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ENSAYO Una mirada a su legado:

El liberalismo conservador de Manuel Bulnes

domingo, 16 de octubre de 2016

Juan Luis Ossa Santa Cruz Centro de Estudios de Historia Política Universidad Adolfo Ibáñez
Artes y Letras
El Mercurio

El próximo 18 de octubre se cumplen 150 años desde la muerte de Manuel Bulnes Prieto, personaje sobresaliente del siglo XIX chileno. Tildar sin más de "conservador" al gobierno de Bulnes es, por decir lo menos, reduccionista.



Nacido el 25 de diciembre de 1799, se curtió como militar en las guerras revolucionarias defendiendo el proyecto que en 1818 declaró la independencia de Chile. También destacó como militar durante la década de 1820, en especial en la guerra civil de 1829-1830, cuyo resultado permitió que Joaquín Prieto accediera a la primera magistratura. Durante esos años, Bulnes encabezó la persecución de los Pincheira, los últimos remanentes de la guerra de guerrillas que, desde 1817, venía azotando al valle central y La Araucanía. Sus victorias en el sur desembocaron en su designación, en 1838, como general en jefe del ejército que debía poner coto a las aspiraciones "imperialistas" (como se decía en la época) de Andrés de Santa Cruz, gestor de la Confederación Perú-Boliviana.

La designación de Bulnes coincidió con un cambio en el objetivo estratégico de la guerra. Un año antes, Diego Portales -el ministro que había promovido la ofensiva contra Santa Cruz fundándose en que Chile debía "dominar para siempre en el Pacífico"- fue asesinado por un grupo de oficiales descontentos con el curso que había tomado el conflicto contra la Confederación. Entre las demandas de los amotinados destacaba la suspensión "por ahora [de] la campaña dirigida al Perú, a que se nos quería conducir como instrumentos ciegos de la voluntad de un hombre", una idea no compartida por Prieto pero finalmente adoptada por su gobierno cuando se decidió que la nueva campaña siguiera un rumbo menos combativo contra los vecinos. Por supuesto, Bulnes viajó al Perú con la misión de derrotar de una vez y para siempre a Santa Cruz; con todo, se insistió en que no debía llevar adelante una empresa de conquista.

El triunfo de Bulnes en la batalla de Yungay, en enero de 1839, y la multitudinaria recepción de su ejército en la Alameda (vívidamente retratada por Alberto Blest Gana en "El Loco Estero"), lo catapultaron como el militar más popular e influyente del Ejército de Chile, elevándolo asimismo como un posible reemplazante de Prieto en la presidencia. Luego de negociaciones entre "liberales" y "conservadores", y aprovechando el ánimo conciliador del general, se decidió que Bulnes fuera el candidato de consenso.

En la base de la elección de 1841 descansaba una nueva forma de hacer política, que la personalidad tolerante de Bulnes ayudó a cimentar. Su gobierno (en especial su primer mandato, 1841-1846) impregnó a la política de un tinte reformista dentro de un marco de concordia que ninguno de sus antecesores había conseguido. Este es un punto a destacar cuando se estudia su administración, ya que por mucho tiempo la historiografía ha exagerado las características autoritarias y aristocráticas de la mal llamada "República Conservadora" (1831-1861).

Tildar sin más de "conservador" al gobierno de Bulnes es, por decir lo menos, reduccionista. El suyo fue un gobierno muy complejo, y cualquier intento por etiquetarlo en un concepto monolítico es un ejercicio inconducente. Una excepción a esta forma de considerar el gobierno de Bulnes la sugirió Simon Collier en su libro sobre la construcción de la república chilena. El historiador inglés concluyó que a partir de la década de 1840 se combinó la estabilidad política con posturas progresivamente liberales. El binomio orden/libertad, en otras palabras, dio forma a lo que podría calificarse como "liberalismo conservador", en cuya definición el venezolano Andrés Bello jugó un papel preponderante como el principal arquitecto de la administración de Bulnes. Bello, es cierto, concibió al Ejecutivo como el gran articulador del régimen republicano; no obstante, sus trabajos en materia legal y educacional estuvieron anclados en tradiciones políticas "liberales". Su defensa de la igualdad ante la ley en una república es un ejemplo de ello.

Este espíritu reformista y gradualista permitió, como dice Iván Jaksic, la creación de "un sistema de legislación civil" que rompió con el orden colonial, al tiempo que dio origen a instituciones tan relevantes como la Universidad de Chile y la Escuela de Preceptores de Santiago. Por otro lado, fue durante el gobierno de Bulnes que se estableció la Oficina de Estadística, la institución que, de acuerdo a trabajos recientes de Elvira López y Andrés Estefane, sentó las bases para la posterior organización de la burocracia chilena. Y todo ello bajo el influjo de la Constitución de 1833, la cual, aunque centralista y presidencialista, anunciaba el sentido reformista descrito arriba. De hecho, al ser una "reforma" de la Constitución de 1828, la Carta de 1833 adoptó algunos conceptos del liberalismo de la década de 1820. De ahí, por ejemplo, que la Constitución de 1833 declare que el "Gobierno de Chile es popular representativo", y que "la soberanía reside esencialmente en la Nación".

El segundo gobierno de Bulnes (1846-1851) continuó en esta senda reformista, aunque ahora más inquieto ante el surgimiento de una oposición articulada. Lo interesante es que dicha oposición creció bajo el alero del mismo sistema político que buscaba reformar. En su análisis de la coyuntura política de fines de los cuarenta, José Victorino Lastarria y Federico Errázuriz, opositores a Bulnes, llamaron a reformar el régimen desde adentro; es decir, adoptando los principios generales de la Constitución de 1833, pero introduciendo modificaciones al sistema electoral y poniendo "freno a la facultad del Ejecutivo para destituir a los empleados públicos por sus simples opiniones". Pero de ninguna manera buscaron "revolucionar" el sistema: "Las reformas son las únicas que impiden las revoluciones", sostuvieron en sus Bases para la reforma.

Bulnes dejó la presidencia en 1851 en medio de una situación política convulsionada. Me atrevo a decir, empero, que la guerra civil que culminó en Loncomilla con el triunfo oficialista no se debió tanto a los aspectos negativos de los dos mandatos de Bulnes, cuanto a la desatinada intervención electoral de 1850, que abrió las puertas a que Manuel Montt lo reemplazara en La Moneda. Montt era especialmente resentido por sectores opositores y grupos provinciales. Bulnes, en cambio, pasó a la historia como un gobernante celoso, pero abierto y tolerante. No deja de ser extraño que los historiadores modernos continúen sin dedicarle una biografía que sea, al mismo tiempo, criteriosa y justa.

Los historiadores modernos continúan sin dedicarle una biografía que sea, al mismo tiempo, criteriosa y justa.




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