-Hay un momento en la vida de un actor en que la gente deja de explicar su buen rendimiento con frases como: "Qué chiripa tuvo al hacer este personaje". Cuando dejan de decir eso, es porque es bueno -dice el director teatral Rodrigo Pérez, responsable de tres de los últimos éxitos que ha tenido la cartelera teatral en los últimos dos años: "La tempestad", "Tres noches de un sábado" y ahora "La viuda de Apablaza". Tres obras en las que se repite un nombre: Francisco Ossa Busta, actor, 40 años, con casi dos décadas de trayectoria sobre los escenarios. Un hombre que ha encarnado a personajes de Shakespeare y de Juan Radrigán (como "Amores de cantina", que se remontará este 27 de septiembre en Nescafé de las Artes como homenaje al dramaturgo); que partió en una compañía joven, la Matadero Palma -que formó junto a sus compañeros de universidad Francisco Albornoz y Aranzazú Yankovic, más Francisco Melo- y que hoy es requerido por los mejores directores de la escena teatral. -Algo así le ha pasado a Francisco -agrega Rodrigo Pérez-, pero yo siempre supe que era bueno. Pérez conoce al actor desde los tiempos en que era su profesor en la Escuela de Teatro de la UC. Tiempos en que vio en él un talento que, dice, muy pocos actores tienen: la capacidad de subirse al escenario y decir sus diálogos con tal naturalidad, como si los hubiera estado diciendo toda la vida. Algo que ha demostrado este año en "Pulmones", la obra de Duncan Macmillan en la que interpretó, junto a Francisca Lewin, a una pareja que revisaba su vida a partir de un exigente texto que combinaba dilemas humanos, problemas medioambientales e intimidades afectivas. Y que ahora demuestra en "La viuda de Apablaza", pieza escrita por Germán Luco Cruchaga en 1928 en la que interpreta a Ñico, hijastro de la viuda y con quien ella pasa del amor maternal al amor carnal. Un personaje que tiene una desafiante -y muy bien lograda- evolución en el escenario, tanto física como psicológica: un Ñico que parte ínfimo y al borde de la infrahumanidad, y que termina como un hombre altanero y decidido. -Pasa de ser el quiltro del lugar, a tener el poder, que es un reflejo de lo que pasa en Chile: esas ansias de decir: "Estas tierras son mías" -dice Francisco Ossa en el GAM un par de horas antes de entrar al escenario para una nueva función de "La viuda...", que ha sido definida por la crítica como "una obra grandiosa en una entrega memorable", y donde comparte escenario con la actriz Catalina Saavedra. -Nos llevamos muy bien sobre el escenario y bajo él. Es un actor que dialoga; eso es bueno y no tan común -dice Catalina de su compañero de roles, con quien actúa también en "Tres noches de un sábado", que tendrá una reposición entre el 5 y el 14 de octubre en el Teatro UC. -Además, destaco su gran amor por el teatro -agrega la actriz. En esta historia, esta no es una frase de cortesía para describir a un compañero de escenario: es el gran motor que ha definido la carrera profesional de Francisco Ossa. Una que lo ha hecho dedicarse casi en un 100 por ciento a las tablas (ha tenido contados papeles en TV, siendo los más recordados hasta ahora los de la serie "Sitiados" y la teleserie "La poseída"), y a la gestión teatral como director, junto al actor Freddy Araya, del Teatro del Puente, hoy la vitrina más importante de Chile en la promoción de compañías independientes. -Es difícil encontrar actores como él, porque no todos sacrifican tanto por el teatro. Se empiezan a diversificar más, lo que es natural, pero en él hay algo especial, porque sabe lo que cuesta hacer teatro. Entonces, cuando tiene la ocasión de hacerlo no lo hace "de taquito": lo defiende con todo. Es de los que dice: "Muchas gracias, pero este trabajo no me interesa porque no tengo cómo aportar". Se pierde la obra, la pega, pero si no le ve la lógica, no hay nada que hacer", dice el director teatral Álvaro Viguera, quien lo dirigió en "Pulmones" y con quien