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Gracias a "Gilda, no me arrepiento de este amor":

La nueva Natalia Oreiro

martes, 14 de febrero de 2017

Por María Cristina Jurado
Entrevista
El Mercurio

Un millón de espectadores solo en Argentina tuvo el estreno del filme que relanzó a la actriz uruguaya al éxito internacional. Orgullosa, Oreiro habla de su historia de autosuperación personal. "Hay gente que nace con un talento descomunal, pero se queda. Y gente que nace con un talento más limitado y decide desarrollarlo. Ese segundo es el mío".



-Esta es una película que habla de la autosuperación. Hacer un paralelismo con lo que a mí me ha pasado, como artista y en lo personal, viene al caso. Gilda -y por eso me siento identificada con ella- tuvo que sortear mucho prejuicio externo, social, familiar, para cumplir sus anhelos. Ella procedía de la clase media, estaba casada. El mundo de la bailanta no la aceptaba. En el baile tropical funcionaba un tipo de mujer rubia, voluptuosa, era un ambiente musical muy machista el de los 90. Ahora en Argentina está muy de moda la cumbia, se escucha en boliches, todas las bandas jóvenes la tocan. En gran medida tuvo mucho que ver Gilda.

En su casa de veraneo de 1909 recién restaurada, en Carmelo (una localidad uruguaya campestre, a 14 minutos desde Buenos Aires en avioneta, en el tramo más angosto de cruce del Río de la Plata), la actriz Natalia Oreiro aún no se repone del éxito fulminante que se la venido encima como una lluvia fina desde el estreno de "Gilda, no me arrepiento de este amor", de la directora Lorena Muñoz, que ya supera el millón de espectadores solo en Argentina. Un éxito al que apostó sin medir bien las expectativas. Ahora, cuando la película pasó por muchos países, entre ellos Chile, y recibió el aplauso de la crítica, a Oreiro, quien lleva 22 años de una carrera artística con altibajos, le parece que vive días irreales. Siente que fue muy grande y muy rápida la victoria. Ella y la documentalista Lorena Muñoz deben su éxito a una cantante tropical cuyas cumbias forman parte del imaginario colectivo en Chile y otros países de América Latina: la argentina Gilda, quien, en 1996 y después de seis años de fulgurante carrera, mu
rió en un accidente carretero que se llevó, además, a su madre, a su hija mayor y a tres integrantes de su banda musical. Gilda, una espigada parvularia y madre de dos niños -sobrevive el menor, hoy de 27- quien, desde los suburbios de Buenos Aires saltó a las primeras planas del estrellato popular argentino. Una figura de culto que tomó casi ribetes de santidad frente a su público desde que murió, a los 35 años.

Para convertirse en Gilda, que en verdad se llamaba Miriam Alejandra Bianchi, la actriz y cantante uruguaya tuvo que vencerse a sí misma. Estuvo meses estudiando su forma de hablar, de cantar, aprendió el color de su voz, sus inflexiones, su forma de moverse y bailar, adoptó la melancolía de su mirada y la escrutó durante horas en YouTube.

Su tesón está pagando.

-Yo sabía que con el gran equipo de peluqueros, maquilladores y vestuaristas, me iba a ver parecida. Pero lo que más me importaba es que se viera a Gilda cuando aun no era Gilda: que se conociera a la maestra jardinera, a la que cuidaba niños. Ahí, lo central fue el trabajo que hicimos con sus amigas, su familia, los músicos de su banda.

Con el beneplácito del hijo y heredero de Gilda, la película se rodó con varios de los integrantes originales de la banda. La excepción fue Toty Jiménez, músico y protagonista de la historia de la cantante tropical, quien además fue su pareja después de que esta se separó del padre de sus hijos. Jiménez fue reemplazado por el actor Javier Drolas.

Oreiro respiró por Miriam Alejandra Bianchi casi un año, embebiéndose de sus gestos. Hoy, en su relato desde su refugio uruguayo, más que de su trabajo actoral, ella habla de su autosuperación como artista. Una marca de fuego que, dice, dejó huella tanto en su vida como en la de Gilda.

-Esta película fue vendida en el último Festival de Cannes a casi todo el mundo, hicimos un hecho cinematográfico. Y creo que funciona porque es una historia de autosuperación femenina, de todo lo que una mujer tiene que trabajar en su vida para conseguir sus deseos y sus sueños. La directora tuvo que ponerse en campaña para conseguir los derechos que su hijo Fabricio, el único sobreviviente de la familia, no quiso dar durante años. Fue muy difícil, tuvo que escribir una carta, insistir, pero los consiguió. Gilda enfrentó muchas barreras hasta ser aceptada. Y yo me quedo con mi propia superación personal de tener un sueño y trabajar hasta lograrlo.

