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Tapati Rapa Nui:

LA FIESTA HECHA A MANO

domingo, 29 de enero de 2017

POR Constanza Rojas Valdés, DESDE RAPA NUI.
Crónica
El Mercurio

Detrás del número cada vez mayor de visitantes que viene a experimentar el evento, la Tapati es una muestra del interminable trabajo que las familias de las candidatas a reina hacen para impulsar esta celebración. Así es por dentro la fiesta que se extenderá hasta el 12 de febrero.



"¿Así que tu hija va de candidata a reina?", le decían a Luis Nahoe en el pueblo. "No, nada que ver -respondía él-. ¿O sí?".

Era febrero, apenas terminaba la Tapati 2016 y Tahira Nahoe ya pensaba en la siguiente versión de este, uno de los grandes eventos de Isla de Pascua. La primera tarea para ser candidata era recorrer Hanga Roa consiguiendo apoyo. Tantear quiénes irían con ella. A sus 19 años, la joven había trabajado para muchas reinas, y en la isla, favor con favor se paga.

Así, el rumor llegó a su padre.
Él y su mujer sabían que, si Tahira estaba decidida, sería difícil hacerla cambiar de opinión. Recordaron cuando la joven tenía 11 años y quiso competir en el Haka Pei, por lejos la prueba más peligrosa de la Tapati, donde los participantes -casi siempre hombres y adultos- se lanzan desde la cima del cerro Maunga Pu'i montados en dos troncos de plátano unidos por una estaca, y pueden superar los 90 kilómetros por hora. No hubo cómo detenerla. Su mamá prefirió no mirar.

Tras episodios como ese, ambos sabían que su hija no solo tenía la convicción, sino también la fortaleza necesaria para sobrellevar la competencia. Porque en este reinado lo que está en juego es la fuerza de la uka -la candidata-, del aito -el aspirante a rey que la acompaña- y, sobre todo, de la familia que representan. Acá de nada sirve ser flaca o alta si no tienes apoyo. La familia que está con Tahira lleva décadas trabajando fuertemente en la Tapati, pero pasa lo mismo con la que va con la otra candidata, Tiare Pakarati. En la calle se comenta: este verano de 2017 la competencia estará peleada.

Tradiciones en el siglo XXI

Muchos lo recuerdan. Antes de transformarse en el mayor hito etnoturístico de Rapa Nui, que este año estaba programado para partir el 27 de enero, la Tapati se llamaba "Fiesta de la primavera". En los años 60 era como una kermés organizada por los ancianos, donde el pueblo se dividía en dos equipos y coronaban a una reina. En los 70 comenzó a tomar fuerza; la Municipalidad se hizo cargo de organizarla y la llamó "Tapati Rapa Nui", que significa "Semana Rapa Nui".

Juliette Hotus, coordinadora del evento desde el municipio, recuerda que "en los 90 llega la globalización a la isla con la película Rapa Nui, producida por Kevin Costner. Fue un gran cambio. El poder adquisitivo de la gente creció, y la Tapati evolucionó a algo más turístico. Empezó a llegar más gente y se incluyeron dentro de esta fiesta. Pero sigue la misma temática: la elección de una reina donde las familias lo ponen todo por su honor.  Ya en el 2000 se le dio una nueva visión a la Tapati; la de mostrarle al mundo quiénes somos y legarle a nuestros hijos nuestras tradiciones".

Actualmente cada candidata debe escoger a un apoderado y estos, junto a la municipalidad, definen las bases de cada versión, pero siempre en el marco de competencias que rescatan las tradiciones ancestrales de la cultura rapa nui. Durante el año se discuten asuntos como a qué hora se hará el Takona, donde los participantes cuentan una historia a través de pintura corporal, y cuántos puntos dará el Tau'a Rapa Nui, la triatlón por el volcán Rano Raraku donde se corre con 20 kilos de plátano sobre los hombros, se nada y se rema. Instancia donde, curiosamente, los espectadores pueden entrar a zonas de la isla que el resto del año quedan restringidas por su valor patrimonial. En la municipalidad dicen que desde el próximo año la prueba será en otro lugar para preservar el volcán.

