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Representantes de ONG visitaron Chile:

Un mismo dolor reúne a judíos y palestinos en busca de la paz

sábado, 31 de diciembre de 2016


Reportajes
El Mercurio

Familiares de víctimas del conflicto participan en organización que promueve el diálogo entre los dos pueblos. Y aunque reconocen que les queda un largo camino, ya se anotan algunos éxitos.



Hay un día que a Jamil Al Qassas se le hace imposible olvidar. Era 1989 y él, de 16 años, vivía con su hermano Nasser, de 14, y el resto de su familia en Deheishe, un campo de refugiados palestinos ubicado al sur de Belén. Ese día había un funeral de una persona asesinada, por lo que se decretó toque de queda para evitar una manifestación. La familia se fue a su casa, pero su hermano Nasser se dirigió a la de un tío, que quedaba a 50 metros de la suya. En el trayecto se encontró con un grupo de soldados israelíes y escapó corriendo. Entonces, uno de los uniformados le disparó una bala que atravesó su corazón.

Trece años después, en Haifa, Carlos Wegman -argentino residente en Israel desde 1973- almorzaba con un amigo en el restaurante árabe Matza, frecuentado por palestinos y judíos. Dana, su hija de 23 años, que vivía en Tel Aviv, lo había ido a visitar el día anterior, y su padre no quería que se devolviera, pues había ocurrido un atentado en esa ciudad pocos días antes. La llamó para advertirle. Ella respondió que la dejara en paz, cortó el teléfono y se devolvió a Tel Aviv. Fue la última conversación que tuvieron, porque el mismo día Carlos Wegman fue una de las 16 víctimas de un ataque suicida llevado a cabo por un joven palestino en el Matza.

Ambos, Dana Wegman (37) y Jamil Al Qassas (43), estuvieron en Chile hace algunas semanas, como miembros de la ONG Parents Circle-Families Forum (Círculo de Padres-Foro de Familias, PCFF), organización que intenta promover la paz en Medio Oriente, reuniendo a familiares de víctimas del conflicto palestino-israelí que cuentan sus historias de pérdida.

Fue el dolor lo que motivó en 1995 a un grupo de familias israelíes lideradas por Yitzhak Frankental a crear la ONG. Si bien en un principio participaban solo judíos, tres años después iniciaron el contacto con un grupo de palestinos de Gaza. La segunda Intifada y el bloqueo de la franja cortaron las comunicaciones entre ambos grupos. Entonces, PCFF se comenzó a expandir hacia Cisjordania y a Jerusalén Este, y hoy reúne a cerca de 620 familias de ambas comunidades.

Funcionan en dos oficinas: una palestina, en Beit Jala, y otra israelí, en Tel Aviv, cada una con administradores que deben estar de acuerdo en cada paso que da la organización. Se dedican principalmente a desarrollar actividades de diálogo entre las comunidades. "Si compartimos, disminuye el nivel de dolor que sentimos y nos da más esperanza. Debemos buscar una solución para que las futuras generaciones no sufran lo que nosotros hemos sufrido", resume Al Qassas.

Desde la "Plaza de la Paz" hasta la "grieta en el muro"

Él lleva 12 años en PCFF y es miembro del directorio de la organización. Aunque su trabajo "normal", como lo define, es ser corredor de propiedades, se encarga de realizar encuentros y entrevistas en escuelas y universidades, tanto dentro como fuera de Israel.

Una de las maneras en las que el Círculo de Padres reúne a palestinos y judíos es el campamento de verano que vienen realizando desde 2002 para jóvenes de entre 14 y 18 años. Wegman entró a la ONG hace siete años, y desde hace cinco es una de las encargadas del campamento, desarrollando varias actividades para que los jóvenes interactúen. "Lo más difícil e interesante son los círculos de diálogo, en que se deben comunicar sin tener el mismo idioma, y con mucho miedo y prejuicio", señala Wegman, en un castellano con marcado acento argentino. Cuando los jóvenes que participan crecen, vuelven al campamento para ayudar en la organización y como "guías" de las actividades.

Wegman contrasta esta iniciativa con su trabajo diario enseñando arte a niños vulnerables. "Son justo lo opuesto a los chicos que van al campamento", dice, pues se trata de menores de escasos recursos y en cuyo entorno priman las posiciones políticas más duras. "Día a día tengo el reto de mostrarles, mediante el arte, cómo ver el mundo de una manera más liberal, más abierta", dice.

Los estudiantes son, precisamente, una de las grandes apuestas del Círculo de Padres. Uno de sus logros es haber obtenido permiso del Departamento de Educación de Israel para que miembros de la ONG puedan entrar a las escuelas y dar sus testimonios. "Que dejen a un palestino entrar a una escuela con niños, creo que es solo por la cosa especial de nuestra organización, que no somos una organización política, sino que hablamos del lado humano", expresa Wegman.

Así, buscan aprovechar cada instancia en la que puedan transmitir su mensaje de reconciliación, como lo hacen con la "Plaza de la Paz": una carpa que instalan en distintos lugares una vez a la semana para crear un ambiente en el que palestinos e israelíes puedan dialogar abiertamente. La misma idea, pero haciendo uso de las redes sociales, es "Crack in the wall", un grupo en Facebook que funciona en los dos idiomas en que se pueden comunicar ambas partes.

En sus propias comunidades reciben críticas

Pero su labor no está exenta de dificultades ni libre de las críticas de miembros de sus comunidades que desaprueban su trabajo. "En algunos encuentros hay gente que nos dice que lo que estamos haciendo no es correcto ni coherente con nuestra causa, pero es un porcentaje muy minoritario", señala Al Qassas. Las autoridades también les han puesto problemas en eventos que reúnen a mucha gente, como la ceremonia del "Día de la memoria", a la que asisten familias de ambas comunidades. "Nos piden muchos guardias, el Ejército tiene que dar permisos para que vengan de ambos lados... siempre es complicado, pero al final lo logramos", explica Wegman.

Además, el escenario se complica cuando hay episodios de agitación en la zona. El conflicto en Gaza en 2014 y la ola de violencia del año pasado son momentos en que su trabajo ha peligrado. "Fue muy complicado. Yo llevo 15 años en Israel y nunca temí salir a la calle. En ese tiempo era muy difícil y había mucho miedo", señala Al Qassas. Según Wegman, a la organización le afectan por partida doble estos brotes de violencia: "Uno, en el nivel personal. Si trabajamos con gente que ha vuelto a perder a alguien de su familia o de sus amigos, hay que volver a encontrar la confianza, y muchas veces se va para atrás. Y segundo, concretar las actividades es más difícil".

"Los temas políticos los dejamos a los políticos"

Es por esto que frente al conflicto, ellos tratan de alejarse de lo político. "No nos importan las fronteras, solo queremos que haya libertad y que nadie siga muriendo. Los temas políticos se los dejamos a los políticos, a los especialistas", explica Al Qassas.

Sin embargo, son críticos con sus dirigentes: "Jamil y yo hemos pagado un precio muy alto, mucho más que Netanyahu y Abu Mazen (Mahmoud Abbas). Se pueden imaginar, entonces, que si nosotros dos podemos sentarnos a hablar, ellos también pueden", señala Wegman. A lo que Al Qassas agrega: "Si ellos quisieran encontrarse, hace tiempo ya habríamos logrado la paz".

"Hemos pagado un precio muy alto, mucho más que Netanyahu y Abu Mazen", dice Dana Wegman, refiriéndose a las víctimas del conflicto.

"Si compartimos, disminuye el nivel de dolor que sentimos y nos da más esperanza", sostiene Jamil Al Qassas.

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