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Di mondo

"Yo no tengo que actuar, mi vida ya es increíble"

sábado, 15 de octubre de 2016

por Estela Cabezas A. fotos Nain Maslun
Reportaje
El Mercurio

No es modelo, no es actor, no es cantante, ni tampoco rostro de televisión. Pero es invitado habitual a las fiestas y eventos de moda más importantes del mundo, los programas de televisión en Chile se lo pelean y tiene una legión de fanáticos que esperó con ansias su visita al país esta semana. Así que la gran pregunta es esa: quién explica este fenómeno, que tiene a un chileno criado en La Cruz subiendo el rating cada vez que aparece en pantalla. Aquí, él mismo y sus padres intentan una respuesta.



En el cuarto piso del Hotel W de Santiago, los pasajeros van y vienen sin reparar en su presencia. Pero algo en él es distinto: usa un vestido de pana azul, de Jil Sander, una pulsera de perlas y unos zapatos de mujer con cordones, café con blanco.

No es un hombre que quiera parecer una mujer: es -como diría él- simplemente un hombre usando un vestido.

Di Mondo, 33 años, el chileno-estadounidense que desde hace un par de años se ha transformado en una personalidad de la moda; que en 2014 fue proclamado por The New York Times como el personaje más fotografiado de la Gran Manzana; el hombre que se había transformado en uno de los favoritos del fotógrafo que marcó la vida social en Estados Unidos, Bill Cunningham; quien suele aparecer mencionado en revistas como Vogue entre los asistentes a exclusivos eventos junto a celebridades como Maggie Gyllenhaal y Ariana Rockefeller, dice:    

-Para mí es absolutamente natural usar vestidos, no hay ni una razón para no usarlos.

Y claro, si se mira su Instagram o las muchas fotos que salen publicadas de él, se puede ver que parte de su propuesta es el uso de prendas femeninas en la misma proporción que ropa masculina, unido a vanguardistas máscaras hechas por él mismo con cristales Swarovski.

Di Mondo, quien nació bajo el nombre de Edmundo Huerta Cordero en Texas, en 1983, se mostrará en esta entrevista como una persona llena de definiciones sobre sí mismo: "Soy súper clever, sé hablar cada cosa en el lugar que corresponde", "soy muy trabajador", "si hay algo que me define es el 'yo quiero'", "el motor de mi vida es el amor", "yo vivo bajo el lema 'sé la mejor versión de ti mismo'". También dirá cosas como que lo que quiere hablar ahora es de sexualidad y creatividad, porque "eso es lo que quiero comunicar" o que tiene que salir en sus fotos con la ropa o el estilo que él quiera, porque "todo el mundo sabe de qué se trata Di Mondo".

¿Y de qué se trata Di Mondo? Esa es una buena pregunta.


Di Mondo llegó hace una semana a Chile y fue el invitado estelar en varios programas de televisión.

-Yo no estoy tan de acuerdo con que venga a gastar energías acá a Chile. Tiene que concentrarse en su gran proyecto -dice Hugo Huerta, su padre.  

-¿Y cuál es su gran proyecto?

-Es un secreto.
 

 

-La mayoría de los periodistas de televisión no tienen idea cómo preguntar algo -cuenta Di Mondo, quien se pasó gran parte del último verano de programa en programa, subiendo el rating hasta las nubes, tras aparecer en la alfombra roja del Festival de Viña cubierto con una máscara de tres caras. Hasta entonces, había tenido esporádicas presencias en la prensa. En algunos sectores causaba más risa que admiración. Pero luego de esa aparición, Di Mondo se convirtió en un fenómeno difícil de explicar y de entender.

-¿Sabes cuánto tiempo me entrevistaron por el artículo del The New York Times? ¡Un período de dos meses!

El artículo en cuestión, apareció en agosto de 2014 y lo hizo visible. De hecho, en el mundo de las celebridades, un artículo como ese, en un medio como ese, puede ser el inicio de una carrera.

