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El refugio de los pingüinos rey

sábado, 04 de febrero de 2017

por CARLA RUIZ PEREIRA DESDE TIERRA DEL FUEGO
Crónica
El Mercurio

Les calzaban gorros de lana, bufandas, anteojos de sol, se tomaban fotos abrazados con ellos y hasta se los llevaban en los maleteros de los autos. Condenada a la extinción por el turismo, la historia de la mayor área de conservación de pingüinos rey en Tierra del Fuego empezó cuando una pareja de colonos transformó en parque científico parte del patio de su propia casa.



 Cecilia Durán (63) lo recuerda muy bien: la primera vez que vio uno fue en 1988. Era verano, y después de dos años viviendo dentro de las casi mil hectáreas de la estancia San Clemente, en Tierra del Fuego, un día llegó hasta la playa de Bahía Inútil, a unos 40 kilómetros de su casa. Allí divisó a una criatura de menos de un metro, de color negro y blanco, y un manchón amarillo y naranja en el pecho, cerca del mar. Fue el primer pingüino rey que vio. Lo que vino luego fue el interés por observarlos llegar cada verano, la compra de libros para estudiar sobre la especie y, finalmente, la transformación en parque de un rincón del gigantesco patio de su casa.

Monarquía  en peligro

Después del emperador, el pingüino rey -o Aptenodytes patagonicus- es el segundo más grande de su especie, y en promedio mide 90 centímetros. Con una dieta basada en peces y crustáceos, su hábitat está delimitado a las islas subantárticas, como las Malvinas y South Georgia, y es uno de los pingüinos más difíciles de ver y estudiar. Por eso, el rumor de que una colonia de ellos se había establecido en Tierra del Fuego corrió rápido, tanto que pronto llegó hasta los propios dueños de la estancia San Clemente.

-Ni siquiera es que fueran científicos -recuerda Cecilia Durán la tarde en que con su marido fueron a comprobar el rumor-. Eran personas, turistas, que rodeaban a los pingüinos que estaban en la playa... Durante años operadores turísticos habían mantenido el secreto. Yo vi mujeres tratando de meter pingüinos a los baúles de sus autos. Otros les colocaban gorros, bufandas y anteojos de sol como si fueran peluches. Los abrazaban y se sacaban fotos. De inmediato decidimos que teníamos que hacer algo.

Cuenta la historia que una de las tradiciones más importantes de los selk'nam -el pueblo originario que llegó a Tierra del Fuego hace unos 12.000 años- era la ceremonia Hain, un rito de iniciación de los varones jóvenes. En esta, según la antropóloga Anne Chapman, conocida por sus investigaciones de los pueblos fueguinos, el pingüino rey tenía protagonismo. El vínculo entre esta ave y los Selk'nam luego fue ratificado por el hallazgo de restos óseos de esta clase de pingüinos en áreas de la isla.

Flavia Morello, arqueóloga de la Universidad de Magallanes y parte del equipo del Instituto de la Patagonia que actualmente investiga dentro del Parque Pingüino Rey, empezó a trabajar en el área antes de que existiera el recinto protegido de los Fernández Durán. Allí, cuenta, encontraron yacimientos arqueológicos que datan de hace 5.000 años.

-Eso indica que los pingüinos rey estaban en la zona de manera esporádica o permanente desde hace miles de años -dice Morello-, por lo que la conformación de la colonia actual podría tener antecedentes muy antiguos. La hipótesis de trabajo es que siempre han estado o que llegaban a la zona en primavera-verano.

La casa del matrimonio está a una hora en auto del parque. En el living, con la chimenea prendida para soportar el frío, Alejandro Fernández cuenta que su familia se instaló en la estancia en 1965. Como todos en la isla, explica, se dedicaron a la crianza de ovejas y que el parque fue solo una reacción a la avalancha de turistas que amenazaba la pingüinera.

Todo comenzó cuando la pareja se contactó con Alejandro Kusch -un biólogo especialista en avifauna que estudiaba la especie, hoy coordinador de investigaciones terrestres de la Wildlife Conservation Society, en Tierra del Fuego-, quien dijo que lo primero que se debía hacer era eliminar la amenaza principal: el turismo sin regulación. Entonces surgió la idea de un parque con un cuidador y el monitoreo sistemático de la población de pingüinos. Así, en 2011, a 124 kilómetros de Porvenir, los Fernández Durán crearon una área privada de conservación de 30 hectáreas, bautizada Parque Pingüino Rey, con Kusch como encargado científico del lugar:

-Al principio no había más de 25 pingüinos. Pero con los cuidados, desde esa temporada la cantidad ha ido en aumento, la reproducción pasó desde huevos huérfanos hasta 10 polluelos que ya salieron del mar. El parque, sin duda, es un sitio que potencia la protección y la conservación de los pingüinos.

Hecho en casa

Los Fernández Durán recuerdan que los primeros seis meses recibían a sus visitas en plena pampa, soportando ráfagas de viento de más de 100 kilómetros por hora.

-En esa época la inversión tampoco podía ser grande -explica Durán-,  porque no sabíamos si el proyecto era sostenible. Las probabilidades no eran muchas porque la mayoría de los que visitaban Tierra del Fuego pasaban directo hacia Río Grande, en el lado argentino, para después llegar a Ushuaia.