compartió escenarios en las obras "Chile" (2004) y "Mi joven corazón idiota" (2007). -He dicho que no a obras que no me han tincado no más. Soy Piscis, bien de tincadas. El instinto es súper importante -dice Francisco Ossa-. Además que tiene que ver con una cantidad de trabajo que uno puede hacer al año, de creación, porque si no te quedas sin ideas. No me gusta el hacer por hacer -dice. Y aunque sabe que este ha sido un año especialmente prolífico en su carrera, tampoco le gusta la idea de sentirse reconocido sólo por los frutos que ha dado 2016 o 2015, cuando apareció en "La poseída" y su rostro se hizo más conocido. -Sí, ha sido un súper buen año. Pero para mí hay una injusticia: claramente las cosas aparecen cuando alguien aparece más, y lamentablemente en Chile se aparece más cuando se sale en TV. Pero hay muchos actores que están haciendo miles de cosas, durante todo el año en teatro, y son excelentes actores y actrices, directores y diseñadores. UNA LUCHA FUERA DE LAS TABLAS. Inevitablemente, a la hora de hablar de teatro, a Francisco Ossa le aflora su veta de gestor cultural. Esa que comenzó a desarrollar en 2005, cuando junto al también actor Freddy Araya se hicieron cargo del Teatro del Puente, que decidieron, poniendo plata de sus bolsillos, remodelar y relanzar gracias al comodato que consiguieron por parte de la Municipalidad de Santiago. Un lugar que gracias a ellos hoy, 9 de septiembre, está cumpliendo 18 años desde su fundación en 1998. -En un principio pensamos que el Puente había sido el peor error de nuestras vidas. Fue una pesadilla, de 2005 al 2008, tres años en que nos turnábamos para pagarle al nochero -recuerda. En el año 2013, después de anunciar oficialmente que cerrarían el teatro, el Puente recibió un fondo gubernamental destinado a salas de teatro que se termina este año, y que lo tiene a él y a su socio buscando otra manera de financiarlo para que siga siendo lo que es hoy: el principal semillero de obras jóvenes, de donde han salido las aplaudidas "Gladys", "Pérez", "Hijos de" o "Donde viven los bárbaros". -No hay compañía joven que no haya pasado por el Puente. El problema -Francisco lo sabe- es la cantidad de espectadores: una sala donde caben 80, 90 personas no da para mantenerlo. Pero recibe trabajos que no tendrían cabida en otro lugar -dice Álvaro Viguera. Y sin embargo, tanto Francisco Ossa como su socio se han negado a asociarse a un contrato comercial que les reste libertad editorial. -El Teatro del Puente no quiere, no pretende y no quiero que sea un negocio. Es un lugar donde se tienen que mostrar nuevas compañías, pero no podemos pretender que se autofinancie, porque es imposible. Estamos tratando de negociar un auspiciador, pero el Estado tiene que estar en cultura. A veces arrendamos el teatro para otros eventos, pero también lo cuidamos mucho porque tampoco queremos que se convierta en un centro de eventos -dice, y cuenta que hace poco llegó una marca a ofrecerles auspicio siempre y cuando le agregaran su nombre a "Teatro del Puente". Ellos se negaron. Esa es hoy la principal lucha de Francisco Ossa en la gestión. Sobre el escenario, su otro frente de batalla, hay solo aplausos. Aunque él prefiere mantenerse alejado de la palabra éxito. -Es muy importante controlar el ego, es fundamental, porque hoy puede pasar esto de que hay buenos comentarios, pero mañana se va todo al carajo y da lo mismo. Pero yo creo que las cosas pasan cuando tienen que pasar. Lo dice porque hubo un tiempo, entre 2005 y 2008, en que estuvo casi desaparecido de los escenarios para dedicarse a hacer vivir al Teatro del Puente. -Y lo hice feliz -dice. Ahora está teniendo su revancha. Pero él se toma las cosas con calma. Puede ser, dice, por el año que estudió Psicología antes de cambiarse a Teatro. -Eso me hizo bien. Es importante entrar a estudiar teatro con la cabeza fría. Si hubiera entrado antes, seguro habría sido un insoportable.