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Tasas Negativas: Una Piedra en el Zapato

miércoles, 28 de septiembre de 2016

Economía y Negocios


Arturo Cifuentes
Profesor Adjunto,
División de Finanzas y Economía,
Columbia University

Hace veinte años asistí a una charla que dio Paul Krugman en Nueva York y que ya en esa época era un economista connotado a pesar de que todavía no había ganado el premio Nobel. Al terminar la charla una persona le preguntó por la situación en Japón, que llevaba varios años con un crecimiento bajo (de hecho, el año 1998 y 1999 el crecimiento fue negativo). Específicamente, la pregunta se refería a que deberían hacer los japoneses para estimular su economía y sacarla del estancamiento.

La respuesta de Krugman tuvo dos partes. La primera, que él describió como la solución teórica (es decir, que no era factible en la práctica), era adoptar tasas de interés negativas. No recuerdo la segunda parte de su respuesta, la respuesta, que era en el fondo la solución real. Pero nunca olvidaré la sensación de incomodidad de Krugman al mencionar--aunque fuera por un momento--las tasas negativas. Daba la sensación de que estaba aterrorizado de que alguien lo pudiera considerar un loco por simplemente mencionar la posibilidad.

Eso fue hace veinte años, y como se sabe, la vida tiene muchas vueltas. Hoy día, el volumen de bonos con rendimiento negativo asciende a catorce trillones de dólares (nomenclatura anglosajona). Y afecta no solo a los bonos soberanos sino también a los corporativos. Lo peor es que este problema de las tasas negativas no es reciente ni pasajero. Partió en 2008 y ya incluye a varios países: Dinamarca, Suecia, Japón, y Suiza, entre otros. Y todos los indicadores apuntan a que las tasas bajas continuarán por un tiempo largo.

Por qué digo problema?

Primero, porque las tasas negativas representan--al menos para la gente honesta intelectualmente--un problema conceptual difícil de explicar. De hecho, no conozco ningún libro de economía o finanzas, escrito antes de la crisis subprime, que admita esta posibilidad. (No conozco tampoco ningún libro de física donde se considere la posibilidad de que en algunos lugares de la tierra la aceleración de gravedad pueda cambiar de signo: es decir, que los objetos en vez de caer hacia la tierra, caigan "hacia arriba.")

No quiero negar los méritos del estímulo monetario, ni muchos menos ser tomado por un fanático de la austeridad. Solo señalo lo obvio: si bien es posible dar muchas razones para explicar la racionalidad de las tasas negativas, es algo que nadie consideraba viable hace diez años.

Y segundo, pues las tasas negativas--que han contribuido a un panorama generalizado de tasas bajas--han creado una serie de problemas prácticos: algunos divertidos, otros no tanto.

Entre los divertidos: muchos bancos japoneses, que tenían sistemas computacionales bastante rígidos, han tenido problemas serios para adaptar el software y tolerar que admita tasas negativas, tanto como input o como resultado posible de un cálculo; y en el mismo Japón, se ha producido una escasez de cajas fuertes, ya que muchas personas han optado por guardar los billetes en la casa, en vez de ponerlos en una cuenta de ahorro que de un interés mínimo o negativo.

Por otro lado--algo más serio--este nuevo panorama de tasas ha dejado a la mayoría de los fondos de pensiones europeos y norteamericanos, especialmente a los de beneficios definidos, al borde de la quiebra, ya que en general estos están obligados a invertir una parte de sus activos en bonos de alta calidad. De hecho, en EE.UU. se pasó una normativa que permite a dichos fondos, para estimar su nivel de solvencia, descontar los pasivos con una tasa ficticia. Digo ficticia, pues en vez de usar la tasa de interés vigente, se permite tomar el promedio de los últimos veinticinco años, lo cual disminuye sustancialmente el valor presente de las pensiones por pagar. Esto es, los números se ven mejor en el papel; la realidad, por supuesto, es otra cosa. Las quiebras llegarán de todas maneras.

Los bancos, principalmente en Europa, no se han atrevido todavía a pasarles a sus clientes las tasas negativas que les "paga" el Banco Central Europeo y cobrarles por sus depósitos. Es decir, los bancos han tenido que absorber el impacto de las tasa negativas lo cual ha afectado sus utilidades y los ha dejado, cuál más, cuál menos, en una situación de debilidad patrimonial.

Y por último, en el ámbito de las finanzas computacionales, se ha dado otro desafío: tener que adaptar los modelos generadores de tasas para que puedan producir valores negativos. Es irónico que uno de los primeros modelos de tasas de interés (el de Vasicek, que data de 1982) fuera criticado en su momento por poder generar tasas negativas. Más todavía, seis de los siete libros de Computational Finance que tengo en mi oficina (todos publicados antes del 2008) mencionan como un requisito básico que un modelo de tasas solo debe producir valores positivos. El séptimo libro--por omisión más que clarividencia--no se refiere al tema. (Thomas Khun hablaría de cambio de paradigma aquí).

En resumen, las tasas negativas (y su pariente cercano, las tasas positivas pero cercanas a cero), han solucionado varios problemas, pero creado otros. Qué otras sorpresas nos deparará el futuro? La desaparición de los billetes y monedas y su reemplazo total por "dinero electrónico" cuyo valor--para motivar el gasto--podría disminuir con el tiempo? O tasas de cambio (dólar/bolívar, por ejemplo) negativas? No me atrevo a hacer pronósticos, pero una cosa es segura (como decía García Márquez): "la realidad siempre supera a la imaginación."

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