Pese a esos pronósticos, los turistas comenzaron a multiplicarse -sobre todo los extranjeros- y poco a poco el parque se empezó a desarrollar. El primer científico contratado, Kusch empezó a monitorear en terreno a las aves, luego se construyó una casa para el guardaparques, los guías y el veterinario, un módulo para dar una charla de bienvenida a los turistas -en la que se hace hincapié en que no se debe gritar ni acercarse a los pingüinos- y se delimitaron los senderos. Además, para cumplir con el reglamento de avistamiento de aves que exige y fiscaliza Sernapesca, se instalaron paneles de madera para observar a los pingüinos a 50 metros de distancia, cámaras de vigilancia y se establecieron turnos para custodiar la zona de noche. Pese a todas las medidas de seguridad, cada cierto tiempo se repiten algunos problemas con los turistas.
-Se siguen metiendo a tomarles fotos con flash, les gritan. Muchos vienen y no sé qué esperan, ¿un espectáculo de pingüinos bailando? -dice Cecilia.

La primera vez que la actual encargada del manejo de los pingüinos, Claudia Godoy, veterinaria y colaboradora de Global Penguin Society, visitó la colonia fue en 2013 en un paseo con escolares de la ciudad de Porvenir. En esa ocasión conoció a Cecilia Durán y, luego de quedar en contacto, al año siguiente realizó, junto a otros científicos, investigaciones sobre el comportamiento de los animales. Según Godoy, los avances en el desarrollo de la colonia son sorprendentes: si al momento de abrir el parque había 25 especímenes, hoy fluctúan entre 80 y 110. Y la colonia sigue creciendo, pues ya se esperan 30 nuevos polluelos para este año.

-El parque ha permitido que se puedan realizar investigaciones internas, externas y colaborativas. Aquí hay mucho interés de la comunidad científica -explica Godoy.

Juliana Vianna, doctora en ciencias biológicas de la Universidad Católica de Chile, es otra de las científicas externas que trabaja en el parque. Llegó en 2015 para investigar la genética de la población. La importancia del pingüino rey, asegura, se relaciona con que su forma de comportamiento puede explicar la evolución del entorno.

-Es una especie muy susceptible. Entonces son indicadores de lo que pasa en el ecosistema, de si hay una situación importante de contaminación, de cambio climático o de si hay una variación en la oferta de alimentos. Frente a cualquier alteración del ecosistema, ellos van a responder de una u otra forma -explica Vianna.

Pero los estudios en el parque no se restringen solo al pingüino rey, y científicos del Instituto de la Patagonia trabajan en otras dos áreas principalmente: arqueología y botánica.

Encargado de la unidad de turismo sustentable de la Universidad de Magallanes, el botánico Osvaldo Vidal trabaja desde el año pasado en el parque, el que, según él, es uno de los territorios más prístinos del planeta.
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Las plantas en el área del parque son principalmente endémicas -dice Vidal-. Nuestro interés es que todo este conocimiento no se quede solo en los científicos, sino que llegue a los turistas para que aprendan sobre la rica historia natural de la zona.

Dinero y futuro

Es martes, y a las once de la mañana llegan las primeras camionetas con turistas desde Punta Arenas. Después de unas cuatro horas de viaje desde la capital de la Región de Magallanes, aparecen alemanes, franceses, estadounidenses y un par de chilenos.

-El máximo de personas que recibimos al día son 90. Todos deben venir con reserva, aquí el "es que vengo de lejos", no importa -cuenta Cecilia Durán-. La única forma de hacer turismo sustentable es controlando la carga de personas y el tiempo que están en el parque, para que su impacto sea mínimo.

Su idea y la de su marido es convertir el Parque Pingüino Rey en una fundación para tener la posibilidad de recibir más apoyo económico y así realizar más investigaciones. Además, ya contemplan otras iniciativas, como un sitio arqueológico interpretativo que sirva para estudiar la relación de los selk'nam con las aves.

-Algunos dicen que hacemos esto por plata -dice Durán-. Si fuera por eso, estaría haciendo otra cosa. Pero los científicos y la gente que realmente estudia te reconocen y agradecen la labor que estás haciendo.

Alejandro Kusch, el primer científico contratado del parque, lo ve así:

-Desde un comienzo se ha trabajado con un biólogo especialista a cargo, y además se ha invertido en más personal, habitabilidad, logística e investigación. Muy pocos parques en Chile pueden decir que tienen especialistas trabajando en la conservación de sus especies.

Son las seis de la tarde y Cecilia Durán se ha pasado el día conversando con los visitantes. Una tos convulsiva le ataca a ratos. "Estoy resfriada", dice como excusa, justo antes de dar su última vuelta por el parque, para comprobar que todo está en orden. Mirando a lo lejos a los pingüinos, con el viento congelándole la cara, dice:

-Yo los observo para asegurarme de que estén bien. Alguien tiene que protegerlos, y por eso esto no se nos puede salir de las manos, no se puede convertir en un negocio masivo. Gran parte de mi vida son ellos, aunque el frío ya me está pasando la cuenta.

Antes de dar media vuelta y comenzar un solitario viaje de una hora por el medio de la pampa hasta su casa, Cecilia Durán mira por última vez a los pingüinos y les hace un gesto de despedida con la mano. Camina un par de metros por el sendero y se detiene. Entonces se agacha y recoge algo del suelo. Es una pluma pequeña y blanca.

-Una pluma de pingüino -dice antes de guardarla en su bolsillo.

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