Para dimensionar cuánta gente participa actualmente en esta fiesta sirven las cifras de la Farándula, la competencia donde cada candidata pasea en un carro alegórico construido y tallado a mano, seguida de otros carros y de quienes la apoyan, incluyendo turistas. Cada persona vestida o pintada según la tradición suma puntos. Según esto, la municipalidad calcula que en 2016 participaron cerca de 4.000 personas, sin contar a quienes solo miraban.

Hoy en día, el turista que llegue a la isla para la Tapati probablemente vea banderas de una gran empresa de telecomunicaciones y escuche a los animadores agradeciéndole a un banco español. Se ha producido un sincretismo entre las comunidades locales, el apoyo de la municipalidad, del Estado y de las empresas privadas. A la familia de cada candidata le pasan 7 millones y apoyo logístico; y las competencias contemplan un premio para los primeros lugares. Los más altos son para la reina (5 millones)
y los conjuntos de baile (3 millones). Además, por supuesto, de los puntos para la candidata. El Haka Pei es la excepción. Por lo peligrosa que es, la Municipalidad no le asigna puntos y trata de desincentivarla, pero los competidores llegan igual. Este año se realizará a pesar del accidente de la versión pasada, donde Uri Pate, el más experimentado, tuvo una fractura cervical.

A pesar de todo esto, en el trabajo local que hay para las competencias todavía no rigen las leyes del mercado. Y probablemente esa es la parte más valiosa de esta fiesta. Tras estos premios hay un año de preparación y entrenamiento, meses de dedicación completa. Lo que sucede en la Tapati misma es solo el resultado de un largo trabajo. Verónica Rapu, por ejemplo, la apoderada de Tahira, renunció a su empleo, y sus hijos y pareja llenan su despensa mientras ella organiza la campaña. Si de plata se tratara, a todos se les ocurre una forma más rápida y menos esforzada para juntar ese monto en una isla donde no falta el trabajo. La ecuación solo se completa sumando el honor de ganar y de traspasar las tradiciones a nuevas generaciones.

Ahora, los turistas también compiten

Tahira estudia diseño de vestuario en el Duoc de Viña del Mar, pero congeló el segundo semestre de 2016 para venir a trabajar en su candidatura. "Tenía que venir a prepararme físicamente, mentalmente".

En las mañanas nada, corre o hace canotaje. Después trabaja en el Takona o el Kai kai, un juego de cuerdas que se acompaña con recitado de relatos antiguos; luego ensaya con los conjuntos de baile y finalmente los cantos. "Todo lo entreno con diferentes personas. Hay una maestra o maestro para cada competencia y voy a sus casas para que me enseñen. Cuando estás metida en la Tapati, aprendes muchas cosas. En el ámbito de lo cultural y también como persona. Uno siente que va creciendo", dice.

Mientras,  Verónica Rapu trabaja en un galpón que se construyó para la campaña.  Afuera hay gigantografías de los candidatos y esculturas talladas. Ahí, desde mayo se confeccionan los trajes, la tarea que necesita más manos. Para hacer una falda de kakaka hay que cortar troncos de plátano, luego con una cuchara -y paciencia- se saca la pulpa de la corteza hasta que quede solo la fibra y se pone a secar. Hay que coser estas lonjas en un trozo de tela y luego deshilacharlas a mano. Una por una, para 200 bailarinas. Después vendrán terminaciones con trenzas y conchitas que le darán un toque de novedad a materias primas que se usan hace siglos.

