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Los 18 años del mítico mítico del Puente

viernes, 30 de septiembre de 2016

Por Magdalena Andrade N.
Reportaje
El Mercurio

Fundado en 1998 por la gestora cultural Caioia Sota y la compañía Sombrero Verde, la sala construida sobre el puente Vicente Huidobro, hoy en manos de los actores Freddy Araya y Francisco Ossa, llega a la adultez convertida en la principal vitrina del teatro independiente. Un semillero para las compañías jóvenes pero también un lugar constantemente amenazado por su negación a convertirse en un espacio comercial. Esta es su historia.



Antes de ser teatro, el puente Vicente Huidobro, entre Purísima y Pío Nono, fue paseo peatonal, café, restaurante, bodega municipal y pub. Pero cuando a mediados de 1998 Caioia Sota -gestora cultural y entonces productora de la compañía Sombrero Verde- puso sus ojos en este espacio, el lugar era un sitio abandonado y peligroso.

Caioia, por años productora de las obras del Gran Circo Teatro de Andrés Pérez, quien decía que el teatro debía salir a la calle, decidió entonces que ese puente tenía que convertirse en un espacio teatral.

Fue el nacimiento del Teatro del Puente, que acaba de cumplir 18 años consolidado como la principal vitrina del teatro independiente en Chile, y que ha sido testigo de la evolución de distintas compañías jóvenes.

La idea nació en septiembre de 1998, luego de que la Municipalidad de Santiago le entregara un comodato del espacio, y en ella, dos personas fueron fundamentales: el arquitecto Julio Alegría -padre de la actriz Sigrid Alegría-, a quien Caioia Sota le encargó los estudios de viabilidad, y el director de teatro Rodrigo Bazaes, entonces un veinteañero diseñor teatral.

Rodrigo Bazaes recuerda los desafíos de construir una sala teatral sobre un puente. Había un problema especialmente complejo: -El sonido del río y la contaminación acústica de la ciudad haría imposible oír a los actores. Parecía imposible y costoso -cuenta.

Pero lograron solucionarlo: construyeron una sala angosta a lo largo del puente, con material aislante del ruido y una cara sólo con vidrios, para que el paisaje del río fuera parte de la escenografía.

Casi un año tardaron en tener todo listo. La inauguración sería en septiembre de 1999, con la esperada "Los bufones de Shakespeare": una obra en que los paneles de la escenografía se corrían, se abría una puerta y uno de los actores se colgaba del puente.

Hasta el día anterior, los miembros de la compañía estuvieron pegando el cubrepiso en una sala donde cabrían 200 personas.

Caioia Sota había pensado el teatro para que fuera la casa de Sombrero Verde, pero luego se dio cuenta de que para que el espacio sobreviviera, necesitaban otras agrupaciones que lo ocuparan. -Había que tener el teatro en cifras azules. Y la mantención no era fácil. Amanecían los vidrios rotos en el escenario. Nos cortaban el agua. Nos pasaban partes y yo tenía que partir al juzgado a mostrar el contrato del comodato. Cuando llovía, nos teníamos que subir al techo a tapar las goteras.

UNA NUEVA ERA.Durante seis años, Caioia Sota y Sombrero Verde estuvieron a cargo del espacio. Pero cuando la compañía se disolvió, en 2004, Caioia intentó seguir llevándolo sola. Ya en 2005 el teatro comenzó a funcionar esporádicamente. Pero la productora no quería cerrarlo. En la organización del Festival de Dramaturgia Europea había conocido a una persona que, sentía, podría tomar la posta: el actor y gestor cultural Freddy Araya.

-Caioia me dijo que no quería seguir en esto y me preguntó si yo quería. Yo estaba pensándolo, más bien para decir que no, cuando aparecieron Francisco Ossa y Javier Caraccioli, quienes tenían una productora. Ellos me dijeron: queremos hacernos cargo del Teatro del Puente, y queremos que seas nuestro socio.

Así comenzó la segunda vida del teatro. Y la municipalidad, que luego de la renuncia de Caioia anunció que convertiría el espacio en un paseo peatonal, decidió darles el comodato con la condición de que remodelaran la estructura metálica del puente: su construcción original databa de 1892. En 2006 lo abrieron nuevamente. -Y ahí empezó uno de los períodos más oscuros del Puente -cuenta entre risas Freddy. Porque los tres socios pronto se dieron cuenta de que necesitarían los ahorros de tres vidas para pagar todo lo que significaba reacondicionar el espacio. Fueron tiempos en que gracias a dos Fondart pudieron, a duras penas, sacar la sala adelante. Hasta que abril de 2013, anunció su cierre por falta de recursos. Pero la idea duró poco. La presión por lo que significaría el término de un lugar emblemático para el teatro, sumado a la creación de un nuevo fondo para salas de teatro, hizo que el Puente tomara un nuevo aire. Hasta hoy, que renovaron el comodato por diez años y están en búsqueda de un auspiciador.

Queremos avanzar hacia la investigación más experimental -explica Freddy Araya-. Está bien que exista el teatro comercial bien hecho, pero creo también en un contrapunto dado por la investigación y exploración.

Por ahora, la realidad que tienen es esta: estar a cargo del -hasta ahora- único teatro construido sobre un puente en el mundo. Un teatro entrañable: también es el único que se mueve en cada función.

 

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