Para Di Mondo fue más o menos eso. Cuenta que el interés en él partió en la gala de los premios The Council of Fashion Designers of America, que se habían realizado un mes antes de esa publicación. Allí le dieron el premio Ícono a la cantante Rihanna, quien usó una túnica con una fina y traslúcida malla con miles de cristales Swarovski. Él llegó a esa gala con un velo adornado con los mismos cristales.

Incluso Bill Cunningham lo nombró en su columna.

-Esa fue la primera vez que usé una prenda de mujer. Y también fue la primera vez que artistas, músicos, diseñadores y modelos se me acercaban y me decían: "Yo me quiero sacar una foto contigo" -cuenta-. Para mucha gente, esa noche hubo dos estrellas principales: Rihanna y yo.

-Ahí, la periodista del The New York Times vio que mi pareja era Eric Javits, quien es súper conocido, porque el tío abuelo de él fue senador por 27 años del estado de Nueva York; entonces, si uno dice Javits, uno sabe quién es Javits. Ahí se contactó conmigo.

El artículo fue replicado por la prensa chilena.

-¿Qué es usted?

-Una personalidad del mundo de la moda, un fashionstar, una estrella de la moda. ¿Sabes? Hay estrellas actores, estrellas músicos. No te podría decir que soy un ícono, pero sí soy un fashionstar.

En febrero pasado, Di Mondo estuvo en la fiesta tras la entrega de los premios Oscar, donde ganó una estatuilla la animación chilena Historia de un oso. En su cuenta de Instagram publicó sus fotos del evento, posando junto a Justin Bieber, Sarah Jessica Parker o Heidi Klum.

-No es que sean mis amigos, no es amistad, lo que ellos quieren es aparecer junto a mí en una foto -dice. 

 

La historia de Di Mondo parte a principios de los 70, cuando sus padres, Hugo Huerta y Rebeca Cordero, se casaron en Marchigüe, un pueblo de la Sexta Región. La pareja se fue a vivir a Santa Cruz. Ahí el padre, que había sido futbolista durante su juventud en Audax Italiano, firmó por el Partido Socialista y se unió a una cooperativa avícola: era plena época de la reforma agraria. Al llegar la Unidad Popular, la cooperativa se transformó en el Complejo Avícola Estatal, el más grande de Chile.
Tras el golpe militar, Hugo Huerta Rojas cuenta que fue detenido y acusado de relacionarse con los Tupac Amaru. Tras dos años y medio preso, se acogió al decreto 504 y el matrimonio, junto a Hugo, el único hijo que tenían entonces, con apenas meses de vida, partió al exilio al estado de Nuevo México. 

-Mi hijo Hugo es 10 años mayor que Di Mondo y vive en Miami. Tiene una empresa que recibe a extranjeros y los ayuda a instalarse, les ubica casa y colegio para sus hijos, entre otras cosas -dice el padre.

Más tarde, Di Mondo dirá:

-Sobre mi hermano no puedo hablar. No quiere tener que ver conmigo.

-Es que mi hijo mayor no tiene que ver con la farándula -añade la mamá.

Los padres solo cuentan que su nieto, hijo mayor de Hugo Huerta Cordero, está en Chile desde diciembre  jugando en el equipo sub-17 de Unión La Calera.

Di Mondo nació bajo el nombre de Edmundo Huerta Cordero en agosto de 1983, en Duncan, Texas. Fue un niño esperado, dicen sus padres. Rebeca Cordero había tenido una pérdida antes y tenía miedo de que le sucediera lo mismo.

La familia practicaba taekwondo y tenían amigos: de hecho se trasladaron de Nuevo México a Texas, porque ahí había una comunidad grande de chilenos.

-Texas es un estado bastante racista. Muchas veces me sentí discriminado por ser latino. Yo iba a un colegio, por decir, cuico. Todos eran súper blancos, súper rubios, de ojos azules. Los que más lo hacían eran los profesores, no tanto los niños -recuerda Di Mondo.

Dice que su mamá no trabajaba, porque no había necesidad.

-Ella cuidaba a mi hermano, aunque sí trabajó por un período, pero a escondidas. Mi papá no quería que ella trabajara.