En este galpón todo el que quiera trabajar es bienvenido, y la gente -rapa nui y "contis"- circula desde la mañana hasta la madrugada. Al entrar, ofrecen una taza de té o una sopaipilla, y si es hora de almuerzo la labor se detiene. Entonces aparece una gran olla con una cazuela de carne, pollo, camote y plátano, junto a unas lentejas con chorizo y ensaladas. Durante los preparativos de la Tapati jamás faltará la comida porque en Rapa Nui los alimentos son un don: se comparten sin dinero de por medio con quien está apoyando la campaña. No importa si ganan o pierden, la fiesta siempre terminará en grandes curantos ofrecidos por las familias de las candidatas.

El mana está vivo

En el programa de este año hay más de 50 competencias, pero aquí saben que las más fuertes son los conjuntos de baile, el Haka Pei y la triatlón. Y si uno pregunta más al respecto, seguro le darán un nombre: el Tuma.

Tuma Heke ha ganado 15 triatlo-nes en la Tapati. Se retiró, tuvo un accidente automovilístico y luego reapareció en la versión pasada en una categoría para mayores de 40. Ganó de nuevo. "Desde 1995 me metí de lleno al deporte ancestral, y fue bonito porque mi mamá me inculcó muchas cosas del tema de la cultura y la parte espiritual. Antiguamente, esta se respetaba harto; el tema del mana era muy fuerte. Yo me fui por esa senda, lo espiritual", dice.

Los meses antes de la Tapati el pueblo completo se prepara para la ola de turistas que el evento atrae. Los dueños de los hoteles acumulan gas; los de los restaurantes, provisiones. Tuma Heke, en cambio, toma la dirección contraria: se retira y se va a acampar a Rano Raraku, el volcán donde se corre la triatlón y que antiguamente fue la cantera donde se fabricaban los moai. "Mi mamá me enseñó que hay que tener respeto por nuestros ancestros. Yo converso con ellos; llego, pido permiso, digo quién soy, quiénes son mis bisabuelos".

En esos meses previos, los competidores entrenan al menos dos veces al día, pescan, comparten experiencias y confeccionan la embarcación, para la que necesitan 2.000 totoras y una técnica que se pasa de generación en generación. "Y hay una palabra principal en este deporte, el Tapu, que son las restricciones -dice Tuma-. Uno tiene que ser estricto consigo mismo, con el cuidado, la alimentación, no comer carne, tomar pura agua, dormir bien y hasta restringir el estar con tu mujer. Respeto todo eso".

Tuma dice que su principal preocupación ahora es transmitir a los más jóvenes el valor cultural y espiritual de estos deportes. "Algunos piensan que se está perdiendo el mana, pero yo creo que no es así, solamente hay que fortalecerlo". Por eso ha hecho talleres para enseñar la técnica de las embarcaciones y ha entrenado a deportistas menores. Cuando se acerca la Tapati, llegan a su casa a pedirle que compita por su candidata. Este año no correrá la triatlón, pero sí estará en otras pruebas deportivas. Y dice que, si bien le dará sus puntos a Tahira, no es por sus visitas. Él ya lo tenía decidido: siempre irá por quien apoye su madre. Un año no lo hizo, entonces ella se ofendió y le dijo: "Vas a perder tu competencia". Fue en 2010. Y perdió.

"¡No se peinen!"

Desde el 3 de enero hasta el inicio de esta nueva versión de la Tapati, afuera del gimnasio Koro Paina Kori hay jóvenes tocando guitarra, jugando a la pelota. Taquillando. Adentro, Lynn Rapu, un hombre grande y de voz corpulenta, sostiene el micrófono: "¡A ver, ya dije que no se podía comer chicle acá!".

Junto a él, arriba del escenario hay unos doce músicos y tres jóvenes que muestran los pasos de baile con los que competirán en los conjuntos. Los siguen cerca de 200 mujeres y unos 30 hombres. En esta competencia pueden participar también personas que no son rapa nui y el resultado es una mezcla de nativos, residentes y -últimamente- algunos turistas. Como se encarga de repetirlo Lynn, esto no es un juego, es una competencia. Los ensayos son de lunes a sábado, siempre estrictos y con miras a ganar. "¡No se peinen mientras bailan! ¡Mantengan las filas!". Los bailarines transpiran como nunca, y Tahira es la única que se pasea bien vestida, mostrando pasos y corrigiendo.