Y es que Oreiro quiso interpretar a Gilda durante años.

A sus 39, dice:

-Yo ya tengo 15 películas y muchas series de televisión. He hecho series, como la de (Juan José) Campanella el año pasado, que son prestigiosas, pero no fueron populares. Y he hecho "Muñeca brava", que se vendió a 80 países en el mundo, pero no era prestigiosa. Nunca me pasó, hasta ahora, que se unieran las dos cosas. Que una película sea popular y lleve un millón de espectadores al cine y que, al mismo tiempo, sea prestigiosa y la crítica la catalogue como de excelencia.

-En estos años también recibió críticas a su calidad artística.

-Creo que uno que trabaja como actor y cantante, siempre está expuesto a gustar o no gustar. Yo puedo hacer un personaje buenísimo y a otro no darle en la tecla. Y uno no puede hacer mucho más que trabajar para mejorar. En lo musical, he estudiado canto por años, pero sigo siendo una actriz que canta y no al revés. Lo he disfrutado, pero sabiendo mis propias limitaciones. Que a mí alguien me venga a decir: 'Tú no eres una gran cantante' no me sorprende, porque yo tampoco me considero serlo. ¡Así es que está muy bien! No pasa nada.

-Y ha sido criticada como actriz.

-Solo puedo contestar a través de mis trabajos. Lo que ha pasado ha sido una evolución natural, biológica, que tiene que ver con mi crecimiento como intérprete, que yo he decidido trabajar y superar. Me siento con más herramientas hoy a los 39 años que a los 20, porque, básicamente, la vida me ha enfrentado a un montón de situaciones adversas y positivas que me han hecho aprender. Y yo me he ido cultivando.

-Usted ha sido modelo, 'paquita' de Xuxa, cantante, actriz, baila, conduce, diseña ropa. ¿No siente que debería ser más selectiva?

-Es mi personalidad, yo soy así. Soy una persona libre, no tengo prejuicios. Soy actriz y no me importa si es comedia o drama; diseñar ropa es una parte creativa mía. Soy embajadora de Unicef para Argentina y Uruguay. Son infinidades de lugares donde participo colaborando. Estuve en Chile con la campaña del Cáncer de Mama de Avon.

Pero, después de dos decenios, Oreiro dice que, a punta de dificultades, aprendió a elegir sus proyectos, porque comprendió que no las podía hacer todas. "Yo entiendo que hay gente que nace con un talento descomunal, pero a veces se queda y no hace nada con él. Y también creo que hay gente que nace con un talento más limitado y decide desarrollarlo. Ese segundo es el mío. Yo siempre he considerado que tenía que trabajar mucho y esforzarme. Con prueba y error. Y correrme de lugares que pueden llegar a no hacerme bien, independientemente del afuera. Porque el afuera siempre quiere más".

"Sigo siendo alguien en construcción"

Con un matrimonio estable de quince años con el músico de la banda rockera "Divididos", Ricardo Mollo, Natalia tuvo a su único hijo, Merlín Atahualpa, en 2012. Desde entonces su agenda gira en torno al niño. Mollo, quien es 20 años mayor, parece jugar un rol de profunda estabilidad en su vida. Hasta la voz le cambia cuando en la conversación habla de su papel de madre y mujer de un rockero famoso.

-Usted lleva 15 años de matrimonio. ¿Cómo los ha vivido?

-Me siento afortunada por tener salud y vivir de lo que me gusta, de mi trabajo. Esas cosas ya son mucho, soy una persona absolutamente privilegiada. Ricardo es una persona muy generosa, que me ha acompañado en todo mi crecimiento. El es 20 años mayor y siento que él ya tiene un control que yo sigo aun buscando. Él ha sabido de alguna manera acompañarme desde un lugar de amor, pero también con apoyo y criterio.

Dice, refiriéndose a su primer decenio de matrimonio sin niños:

-Siempre que me preguntaban por qué no era mamá, yo contestaba que porque no tenía ganas. Y eso chocaba mucho. Me parecía que uno nace para ser madre y ya está: te casás y tenés que tener un hijo, y '¿cuándo viene el segundo? y la pareja y por qué no'. Pero yo trato de separarme de los mandatos familiares en todo sentido. Hay mujeres que nacen para ser madres, y si no son madres, se sienten incompletas. Yo nunca me sentí incompleta antes de ser mamá. Siempre sentí que era y sigo siendo alguien en construcción.