Cuando tenía 10 años, sus padres le informaron que volverían a vivir a Chile, ya que había vuelto la democracia. Llegaron a vivir a La Cruz, un pueblo cerca de Quillota. Ahí se instalaron con un hotel.

Di Mondo cuenta que llegó a quinto básico, pero que lo echaron por mala conducta.

-Yo venía con otro estilo. Me daba cuenta de que mi sentido de innovación, de lo cool, era distinto.

Recuerda que la gente comentaba de ellos. Da el ejemplo de su papá, que se trajo un Cadillac blanco, tapizado en cuero, en el que lo iba a dejar al colegio.

-Desde pequeño desarrollé la capacidad de que no me tenía que importar el qué dirán de los demás.

Hugo Huerta recuerda que fueron muy estrictos con la educación de sus hijos, con los horarios y con el estudio. Al finalizar cuarto medio, Di Mondo, quien aún se llamaba Edmundo Huerta, no quería estudiar nada, pensaba que era innecesario. Al final, acordó con sus padres que estudiaría en la noche administración de empresas en la Universidad del Aconcagua. Así, en el día podía hacer lo que a él le gustaba: practicar yoga. Pero tres años después, él quiso dejar la carrera.

-Un día me dijo: "Ya no quiero estudiar más, porque con mi creatividad no necesito seguir, quiero hacer otras cosas, la universidad no me entrega nada". "OK", le dije, "pero trae una maleta, pesca tus cosas y ándate donde quieras a hacer tu vida, no en mi casa". "Ay, papá, no es para tanto, mañana sigo". Y siguió en la universidad hasta egresar -recuerda Hugo Huerta entre risas.

-Pensábamos que podía ser modelo, pero a él no le gustaba -dice la mamá.

-Yo creía que él podía ser actor -agrega el papá.

Cuando cumplió 22 años, Edmundo decidió confesarle a sus padres sobre su orientación sexual. Cuenta que los llamó a su pieza y se los dijo. Ellos ya lo intuían, pero no por la ropa. Él, en esa época, se vestía de una manera muy clásica.

-Ahora se viste así, pero antes no le habríamos aguantado -dice su padre.

-Él siempre fue muy de marca. Usaba ropa Polo -reconoce Rebeca.

Pero tambien le compraban ropa marca Gucci y Versace que él les pedía, aunque era muy caro.

Di Mondo:

-Yo sabía que iba a vivir una vida de lujo, que iba a ser exitoso. Desde muy niño viví experiencias espirituales donde tuve la claridad de hasta dónde iba a llegar. Un día en Texas, tendría 10 años, miré una estrella y me enfoqué en ella y fue la primera vez que sentí que había un Dios y supe que me iba a transformar en alguien importante.

A fines de 2005, la abuela de Di Mondo falleció. Habían desarrollado una relación muy cercana, porque él la ayudaba.

Tiempo después, sus padres le regalaron a su hijo menor el viaje que les había pedido a Miami.

-En Miami conocí a mi novio y el resto es historia conocida -resume.

A fines de 2006 se fue a Nueva York con Eric Javist, un millonario y famoso diseñador de sombreros. Hoy viven en un departamento en la Quinta Avenida.

-¿Se fue pensando qué iba a hacer, cómo iba a armar su futuro?

-No se cómo, pero se dio todo de una manera muy orgánica: él tenía los recursos para que viviéramos una vida lujosa.

-Nunca había tenido una vida así.

-No, nunca tan lujosa, pero igual a mí me compraban ropa linda. Yo tenía mi tuxedo (esmoquin), mis ternos, mis zapatos. Te voy a contar algo: en el segundo viaje que hice en mayo, que era por su cumpleaños, fui a un cóctel con todos sus amigos para celebrar sus 50 años. Y me vestí yo mismo, con mi ropa. Y un amigo de él le comentó si él me había vestido a mí.

-¿Y por qué preguntó eso?

-Porque yo era el latino, y porque mi novio es 27 años mayor que yo.

-¿Pensaban que estaba con él por el dinero?

