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Los italianos de la Araucanía

sábado, 28 de enero de 2017

Texto, Paula Donoso Barros. Fotografías, Carla Pinilla Grandé.
Patrimonio
El Mercurio

Capitán Pastene es el pueblo donde se conservan las tradiciones gastronómicas que trajeron los colonos a principios del siglo XX. También, la arquitectura con que levantaron una villa concebida al estilo europeo, que hoy se reinventa abriéndose al turismo.



Este enclave italiano en mitad de La Araucanía, a diferencia de otros lugares donde se instalaron colonos en Chile, es un pueblo construido completamente por los mismos inmigrantes en medio de tierras rudas. Una historia que comenzó a principios de 1900 cuando la Municipalidad de Lumaco, para poblar una zona donde había poco más que montes y bosques, le pidió al Presidente Domingo Santa María que trajera extranjeros a los terrenos fiscales de Nahuelbuta. Giorgio Ricci y Salvatore Nicosia, italianos residentes en Chile, se ofrecieron como intermediarios para traer familias de agricultores. Ricci, que provenía de la región de Emilia Romagna en la provincia de Módena, viajó a su pueblo natal, Verica, para invitar a sus conocidos a emprender la aventura. El 10 de marzo de 1904 llegaron las primeras 25 familias atraídas por las 75 hectáreas que recibiría cada una. Otras 63 llegaron al año siguiente, y en 1907, el Presidente Pedro Montt oficializó la fundación de la nueva localidad, que nombró Capitán Pastene en honor al navegante genovés.

A los colonos se les cedieron los sitios para construir sus viviendas, lo que permitió formar un pueblo, en lugar de que cada uno se aislara en su terreno. Según cuenta Patricio Fulgeri, administrador del restorán L'Emiliano, a los recién llegados -entre los que estaba su bisabuelo-, se les pidió que construyeran una casa con doce metros de frente mínimo; además, debían cercar el sitio con madera y rellenar las veredas con ripio contenidas con medias vigas de pellín, en un sistema de solera. Así, el poblado fue creciendo bajo un estilo arquitectónico influenciado por líneas traídas de Europa, con arcos, columnas, frontones y cornisas, que le dieron el carácter que se conserva hasta hoy, pese a muchos incendios ocurridos durante su historia, y al alero del cual han perdurado sus tradiciones.

En especial la gastronómica.

-Venían de los Apeninos modeneses, la zona de la pasta rellena, del prosciutto. Así es que en todas las casas se faenaban cerdos, se hacían embutidos; las familias preparaban su prosciutto, vino. Toda la tradición campesina se trasladó acá, y continúa -dice Fulgeri. Salvo el idioma, porque los inmigrantes hablaban distintos dialectos. El italiano se empezó a hablar recién el año 20 como idioma oficial en Italia, cuando ellos ya habían salido.

Eran campesinos, gente muy pobre y con escasa educación, a los que la necesidad convirtió en arquitectos, ingenieros y especialistas en cuanto oficio se fue requiriendo.

-Acá llegaron a haber cinco molinos, y cosechando grano en tierras sin ninguna aptitud agrícola. Lo lograron, pero después la tierra se cansó, no había fertilizantes, y derivaron al tema forestal; no es lo más bonito, pero hizo que nuestras familias pudieran quedarse aquí -asume Mabel Flores, nieta de colonos.

En 1916 se abrieron el emporio, el molino Rosati y la planta hidroeléctrica que abastecía de luz a todo el pueblo. En 1917 se inauguró el cine. La parroquia se creó de inmediato, aunque la capilla San Felipe Neri se levantó en 1950. "Fue muy rápido, era gente muy creativa y lo hicieron todo solos", cuenta Julia Almazábal, pastenina sin gota de sangre italiana, pero heredera de todas las costumbres. "Desde chica sabíamos hacer ñoquis, polenta, pastas... mi mamá no era italiana, pero sus amigas sí y ella aprendía tejido, bordado, hasta la manera de poner la casa como lo hacían las nonas".

Si algo caracterizó a la colonia fue la cercana relación que desde el principio tuvo con mapuches y chilenos del vecindario. De ella, no solo surgieron descendientes pasteninos que llevan la mezcla de genes, sino el producto que les ha dado mayor notoriedad: el prosciutto de Capitán Pastene, con sello de Denominación de Origen que lo identifica como originario de la localidad, dado que a la tradicional receta de la pata de cerdo salada se unió la técnica de ahumado mapuche.

Julia es la mujer de René Viani, hoy dueño de Cinema Pastene, tal como lo fue su padre en tiempos en que se llamaba Rex. El cine arribó junto con la llegada del tren a Pastene, convirtiéndose en parada obligada de todas las películas que iban a Temuco. En la sala que se conserva intacta, se exhibieron todas; La Dolce Vita, por ejemplo, revolucionó al pueblo porque tenía censura. La historia se acabó también con la suspensión del tren, a principios de los 70. Treinta y cinco años después, Viani retomó la pasión de su padre y hoy lo abre para turistas, con su mujer encargada de proyectar un documental con la historia del pueblo y acompañarlo con anécdotas locales que le escuchó a su suegro, "el nono René". De la estación, en cambio, solo quedan lindas fotos. 

Italia, deja en claro Mabel Flores, nunca fiscalizó el trabajo de Ricci. "Nuestros nonos fueron abandonados acá y el contacto con las familias de origen se retomó recién en los 80-90, cuando Pastene vivía una bonanza económica y la gente se empezó a reencantar con el italianismo". Se comunicaron con los pueblitos de donde habían salido, viajaron y se recibieron visitas. "Me acuerdo de la llegada de una veintena de italianos y del abrazo de unos primos hermanos que no se habían visto jamás". El reencuentro entre los más antiguos emocionó a la tercera generación.

-El sentimiento de "esto se nos está yendo" viene cuando los abuelos empiezan a morir. Había que grabar a los viejos, conversar con ellos para saber la historia, y así empezó a armarse este movimiento de rescate rápido.

Mabel y su marido, Ángelo Iubini reabrieron el emporio, un lugar emblemático que estaba abandonado.

-Queríamos que este local contara la historia con solo verlo; que la gente entendiera que hacer prosciutto es más que un negocio, es parte de nuestra identidad.

Rescataron objetos de uso cotidiano. Cosas muy sencillas, y lo expusieron en un espacio abierto al turista. También habilitaron el molino Rosati, donde instalaron una gelatería que permite ver las maquinarias tal como funcionaron hasta hace poco.

En pocas cuadras se suman los emprendimientos liderados por la generación más joven. Restoranes gourmet, construcciones restauradas, alojamientos boutique. Para Mabel fue la oportunidad del turismo lo que logró el reencantamiento.

- Quiero que mis hijas conozcan el mundo, que estudien, que viajen, y un día digan qué entretenido instalarse en Pastene y continuar con la tradición de la familia. Me muero de pena que se pueda acabar esto, pero todos sabemos que es una posibilidad cierta. Mi responsabilidad es armarlo para que sea sustentable.

EXISTEN MÁS DE OCHENTA FOTOS DE LA EPOPEYA. RICCI INCLUYÓ UN FOTÓGRAFO EN EL VIAJE PARA DEJAR REGISTRO HISTÓRICO.

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