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ENTREVISTA | Una mirada amplia al período:

Fernando Pérez y su historia de la arquitectura chilena del siglo XX

domingo, 25 de septiembre de 2016

D. S.
Historia
El Mercurio

El destacado docente e investigador de la Universidad Católica entrega el primer volumen de cuatro, que reseñarán el siglo XX arquitectónico de Chile. Un período que el autor lo inicia en 1890, con la llegada de 70 profesionales europeos a trabajar en obras públicas del gobierno. Una de las últimas modernizaciones del Presidente Balmaceda.



"Me parecía que dentro de la historia de la arquitectura chilena, afirma Fernando Pérez Oyarzún, no había un volumen que fuera capaz de reunirla, sino publicaciones parciales. A diferencia de otros países vecinos que sí tienen libros unitarios". El destacado arquitecto, académico de la Universidad Católica, donde ha desarrollado toda su carrera docente y de investigación, se atreve ahora, junto con ARQ Ediciones, a lanzar el primer volumen, de cuatro, de "Arquitectura en el Chile del siglo XX". Este, subtitulado 'Iniciando el nuevo siglo', abarca los años de 1890 a 1930, y tiene su centro de gravedad en el Centenario, señalando hacia el final a los primeros signos de la llegada de la arquitectura moderna. El libro retrata la época del reinado del estilo, del clasicismo, interpretado con gran libertad, por arquitectos en su gran mayoría venidos del extranjero o chilenos formados afuera. El segundo volumen toma desde 1930 a 1950. Abre con la llegada de la arquitectura moderna esencialmente, en el segundo gobierno de Arturo Alessandri ("confío en que aparezca el próximo verano"). El tercero será de 1950 a 1980 y el último, de 1980 a 2010.

"Pensé en un libro que podría tener varias capas. La idea era que el texto fuera de fácil lectura y de interés relativamente amplio, para los estudiantes de arquitectura y todas aquellas personas que por alguna razón cultural se interesan en el tema de la ciudad en general. Y al mismo tiempo hicimos el esfuerzo de dar muchas referencias y notas, que fueran una puerta de entrada para quienes quieran profundizar en áreas específicas. Y además tiene un tercer elemento, las imágenes. Otros libros similares de otros países utilizan menos imágenes que éste y dan mas espacio al texto. Pero pensamos en un material fotográfico de referencias, lo más abundante posible. No son fotos de gran tamaño, porque no es un coffe table book ".

-¿Por qué se remonta a 1890 como el inicio del siglo XX?

"Si algo era nuclear de los primeros 20 años del siglo XX era el Centenario, que es mucho más complejo de lo que parece. Fue un clima cultural que tuvo una organización específica, referida más a las festividades y también algunos edificios, que en parte se metieron en el Centenario. Las primeras comisiones que se formaron para celebrarlo comenzaron en los años 90 y al estar ahí se percibe el quiebre terrible que fue la revolución del 91. Significó un cambio político importante que muchas veces explica el modo en que sucedieron las cosas en el terreno de la arquitectura. El Congreso comenzó a aprobar aspectos presupuestarios esenciales; por ejemplo, todas las partidas para la ejecución del Museo de Bellas Artes. También yo estaba muy marcado por algunos autores de esa época, Luis Orrego Luco uno de ellos, quien retrata bien el periodo y demuestra cómo uno de los períodos más prósperos de Chile al mismo tiempo fue uno de los más inestables económica y socialmente".

-¿Con Balmaceda el Estado se convierte en un cliente como nunca antes?

"Fue muy importante. Muchos de los arquitectos protagonistas desde 1900 fueron traidos por Balmaceda, pues hubo esa contratación de profesionales increíble de 70 europeos hacia el final de su gobierno (unos 12 arquitectos, más ingenieros). Vinieron a Obras Publicas y algunos saltaron de ahí al mundo privado y alternaron con el público. Esos profesionales llegados con Balmaceda posibilitaron la formación de las nuevas escuelas de arquitectura. Jequier, Doyére, entre otros, ayudaron en la salida de las primeras generaciones ya masivas de arquitectos chilenos. Hubo algunos chilenos muy protagónicos de esta época formados en el exterior, como Cruz Montt, Smith Solar y Ricardo Larraín, pero ya surgen educados en Chile los primeros, como Manuel Cifuentes o García del Postigo, arquitecto de la Biblioteca Nacional".

-¿Hubo un programa Centenario?

Sí, pero se fue modificando de acuerdo con las posibilidades. Se fueron incorporando obras de envergadura, edificios emblemáticos de los poderes públicos, que representaran en la ciudad lo que esas instituciones significaban.

-¿Hay una impronta republicana en la arquitectura del centenario?

"Sin duda".

-¿Se ha vuelto a dar algo así posteriormente?

"Los terremotos han significado episodios importantes de iniciativas públicas que dejan una impronta. Hubo después otras cosas que tomaron relevancia y algunas de ellas tuvieron nivel; por ejemplo, los temas de vivienda social, con el programa de los colectivos, de los año 40. Quizás en un periodo ya mucho más cercano, con la misma intención aunque con resultados dispares, fue la dotación de nuevos edificios para tribunales con la reforma procesal del año 2001. Pero sin la envergadura del 1910. Otro ejemplo, que viene después, es el del Barrio Cívico, que se inicia con la remodelación de La Moneda en 1930".

-Hay una duda que aparece desde el título del libro. Una duda sobre la identidad de la arquitectura chilena. Porque todo lo que este libro muestra es arquitectura no chilena, aunque hecha en Chile. ¿Se puede rescatar algo idiosincrático en este periodo?