Más allá del tono de piel, es fácil distinguir a las rapa nui de las "conti". Las caderas de las primeras parece que se movieran solas apenas empieza la música; las segundas, analfabetas en este lenguaje corporal, se esfuerzan por coordinar caderas y manos. Las primeras cantan fuerte y siguen al instante las instrucciones en rapa nui. Las segundas miran al lado y copian lo que ven. En los preparativos de la Tapati la lengua rapa nui está activa, algo muy importante en una isla donde cada vez se habla más español e inglés.

Cuando llegue el día de la presentación, el jurado podrá reconocer las historias tras la mayoría de las canciones. Vienen por tradición oral, se las han contado sus madres y abuelas. Pero la música y los pasos de baile se crean especialmente para cada competencia, siempre dentro de los códigos de la cultura rapa nui. Sobrinas y primos van a proponerle a Lynn sus movimientos. "Este sí, este no", dice él, con el mismo ímpetu con el que hace callar a quienes conversan en los ensayos. "Yo aprendí de otras personas mayores y hoy en día nadie me discute: yo digo es así y así es", explica.

Los relatos que se bailan están vivos. Este año, de hecho, se convertirá en canción una historia reciente y dolorosa para la familia. Hace unos meses murió un tío de Tahira, y para él escribieron Koro era o Poike. A la joven se lo habían advertido: siempre mueren familiares de la candidata los meses previos a la competencia.

Lynn Rapu sabe de Tapati. Además de fundar el Kari Kari (un emblemático lugar de la isla donde se hacen espectáculos de baile ancestral), ha coronado cerca de 10 reinas como apoderado y ha ganado con 15 conjuntos. Sabe organizar equipos, conseguir apoyos. Casi resulta natural que en 2016 haya optado por correr en otro tipo de competencia: la alcaldía de Rapa Nui. Perdió contra el histórico Pedro Pablo Edmunds.

Para Lynn, la Tapati es una cosa de fuerza, de espíritu: "Tienes que estar concentrado en lo tuyo. Tienes que tener la fe. Si tú no tienes la fe, ¿cómo vas a ganar?". Dice que los bailes son como payas: un equipo lanza primero, el otro contraataca, y el que tiene más sentimiento gana. Por eso, a pesar de que los ensayos de los dos equipos se realizan apenas a una cuadra de distancia y la entrada es abierta, lo que pasa adentro debe mantenerse absolutamente secreto. En uno u otro lugar, quien esté al mando detendrá a los músicos y bailarines si ve que alguien anda con una cámara.

Luego del ensayo, la familia de Tahira ofrece jugo, sopaipillas y jugosos trozos de sandía. Algunos niños, con un gesto tímido, se acercan donde Lynn y le piden ("por favor") permiso para sacar una foto de los papeles pegados en el escenario. "Queremos aprendernos la letra de las canciones", dice uno.

La prueba final

Si para los conjuntos los bailarines ensayan cerca de un mes, para otras competencias se practica desde que se nace. Hay pesca, tallado en madera, leche con plátano y confección de coronas de flores. Son muestras de las tradiciones más cotidianas en la isla, y a estos competidores innatos también hay que convencerlos de que vayan por la familia.

Así, en plena competencia el pueblo de la isla está casi completamente repartido entre los dos equipos. Pero Verónica Rapu, la apoderada de Tahira, advierte que no hay que confiarse en eso. Algunos dicen que competirán por una candidata, y el día de la prueba pueden encontrarlos en el otro bando. E insiste: el apoyo debe ser de palabra y esa palabra se respeta hasta el final, sin esperar nada a cambio. Por eso mismo cuenta que cuando Tahira fue a su casa, con su padre, para pedirle que ella fuera su apoderada, le preguntó:

-¿Tú quieres la plata o quieres ganar la Tapati?

-Yo quiero la corona -respondió la joven.

-Entonces vamos.

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