Desde 2012 es la directora ejecutiva de la oficina para Latinoamérica y el Caribe del Poverty Action Lab (J-PAL LAC), un centro de investigación sin fines de lucro que busca reducir la pobreza y mejorar la calidad de vida en Chile y Latinoamérica, levantando evidencia de programas sociales que funcionan y por qué funcionan.
Ingeniera comercial de la Universidad Adolfo Ibáñez y con un MPA en Public and Economic Policy del London School of Economics and Political Science, entre 2006 y 2008 Magdalena estuvo a cargo del Programa Integridad Corporativa, que es de la Universidad Alberto Hurtado, de Chile Transparente y de la Consultora Gestión Social. “El trabajo consistía en armar códigos de ética y sistemas que ayudaran a implementar los códigos de ética (ombudsperson y otros) en las empresas para evitar casos de corrupción (como los que escuchamos hoy). En este trabajo, yo era parte de Integridad Corporativa desde la Universidad Alberto Hurtado y trabajé diariamente con dos de las personas que más admiro el hoy provincial de los Jesuitas: Cristián del Campo SJ y Bernardita Correa que hoy trabaja en la fundación Alberto Hurtado”.
A pesar de no ser una empresa B, ella se considera parte del movimiento: “Los ayudo en lo que puedo, porque creo profundamente en que existen compañías que pueden ser una solución a problemáticas sociales, solo nos falta medir su impacto”, señala Magdalena, quien es madre de dos hijos, Martín de cuatro años y Violeta de dos años. Y como anécdota cuenta que su hija está segura que su apellido es Parra y que cambiará el mundo con su guitarra como la cantante de folclore Violeta Parra. “Es una casa con pocas reglas, mucho abrazo y beso asegurado”, agrega.