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Tras hablar con la Presidenta de Taiwán, criticó la política cambiaria de Beijing y sus movimientos en el mar del Sur:

Trump busca imponer sus términos en la relación con China, que observa con cautela

martes, 06 de diciembre de 2016

Alicia Tagle Crichton
Internacional
El Mercurio

Los líderes de la potencia asiática evalúan los gestos del Mandatario electo de EE.UU., quien aún no demuestra una estrategia clara.



Aún no asume la Presidencia de Estados Unidos y las acciones de Donald Trump ya descolocaron a los líderes chinos, que intentan descifrar qué tan preocupantes son los desafíos del Mandatario electo, quien en solo tres días intervino en aspectos muy sensibles para la relación con la potencia asiática, como la política cambiaria, las maniobras en el mar del Sur de China y el estatus de Taiwán.

Las recientes declaraciones del republicano en Twitter cuestionando las políticas chinas, así como una inédita conversación telefónica con la Presidenta taiwanesa, han sido vistas por los expertos como un duro golpe para los dirigentes en Beijing. Y mientras los medios estatales han mantenido el silencio prudentemente, el portavoz de la Cancillería, Lu Kang, solo aseguró que el gobierno chino no tiene "ningún comentario sobre la razón por la que el equipo de Trump difundió estos tuits".

Entre los asuntos clave (y más delicados) en la relación entre las dos primeras potencias mundiales se encuentran:

La provincia rebelde

La primera gran provocación de Trump hacia China desde que fue elegido Presidente fue su anuncio, el viernes pasado, de que había hablado por teléfono con la Presidenta de Taiwán, Tsai Ing-wen, rompiendo así con 40 años de tradición diplomática estadounidense.

Beijing considera que la isla no es un país independiente sino que una provincia "rebelde", y se opone a cualquier relación entre dirigentes extranjeros con Taipei, bajo el principio de "una sola China". Este había sido respetado por Washington desde que estableció relaciones diplomáticas con Beijing en 1979.

Lu Kang dijo ayer que el gobierno del Presidente Xi Jinping confía en que EE.UU. mantenga su compromiso con ese principio, por el que el único gobierno chino al que reconoce Washington es el de Beijing. "Solo de esta manera podemos garantizar la continuidad del desarrollo de la cooperación de beneficio mutuo entre ambas partes", advirtió, luego que China presentara una queja formal el fin de semana.

Comercio bilateral

"¿China nos preguntó si está bien que devalúe su moneda (lo que dificulta la competencia de nuestras empresas), imponer fuertes impuestos a nuestros productos (EE.UU. no les cobra tributos) o construir un enorme complejo militar en medio del mar del Sur de China? ¡No lo creo!", dijo el Mandatario electo el domingo en su cuenta de Twitter.

La respuesta del gobierno en Beijing no ahondó demasiado: "Es evidente que las relaciones económicas entre China y EE.UU. son beneficiosas mutuamente", dijo ayer Lu.

Para Timothy Heath, analista de la Rand Corporation experto en China, "la mayor preocupación de Beijing debieran ser las posibles políticas de Trump con respecto al comercio. Él ha señalado un interés en políticas más proteccionistas. Si China y EE.UU. siguen escalando los aranceles entre sí, China sufrirá mucho más, debido a su mayor dependencia del comercio".

El mayor socio para las exportaciones chinas es EE.UU. (18%), mientras que este también es el segundo país de origen de sus importaciones (9%), según CIA World Factbook. En cambio, China es el tercer socio de las exportaciones de EE.UU. (7,7%) y el primero en importaciones (21,5%). Pese a la dependencia, el republicano prometió desatar una guerra comercial con la primera potencia asiática, ya que el balance comercial entre ambos países equivale, según él, "al mayor robo de la historia".

Nuevos acuerdos

Pese a todo, China ha intentado sacar provecho de las amenazas proteccionistas de Trump. Porque al tiempo que el empresario estadounidense ha rechazado acuerdos multilaterales de comercio, como la firma del Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP) y aseguró que al menos renegociará el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Nafta), paradójicamente, el gobierno comunista ha mostrado en los últimos meses un creciente interés por presentarse mundialmente como la potencia defensora del libre comercio.

En este escenario, liderar la implementación de una serie de tratados multilaterales podría ser la herramienta perfecta que ayudaría a Beijing a ganar ventaja respecto de Washington en su carrera por la influencia en el Asia-Pacífico. Luego de acoger la cumbre del G-20 en la ciudad de Hangzhou, el Mandatario chino ha recorrido últimamente varios países de la región, entre otras cosas, promoviendo dos estructuras paralelas del libre comercio: el Área de Libre Comercio de Asia y Pacífico (FTAAP) y la Asociación Económica Integral Regional (RCEP).

Posición estratégica

La creciente presencia de Estados Unidos en las aguas del mar del Sur de China -en medio del giro hacia el Asia-Pacífico, que el Presidente Barack Obama estableció como prioridad en su política exterior- ha irritado en los últimos años a Beijing, mientras que algunos de sus vecinos, como Filipinas, Vietnam, Brunei y Taiwán, acusan al régimen de construir instalaciones militares y de desplegar armamento en los archipiélagos disputados.

Las tensiones han aumentado entre las dos potencias en torno a estas aguas, donde ambas han realizado ejercicios navales con sus socios, así como han navegado en torno a las islas disputadas, generando diversos incidentes. Obama incluso llamó a su par chino a "acatar sus obligaciones" luego que el gobierno de Xi decidiera ignorar un fallo en su contra, y a favor de Filipinas, resuelto el pasado julio por una corte de La Haya sobre las disputas marítimas entre ambos.

El poder de la deuda

Entre los factores que debe considerar Trump al momento de definir su política respecto de China está que el gigante asiático se ha convertido en el principal tenedor extranjero de la deuda estadounidense. De los 19 billones de dólares que debe el país, el 67,5% corresponde a acreedores en EE.UU., como ciudadanos y diversas entidades. Las otras naciones tienen el 32,5% de la deuda y el 7% del total corresponde a China (1,2 billones de dólares).

De todas formas, aún es muy temprano para saber si el Mandatario electo ha desarrollado una estrategia clara respecto de China. "Veo ideas de políticas contradictorias. Hay evidencia de un deseo de reducir la tensión con China y, a la vez, una voluntad de arriesgar más tensión con China", comentó Heath. "China está comprensiblemente comportándose con cautela; Beijing no sabe qué esperar del nuevo Presidente".

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