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Daniel Fernández y la "ola del cambio cultural":

"Lo que no se juega en esta elección es la continuidad"

domingo, 27 de noviembre de 2016


Reportajes
El Mercurio

"El riesgo de no hacer nada es que se agudice la crisis, con un sistema político deslegitimado, una élite desarmada y sin credibilidad", advierte el histórico ex director de TVN, analizando el momento que vive el país.



Seis meses dejó pasar Daniel Fernández antes de sacar la voz. Exitoso en empresas públicas como Metro, TVN o Enap, espejo de la generación tecnocrática de la Concertación que vio eclipsarse su estrella con la llegada de la Nueva Mayoría, se tomó su tiempo de reflexión. No fue fácil su paso por el mundo privado en HidroAysén, megaproyecto dilatado y finalmente rechazado, y la nueva etapa en la eléctrica Enersis se volvió ingrata luego del desembarco italiano.

No entra en detalles, pero no deja de ser elocuente. "El liderazgo del miedo caducó en el siglo XIX", dice, a propósito de la recordada frase de Francesco Starace, cabeza de Enel. Nada más. Hoy está más interesado en el momento que vive el país, y lo ha reflexionado como profesor de la UDD y de la Adolfo Ibáñez. También, en la comisión económica que se reactivó en su partido, el PPD.

Porque, por un rato, sin plazo aún, Fernández bajó la cortina de ejecutivo y abrió la de asesor de empresas interesadas en adaptarse a este nuevo modelo "evolutivo cultural". ¿Cómo? Como lo han hecho Waze, Uber o Airbnb, economías colaborativas que han puesto en aprietos a paradigmas productivos que venían desde la revolución industrial. "Es como estar en la orilla y ver que viene la ola. Se puede creer que es una ola más, no preocuparse y que te lleve; subir a un cerro, esperar que pase, bajar y ver qué quedó, una actitud defensiva que no enseña nada. La tercera actitud es decir 'qué buena ola, me voy a subir y voy a aprender a surfearla' ".

Fernández ve a muchos del mundo empresarial y político en los dos primeros grupos, y sabe que no es fácil entender la ola del cambio cultural profundo que se vive. "Los veo diciendo 'rebobinemos, recuperemos la confianza', como si la confianza pudiera recuperarse". Él cree que no, que debe nacer una nueva, basada en una comunidad integradora de los esfuerzos de todos.

-¿Es una ola mundial o un tsunami "made in Chile", de un país que se hizo más próspero, con ciudadanos exigentes, inquisitivos, impacientes?

-Es eso, y se sumó la transparencia: empezamos a ver cosas que ocurrían, pero que no se sabían. También hay promesas no cumplidas. No sucedió lo que las familias creyeron; el hijo que estudió en una universidad no consiguió la pega ni el estatus que esperaban, y además quedaron endeudados. Chile sigue siendo muy poco meritocrático, la evolución es demasiado lenta, competitiva y no es para todos. Siguen influyendo el apellido, el colegio.

-Pero este Gobierno logró una mayoría histórica por su oferta inclusiva. Sin embargo, los índices de participación no mejoran. ¿Erró el diagnóstico o la estrategia?

-Las empresas y los sistemas institucionales tardan en adaptarse; es muy difícil para un taxista adaptarse a Uber. El diagnóstico no está errado, pero no tiene profundidad. El cambio en Chile es cultural, de valores; es otra sociedad y ese análisis no se ha hecho.

"¿Por qué gana Trump en EE.UU.? ¿Por razones políticas? No, por razones culturales: los del centro tienen el sueño americano de seguir siendo como son pero con más dinero; no se compran el de las costas americanas, donde todos deben ser profesionales y trabajar en una gran corporación".

-¿Y cuál es el análisis cultural del Chile de hoy?

-Coexisten tres corrientes fuertes que yo simbolizo con colores. El individual o naranja, "me rasco con mis uñas; esto es una competencia y si me preparo, voy a llegar más arriba". Un patrón cultural muy fuerte del "Ladrillo", de Sergio de Castro; AFP con fondo individual, salud propia, hijos estudiando donde yo quiero. El segundo, el azul, existe en todos los niveles y quiere orden, sustentado en temas valóricos, morales o religiosos. Y el emergente, que es reactivo o verde, cree en la colaboración y en que todos somos iguales. Es el de la revolución de los estudiantes en sus inicios, porque se contradice en la práctica cuando destruyen la calle.

-¿Qué falló, entonces? Porque en las encuestas y en las urnas municipales el Gobierno cosecha rechazo.