"El título del libro es intencionado. Porque, ¿de dónde se parte en este tema? ¿Hay una arquitectura chilena, una talquina, una rancagüina? Los fenómenos son más complejos, lo que no significa que no haya en este periodo rasgos identitarios, de hecho sí los hay, pero diría que al final de este volumen se empieza a insinuar la preocupación por este problema (1930), con Dávila Carson, por ejemplo. Antes, hubo una cierta discusión en este sentido, con la remodelación de la catedral de Santiago, a fines de los años 90, de Cremonesi. La gente reclamó la idea de la cobertura clasicista que se hizo de lo propio en ese edificio. En la gran mayoría de estos edificios el tema de lo chileno no era muy central. Lo que muchas naciones latinoamericanas quisieron mostrar para el Centenario es que ellas tenían un nivel internacional. En cambio hacia los años 20 comienza a pensarse algo que se venía gestando. A mí me ha costado a veces explicarles a historiadores extranjeros que los rasgos de la arquitectura colonial puedan ser considerados rasgos de identidad propia, porque para muchas personas de los estudios poscoloniales los rasgos identitarios de los países independientes son contrarios a las metrópolis. Pero aquí el fenómeno era de muy largo plazo. Había esa veta".

-Pero esa impronta colonial identitaria fue ocultada en este periodo por el estilo o el eclecticismo...

"Pero estaba ahí, sobre todo por los edificios notables construidos a fines del siglo XVIII, por los ingenieros militares, Toesca y sus discípulos. El Cabildo, La Moneda, Los tribunales viejos (Real Aduana), se conservan y otros se cubrieron, como la actual Municipalidad de Santiago, la casa de los Presidentes (actual Correo), que se remodeló dos veces. Tampoco Toesca era chileno, pero lo que lo hace chileno fue su inteligencia para apartarse de la situación y de ahí generar algo nuevo".

"Uno diría que hay rasgos interesantes en este periodo que hablamos en la manera como se resuelven algunas cosas. El Museo de Bellas Artes, se podría decir que tiene un lenguaje académico, pero la forma en que ésta resultó, la relación con la escuela detrás, la referencia y relectura de los Petit y Grand Palais, de París, tiene una originalidad bastante grande. En otros, los modelos eran evidentes, como la Estación Mapocho; los Palacios de Justicia, también tiene un modelo, un parentesco con Buckingham Palace, pero tiene un rasgo propio en como se resuelve su condición urbana. Esa galería interna, la conexión entre las dos calles, tienen gran originalidad".

-Hay un gran predominio del clasicismo y eclecticismo.

"Eclecticismo es una palabra un poco resbalosa, porque en cierto sentido en el uso del clasicismo todos tenían un grado de eclecticismo. Pero se podría decir que los edificios del centenario están unificados por un uso libre de un lenguaje clásico. Pero, efectivamente, en los años veinte se amplia el abanico de lenguajes de los arquitectos. Está bastante vigente en esos años una idea que viene de atrás, que es la idea de carácter, con la que se buscaba una relación entre el uso y la localización de un edificio y el lenguaje que se escogía. Un maestro en eso es José Smith Solar. Entre esta profusión de nuevos lenguajes, de ideas nuevas o renovadoras para el periodo destaca Kulczewski, porque se movió entre una muy personal relación de un estilo neomedieval, elementos de art nouveu y art decó. Estas corrientes llegan más tarde a Chile, en los años 20. Fueron renovadoras, pero también fueron los últimos estilos, o la intención de uno".

-¿Qué pasa con la arquitectura rural de esta época? No aparece.

"Es que los grandes hitos de la arquitectura rural chilena están casi todos en el siglo XIX. Casas de una impronta original en el siglo XX, no hay. Los más notables ejemplos en este sentido están en el siglo XVIII, como Lo Contador, Lo Matta, Lo Fontecilla, el edificio del Cultural de Las Condes; y luego están las casas del XIX, que tienen una última elaboración en el periodo inmediatamente anterior a este libro. Casas rurales de dos pisos, con pilares muy esbeltos, uso de maderas que son un poco más chalet que las viejas casas de adobe, pero eso ocurre hacia 1880-90. En este periodo que estudio no identifico algo muy destacable en ese ámbito".

-La palabra modernización en esta época va más bien de la mano de la infraestructura de la ciudad. Nace un concepto de ciudad moderna en estos años que tiene que ver más con la infraestructura que con la arquitectura, se podría decir. Alcantarillado, electrificación, caminos, red ferroviaria...

"Traté de mostrar todo eso como un todo unitario. Que la ciudad se construye tanto por abajo como por arriba al mismo tiempo. La discusión por ejemplo sobre el alcantarillado de Santiago es muy interesante. Para empezar, se trató de una obra de nivel mundial en esos años. La empresa francesa que lo construyó estaba en todo el mundo. Cuando se discute el alcantarillado en el Congreso hubo dos tendencias: aquellos que dijeron, por qué no se hace por el centro de las manzanas por donde iban las antiguas acequias coloniales, que se habían convertido en un alcantarillado informal. Estaban en el interior de los sitios, donde estos se topaban. Pero también se dijo que el alcantarillado era una obra pública y que debía ir por el espacio público que es la calle. Y el alcantarillado se construye por las calles. Quise poner esas dos dimensiones al mismo tiempo: el centenario es por encima, el Museo de Bellas Artes y la Biblioteca Nacional; por debajo, el alcantarillado, una obra magna".

"En la gran mayoría de estos edificios el tema de lo chileno no era muy central".

"Se podría decir que los edificios del Centenario están unificados por un uso libre de un lenguaje clásico".

''Lo que muchas naciones latinoamericanas quisieron mostrar para el Centenario es que ellas tenían un nivel internacional".

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