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Apsley Cherry-Garrard:

El peor viaje del mundo

domingo, 22 de enero de 2017

POR Sebastián Montalva W.
Crónica
El Mercurio

Así se llama el libro que narra la trágica expedición del inglés Robert Scott, quien murió de frío y hambre en 1912 tras su fallido intento por llegar al Polo Sur. Su autor, Apsley Cherry-Garrard, integró esa odisea y publicó la que muchos consideran la mejor crónica de aventuras de todos los tiempos.



"La exploración polar es la forma más radical y al mismo tiempo más solitaria de pasarlo mal que se ha concebido. No existe ningún otro tipo de aventura en que uno se ponga la ropa el 29 de septiembre, fiesta de San Miguel, la lleve hasta Navidad y, dejando aparte una capa de grasa natural, la encuentre tan limpia como si estuviera nueva. Se está más solo que en Londres y más apartado que en cualquier monasterio, y además el correo no llega más que una vez al año".

Así, en un tono finamente irónico, el explorador inglés Apsley Cherry-Garrard (1886-1959) introduce El Peor Viaje del Mundo, que usualmente es incluido entre los mejores libros de viaje de la historia. De hecho, la revista National Geographic Adventure lo calificó como el mejor relato de aventuras de todos los tiempos, mientras otro célebre escritor-nómade, el estadounidense Paul Theroux, ha dicho que este es su libro de viajes favorito. "Trata de la valentía, el sufrimiento, el hambre. El heroísmo, la exploración, el descubrimiento y la amistad", escribió Theroux en el prólogo de la edición de 1994. "Ilustra vívidamente sobre las exigencias de la ciencia y los rigores de viajar. Es un testimonio de los días más fríos y oscuros que se pueden dar en nuestro planeta. Está bellamente escrito, pero no de una forma obvia, sino con un sutil talento artístico", agregó el estadounidense.

Sin embargo, el relato de Cherry-Garrard no intenta ser divertido. Narra una travesía que podría calificarse simplemente como atroz, pero no cae en la victimización. La de El Peor Viaje del Mundo es la historia de la expedición del capitán inglés Robert Scott, quien, junto con cuatro compañeros, y tras pasar dos meses y medio soportando ventiscas salvajes y temperaturas extremas, alcanzó el Polo Sur el 17 de enero de 1912, y luego murió de frío y hambre a su regreso, cuando solo faltaban 18 kilómetros para llegar al campamento base, cerca de la isla de Ross. Una tragedia que fue aún mayor debido a otra "pérdida": una vez en el Polo Sur, Scott comprobó que otro explorador (el noruego Roald Amundsen) se le había adelantado en cinco semanas. Así, él y su equipo ya no serían los primeros en conquistar el punto más austral del planeta.

Esta odisea es relatada con detalle por Cherry-Garrard, quien -con solo 25 años- era el segundo miembro más joven de la expedición. Se había inscrito voluntariamente y, entre otras labores, fue responsable del diario de viajes, que sería conocido como South Polar Times. Su foto dentro de una carpa de lona, sentado frente a una vieja máquina de escribir, es una de las tantas imágenes emblemáticas de esta aventura. Una labor que el propio capitán Robert Scott consideraba fundamental. "El principal fin que tiene escribir la historia de un viaje al polo es proporcionar orientación para futuros viajes", escribió en el diario de su primera expedición. "El principal deber del escritor es para con sus sucesores".

Claro que el trabajo de Cherry-Garrard no fue un mero asunto "de oficina". Según dice Paul Theroux, a diferencia del noruego Amundsen, cuya expedición era un ejemplo del espíritu competitivo, la de Scott fue fundamentalmente una empresa científica. La Antártica representaba lo desconocido, así que había que investigarla a pesar de los riesgos. Y en eso Cherry-Garrard tuvo un rol protagónico: durante la expedición, junto con dos compañeros -Wilson y Bowers-, realizó una extraordinaria travesía invernal hacia el cabo de Crozier para encontrar el criadero de los pingüinos emperador. Hasta entonces, nadie se había aventurado en invierno en esa zona y ningún científico había recogido un huevo de esta variedad de pingüino ni lo había diseccionado. De hecho, nadie los había visto en su territorio.

Cherry-Garrard, Wilson y Bowers -cuenta en su libro- se dividieron 340 kilos de comida y equipo, y lo arrastraron ellos mismos en trineo, pasando por grietas, con temperaturas de 60 grados bajo cero. Finalmente dieron con el criadero y pudieron traer un huevo (dos se rompieron en el camino). De hecho, es a esta odisea -y no a la tragedia de Scott- a la que Cherry-Garrard se refiere cuando habla de "el peor viaje del mundo".

"Es imposible imaginar mayor sufrimiento", escribe. "Puede que la locura o la muerte proporcionen alivio. Pero me consta que durante este viaje empezamos a considerar la muerte como a una amiga. Mientras aquella noche buscábamos a tientas el camino de regreso, sin haber dormido, helados y muertos de cansancio en medio de la oscuridad, el viento y la nieve, (la muerte en) una grieta se me antojaba casi como el regalo de un amigo".

El sufrimiento continuaría. Más tarde, Cherry-Garrard integró el grupo que salió en búsqueda del capitán Scott y sus compañeros, cuando todo indicaba que su regreso desde el polo había fracasado. El relato del momento en que los encuentran es estremecedor. "Decir que ha sido un día espantoso sería quedarse corto. No existen palabras para expresar semejante horror. La tienda estaba allí, una media milla al oeste de nuestro camino (...). Se hallaba cubierta de nieve y era prácticamente igual que un monolito; sobre el conducto de ventilación había nieve amontonada, lo que nos ha permitido encontrar la puerta. Por el lado del viento estaba tapada por casi un metro de nieve. Justo al lado asomaban dos pares de bastones de esquí, o la mitad de arriba, para ser más preciso, y una caña de bambú que ha resultado ser el mástil del trineo. No intentaré contar lo que les sucedió. Llegaron aquí el 21 de marzo, y el 29 ya había terminado todo. Tampoco intentaré describir lo que había dentro de la tienda. Scott estaba tendido en el centro, Bill (Wilson) a su izquierda, con la cabeza hacia la puerta, y Birdie (Bowers) a su derecha, tendido con los pies en la misma dirección (...). Lo hemos recogido todo: documentos, diarios, etcétera (...). Lo han conservado todo hasta el último momento. Es algo magnífico que una persona en semejante situación sea capaz de seguir llevando todas las cosas por las que va a dar la vida. Creo que desde hacía mucho tiempo sabían que su fin estaba próximo. Junto a la cabeza de Scott había tabaco y una bolsa de té".

 

EN CASA.
Cherry-Garrard sufrió las consecuencias de este viaje el resto de su vida. Además de un sentimiento de culpa, los nervios de sus dientes quedaron dañados por el frío que experimentó y desarrolló una dolorosa úlcera tras su paso por Antártica.

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