pronto, camino al paso de Los Libertadores, el rojo, azul y blanco se impone con al menos seis banderas que flamean al entrar al país y 35 soldados que cantan y sonríen al imaginarse llamando a sus familias.

Claro que antes se topan con otro inconveniente, uno administrativo, lo que preocupaba al coronel Julio.

Durante meses, el Ejército chileno intentó, con la ayuda del Ministerio de Defensa, lograr que la Aduana, el Servicio Agrícola Ganadero y la Policía de Investigaciones flexibilizaran en alguna medida sus altos estándares de exigencia, para permitir el paso rápido de la columna y no quitarle el romanticismo al cruce de los Andes.

Las gestiones fueron infructuosas. Y pese a que se facilitan dos ventanillas especiales para los 35 soldados chilenos y los 35 argentinos, la columna pasa un par de horas haciendo la fila de Policía Internacional y otro tanto pasando sus mochilas e implementos por los escáneres del SAG.

Encuentro en Curimón

Chacabuco está cerca.

La columna Uspallata duerme en el regimiento de montaña de Portillo, donde hace una fogata y entona canciones, desde baladas, himnos militares hasta rock latino. Pasan por Guardia Vieja y Los Andes, donde los reciben con honores. Como antaño, se rumorea entre la gente "va pasando el Ejército Libertador".

La columna Uspallata incluso se da el tiempo para remediar un antiquísimo desaire provocado por las tropas originales del coronel Las Heras, que debieron rechazar un multitudinario asado que los dueños de un fundo en San Esteban -desde ese entonces conocido como "Cariño Botado"- tenían preparado.

Mientras, la columna de Los Patos llega a Chile. Caminando ahora por vías pavimentadas, pasa por Putaendo y San Felipe.

¿El destino? El convento de Curimón, lugar donde se encuentran ambas columnas y marchan al encuentro del ejército realista en Chacabuco. Donde hoy, se celebrará una victoria clave que se produjo hace 200 años y que marcó la historia nacional.

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