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Estudio alemán busca quitar la mirada negativa a esta conducta:

Los adultos que no temen mostrar su lado lúdico son un aporte a la convivencia

lunes, 23 de enero de 2017

C. González
Vida Ciencia Tecnología
El Mercurio

Dejar salir al niño que llevamos dentro tiene más ventajas de las que se conocían: además de mirar las cosas de manera positiva, estas personas ofrecen más soluciones a los problemas, mejoran el clima laboral y hacen de cualquier tarea monótona algo interesante.



Ser un adulto juguetón y con una personalidad lúdica tiende a ser visto de manera negativa en algunas sociedades: se las considera personas inmaduras, poco serias e incluso poco confiables. Sin embargo, se trataría de una característica que puede tener varios beneficios, tanto a nivel laboral como personal.

En un estudio realizado en Alemania, los investigadores observaron que las personas que no temen dejar salir al niño que llevan dentro son buenas observando, pueden ver fácilmente las cosas desde nuevas perspectivas y ofrecer más soluciones positivas a problemas.

Además, ayudan a mantener un buen clima laboral y a convertir las tareas monótonas en algo interesante.

"Tener una personalidad lúdica en la adultez se puede expresar de maneras muy diferentes y debe ser considerado como un rasgo positivo", comenta el doctor René Proyer, investigador del Instituto de Psicología de la U. Martín Lutero de Halle-Wittenberg.

A diferencia de lo que ocurre en niños, existe poca investigación sobre el juego en los adultos. Por eso Proyer se dio a la tarea de reivindicar el tema y lo hizo mediante encuestas a alrededor de tres mil personas.

"El ser juguetón o lúdico es un rasgo de personalidad independiente, que no se encuentra en ningún test psicológico", precisa. Sin embargo, no debe ser equiparado con el humor o el infaltable amigo bueno para la talla.

"Las personas juguetonas son capaces de reinterpretar situaciones en sus vidas para que las experimenten como entretenidas, y actúan así en muchas situaciones del día a día".

El problema es que tienden a ser criticados o menospreciados, sobre todo en sociedades más formales y estructuradas, como la alemana.

Por estos lados pasa algo similar, según los especialistas. "Tiene que ver con un enfoque cultural. En países latinoamericanos, por ejemplo, se asocia a un perfil de personalidad que suele ser bien aceptado y valorado; es más un pro que un contra. Pero no es el caso de Chile", dice Josefina Guzmán, psicóloga de la Clínica Indisa.

Como en muchos ámbitos locales, la cultura organizacional tiene un alto grado de formalidad, agrega Luis Gajardo, académico de la Escuela de Sociología de la U. Central. "Son muy sancionadas todas aquellas conductas que salen de lo esperado. Con ello se desaprovecha una dimensión interesante del ser humano", advierte.

A su juicio, la gente no tiende a asociar el trabajo con pasarlo bien, sino que sería la excepción, lo que sale de la norma. El sociólogo cita como ejemplo "el minuto de confianza", aquel espacio que Don Pío, el entrañable personaje de Andrés Rillon en "La Oficina", daba a sus funcionarios para que se relajaran y expresaran todo lo que sentían.

"Sentir que se tiene un espacio para reír, para expresar la emocionalidad, no solo ayuda al clima laboral, sino que se relaciona directamente con la productividad. Un trabajador contento trabaja mejor", dice Gajardo.

Algo en lo que algunas empresas ya han puesto atención.

"Se han puesto en boga movimientos a nivel global que están rescatando este tipo de personalidad", dice Josefina Guzmán. Sobre todo a nivel de empresas de nuevas tecnologías, de arte, en las que se valida -y se potencia- un perfil lúdico.

Casos como el de Google o Facebook, que han plasmado esta mirada incluso en la arquitectura y distribución de sus espacios de trabajo.

"Se trata de grandes corporaciones que se dan cuenta de que no bastan las competencias técnicas", agrega Gajardo.

Esto resulta más adecuado sobre todo en aquellas labores en las que se requiere más creatividad, innovación e imaginación. Pero "eso no implica que no pueda incorporarse en otras áreas", precisa el sociólogo.

En su estudio, Proyer descubrió que existen varias formas de manifestar lo lúdico en un adulto.

Hay a quienes les gusta el juego intelectual, entretenerse con pensamientos e ideas; están aquellos que se interesan en cosas extrañas e inusuales y los que se divierten con las pequeñas observaciones cotidianas.

Todos, eso sí, "pueden cambiar fácilmente las perspectivas cuando se trata de problemas -dice el investigador-. Esto les permite encontrar soluciones inusuales y novedosas".

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