-Hay una necesidad cultural real, una inspiración correcta y una implementación mala. Se prometió igualdad de mérito y luego se habló de los patines; la gente se confundió. Tal vez hubo mucha ansiedad al conseguir una mayoría política tan importante; faltó tiempo para diseño, conversaciones. Hay que hacerlo, pero hacerlo bien.

Jugado por nueva Constitución con participación

-Usted habla de más participación. Sin embargo, hubo muy poco interés en los cabildos y la nueva Constitución ha perdido prioridad en la agenda política. También en las encuestas.

-En su último año, un gobierno no tiene fuerza política para abordar un proceso de ese tamaño, pero los chilenos debemos discutir qué nos une. Los cabildos no fueron participativos en un sentido amplio; entró el militante, el más interesado. Pero si miramos la Encuesta CISEC-Usach, el 79% quiere cambiar la Constitución y el 59% dice mediante asamblea constituyente. ¿Saben realmente qué es y cómo funciona? Creo que no, es una reacción a cómo se han hecho las cosas hasta ahora. Me parece interesante el procedimiento de "TuConstitución" -el portal del ex Presidente Lagos-; hoy ya no puedes hacer un cambio constitucional o un proyecto de ley y enviarlo al Parlamento sin participación comunitaria, de ONGs, de diversos grupos culturales. En Islandia usaron el modelo evolutivo cultural para diseñar la nueva Constitución, mediante una asamblea compuesta por 1.200 ciudadanos escogidos al azar y 200 miembros de organizaciones.

-La tecnocracia de la Concertación, que usted simboliza, cosechó éxitos con las reformas de los 90. ¿Por qué cree que cayeron en descrédito en sus propias filas?

-Son etapas, y la que viene es reactiva a lo anterior. ¿Fue malo? No, sirvió; no estaríamos acá. Pero veníamos de una dictadura, había que ordenar y hubo una concesión de confianza de los ciudadanos. Hoy quieren participar en las decisiones y que después vengan los especialistas.

-El PPD lo convocó junto a otros técnicos para trabajar en propuestas programáticas. ¿Es una segunda oportunidad?

-Hay una revalorización y una preocupación porque el país necesita progreso, que la gente mejore su condición a través de la productividad y del crecimiento, que están estancados en muchas áreas. Estamos buscando un equilibrio para que quienes tenemos alguna formación podamos aterrizar esta inspiración en algo concreto, gobernable.

"¿Cuál es el proyecto que plantea Guillier?"

-Estamos a un año de las elecciones, ¿hay algún candidato en carrera que se esté subiendo a "la ola" del país?

-"Yo tengo un compromiso personal y afectivo, es difícil ser objetivo", responde y saca de su maletín "En vez del pesimismo", el libro que Lagos lanzó junto con su nueva aventura a La Moneda. "Lo he leído varias veces. Tengo un aprecio y una admiración política muy grande por Lagos. Por lo que dice y actúa, se está subiendo a la ola.

-¿Por qué la gente no lo ve así?

-Es un proceso, está empezando. En un partido que se está jugando a cinco minutos te hicieron un gol, bueno...

-¿Y qué ven en Guillier, que ha seguido el camino contrario y sigue subiendo en las encuestas?

-Hay una empatía. Yo trabajé con él, le tengo mucho aprecio y respeto, pero ¿cuál es el proyecto que está planteando?. Los cheques en blanco son hoy más difíciles que nunca, porque hay desconfianza.

"Los que votan serán más exigentes, y los que no votan son tan exigentes que no quieren a nadie. Fue un error dramático el voto voluntario, fue decirle a la gente 'haga lo que quiera'" .

-¿Volvería al obligatorio?

-Es súper difícil cambiarlo ahora, con tanta desconfianza. Tal vez pueda reponerse en la construcción de esta nueva confianza, al distribuir el poder de otra manera con una nueva Constitución y reglas del juego.

-¿Y por qué no le afecta esa desconfianza a Piñera? Según encuestas, no bajó su apoyo al conocerse su inversión en una pesquera peruana en pleno juicio con Perú.

-El gerente general de Bancard ya reconoció que esa fue una inversión imprudente; creo que allí radica el tema. Respecto de la defensa de los intereses de Chile en el juicio con Perú, creo que hay unanimidad en que el gobierno de Piñera actuó correctamente; no es ese el problema.

-¿Qué se juega en esta elección, a diez años de los "pingüinos" que tiraron el mantel de la mesa chilena?

-Se juega la posibilidad de construir una nueva confianza y unidad en torno a algo como la nueva Constitución. Lo que no se juega es la continuidad: el riesgo de no hacer nada es que se agudice la crisis, con un sistema político deslegitimado, una élite desarmada y sin credibilidad. ¿Qué vamos a esperar? ¿Que vote el 10%? Hay que tomar la ola.

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