Cuando tenía 13 años a Adelina le preguntaron qué quería ser cuando fuera grande. “Misionera o religiosa”, respondió. Pronto empezó a trabajar de cerca con las religiosas de la Congregación de Hermanas Salesianas del Sagrado Corazón de Jesús. En 1978, se convirtió en una de ellas. Tenía 19 años. Ese mismo año se convirtió en una de las fundadoras de la Villa de Ancianos Padre Alberto Hurtado, una fundación sin fines de lucro que viene trabajando por los adultos mayores más postergados.
Actualmente, como directora ejecutiva de la institución, acoge a más de 200 adultos mayores de alta vulnerabilidad social, situación de calle, pobreza y abandono social. Adelina no duda al describir los logros que más le han marcado: “darles cariño y devolverles la dignidad a personas que perdieron todo”.
“Hacemos las cosas sin esperar una recompensa”, añade.