Cuenta que su hijo eligió su propio nombre a los dos años. "Bajándose de un taxi, el taximetrista le dijo: 'Chao, Merlín'. Y él le contestó: 'Me llamo Atahualpa, Merlín es nombre de bebé y yo ya soy un niño'.

Ahora todos en el jardín infantil le dicen a su hijo Atahualpa.

-Yo tenía construida mi vida en forma solitaria, totalmente egoísta, mis decisiones incluían a mi pareja y a nadie más. Y a partir de que me convertí en mamá, mi prioridad se centró en su bienestar. Siempre quise ser una madre presente. Entiendo que nuestros padres, de alguna manera, venían con el chip de 'el mejor ejemplo es el trabajo' y se la pasaban trabajando. Yo descubrí que lo más importante para mi hijo es que yo esté con él, que juegue con él. Cambio cualquier premio o cualquier personaje por poder disfrutar con él. Pero también él se adapta muy bien a mi vida. Entiende a la perfección, porque nunca le ocultamos la profesión de sus padres. Viajó a los 20 días, a los tres meses estaba en el Festival de Cannes. Tiene ya dos pasaportes por la cantidad de sellos que tiene.

Para no dejarlo en Buenos Aires, la artista lo incluye en todas sus giras nacionales e internacionales y hasta a los países del Este y Rusia -donde Natalia Oreiro es sinónimo de éxito desde hace muchos años- lo lleva anualmente. La excepción fue Siberia "porque a veces está en invierno, a menos 40 grados. Y para un niño que no está acostumbrado, menos de 40 es mucho. Espero que sea un poquito más grande para llevarlo".

Para el enorme éxito que Natalia Oreiro tiene, desde sus 18 años, en países como Hungría, Eslovaquia, República Checa, Israel, Polonia, Rumania y otros del este europeo -en 2014 recorrió 16 ciudades rusas con el "Nasha Natasha Tour", que convocó más de cien mil personas, un tur que dio origen a un documental-, la actriz no tiene explicación racional. Intenta una:

-Es un éxito desde hace muchos años. Un fenómeno que yo llamaría espiritual y amoroso. Ellos me conocieron a los 18 años y, a partir de ese momento, nunca dejé de viajar. He vivido en Rusia, aprendo el lenguaje de ellos. Este año viene a vivir una chica de Rusia porque, si bien lo hablo un poco, quiero perfeccionarme. Si yo tuviera que buscarle una explicación más esotérica, diría que en otra vida yo fui de Europa del Este o de Rusia. Hay tanta empatía con ellos que no encuentro otra explicación.

En Rusia y Europa del Este la conocieron con una telenovela de su adolescencia, "Ricos y famosos". Después caló hondo con "Muñeca brava" 'que se vendió en el mundo entero y ellos la repitieron como 20 veces'.

También ha tenido empatía con actores chilenos, como Benjamín Vicuña y Boris Quercia, con quien hizo la serie "Entre caníbales", dirigida por Juan José Campanella, en 2015.

-Benjamín es una persona muy conocida y muy querida en Argentina, muy respetada. Me dio placer el proyecto de "Entre caníbales", un proyecto de esa dimensión, dirigido y escrito por Campanella. Una temática tan dura, yo no sé si en Chile, pero aquí en la Argentina es muy dura la realidad de la violencia machista. Una mujer por día muere a causa de la violencia machista.

Natalia hizo un personaje dramático: una mujer violada por cinco hombres, quien, 20 años después, vuelve a buscar venganza.

Y en todo el discurso de esta artista uruguaya se reflejan sus aprendizajes. Partiendo por el principal, el que se remonta a su infancia. Su familia es de origen humilde, ella nació en Cerro, un barrio de inmigrantes y obreros en Montevideo, y estudió en un establecimiento público. A los ocho ya hacía teatro en su escuela y, desde los doce años, entró con su hermana mayor, Adriana, a un curso de corte y confección en su barrio de Cerro. Las dos niñas soñaban, se veían como diseñadoras de moda. En 2007 cumplieron. Adriana, diseñadora profesional, volvió de México, donde vivió siete años y se radicó en Buenos Aires: juntas crearon su marca Las Oreiro. Hoy tienen cinco locales, el más reciente en Avenida Alvear. Adriana supervisa y administra, Natalia es la creativa.

Remontándose a su niñez, la actriz dirá más tarde:

-Nos hacíamos la ropa desde muy chiquitas. Hasta hoy, todo el vestuario de mis giras me lo diseño yo. Hacerme la ropa me sumerge en un mundo de fantasía, un escenario donde uno puede volar y dejar libre la imaginación.

"Yo trato de separarme de los mandatos familiares en todo sentido. Hay mujeres que nacen para ser madres y si no son madres, se sienten incompletas".

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