-Claro, muchas personas lo pueden observar de esa manera. Esa persona me molestó varias veces, pero nada, uno tiene que comprender que Nueva York es una ciudad bien ruda. Ahí tú estás con gente súper educada, de mucho viaje, de mucha cultura, muy inteligente. Es un grupo de élite que se cree superior, y es parte de la energía de la ciudad, el neoyorquino se siente en la cima del mundo.

-¿Qué hubiera sido de su vida sin ese dinero?

-Sería igual de feliz. Esto es lo más contradictorio del mundo: a mí me encanta el lujo, la belleza, viajar en primera clase, alojar en los mejores hoteles. Hace poco fuimos al sur de Francia y en cada hotel eran suites. Bellas. Me encantan los autos de lujo. Pero no soy apegado, y no es una necesidad fundamental de mi vida. Si alguien me dice cuáles son los momentos más importantes de nuestra relación, son momentos de conexión interior, verlo sonreír por algo que hemos hecho juntos.


Di Mondo recuerda el 1 de abril de 2010 como si fuera la fecha de su cumpleaños. En parte, lo es. Dice que fue el día del gran cambio. Lo cuenta así: estaba durmiendo en la noche tras una jornada en que había hecho una meditación profunda. Fue entonces, en pleno sueño, que sintió la energía de una mujer que se posó sobre él y le habló.

-Me dijo en inglés: "Para aquellos que se convierten en alguien en este mundo, no tiene que ver con crear esa vida, sino con crear a la persona que va a vivir esa vida". Desperté llorando y luego me di cuenta de que esa mujer era mi abuela.

-¿Y por qué su abuela le iba a hablar en inglés?

-No lo sé, pero me hablaba así. Lo que me dijo mi abuela fue esto: ¿tú quieres vivir esta vida? OK, debes crear a la persona que va a vivir esta vida.

A mediados de 2012, nació Di Mondo.

-Di Mondo, el personaje que creó de usted mismo, ¿tiene que ver con sus cursos de actuación que tomó en Nueva York?

-Yo no tengo que ser un actor, yo no tengo que actuar, mi vida ya es increíble.

La máscara de la gala de beneficencia para salvar Venecia fue el primer hito importante en la historia de Di Mondo.

-Antes de eso, yo me vestía muy conservador. Es que mis papás siempre fueron muy conservadores. Yo solo me vestía de negro. Tenía tanta ropa y toda era igual, y dije no, qué aburrido. Y partí de a poco, con un pantalón verde, otro rosado. Y ahí se intensificó.

-Usted ha dicho que no quiere crear su propia línea de ropa, que le gusta usar la ropa de otros. ¿Lo que le interesa es que lo admiren?

-No. A mí me interesa vivir mi vida honestamente. Porque mucha gente quiere ser de una manera y no lo hace por el qué dirán. Yo soy honesto, a mí me gusta la moda y me voy a vestir como quiero. No me interesa llamar la atención. Lo que quiero comunicar con la forma en que me visto es sé tú mismo, vive tu vida como la quieras vivir.

Di Mondo pone de ejemplo a Coco Chanel y cómo ella logró cambiar los paradigmas de la moda usando pantalón.

-Cuando alguien me pregunta por qué usas ropa de mujer, no es porque yo quiera ser mujer, es mi lado femenino, mi observación y porque creo que el futuro de la moda es ser unisex. No de hombre, ni mujer.

Di Mondo se detiene a contestar el teléfono. Está preparando una fiesta para 200 personas, que dará simplemente porque quiere celebrar.

Al cortar, retoma:

-Los círculos en los que yo me muevo no son frívolos, ni livianos. La gente con la que me rodeo es muy inteligente, exitosa, trabajadora y muy disciplinada. Entonces, cuando me mudé a Nueva York yo encajé muy bien.

Y esto, afirma, es lo que le parece más interesante de su vida. Haber llegado de un punto a otro, sin escalas.

-Yo nací en Duncan, me mudé a La Cruz y de la nada llegué a Nueva York. No fue escalón y escalón. Yo llegué así -dice haciendo un salto con el puño, entre un lugar y otro del sofá.

-¿Ha pensado en la vida que tendría si no hubiera conocido a  Eric Javist?
-No lo sé, nunca lo he pensado.

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