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La ilustración botánica vuelve a florecer

viernes, 02 de septiembre de 2016

Por Paula López Wood
Especial YA
El Mercurio

En mayo pasado, el Real Jardín Botánico de Edimburgo publicó el libro "Plantas de los bosques de Chile", en donde se ilustran con maestría especies nativas de todo nuestro territorio. El libro ha puesto en boga el arte de la ilustración, oficio que hoy se reactiva con un propósito mayor: elevar a la flora de Chile a su nivel más bello con el fin de protegerla.



Es primavera en el Parque Andino Juncal, reserva privada ubicada a los pies de la cuesta de Caracoles, internada en la cordillera tras la Ruta de los Libertadores, en la Región Metropolitana. La botánica y curadora emérita del Museo de Historia Natural Mélica Muñoz Schick, de 75 años, avanza protegida del sol cordillerano con un sombrero de paja y la vista fija en el suelo junto a su esposo, el arquitecto y artista botánico Sergio Moreira. Alejado del sendero rocoso, su hijo, el geobotánico Andrés Moreira Muñoz, de 45, mantiene una actitud de búsqueda similar.

El manto de nieve invernal se ha retirado de este valle encajonado entre altísimos cerros, dejando a la vista moles rocosas y arbustos leñosos, escenario propio de la primavera andina. No es un lugar que a primera vista luzca apropiado para encontrar flores o demasiada vegetación. Pero Mélica Muñoz y su hijo Andrés no descansan hasta lograr su objetivo.

Están buscando una flor: una Alstroemeria parvula, especie poco conocida del famoso género de las Alstroemerias que clasificó hace más de un siglo el fundador del Museo de Historia Natural, Rodulfo Philippi, y que no se ha vuelto a validar.

Pasan las horas, los botánicos se alejan del sendero, las sombras de los cerros Juncal y Alto los Leones avanzan a través del valle, y entonces, se escucha el milagro:

-¡La encontré! -exclama con felicidad Mélica Muñoz en lo alto de una ladera, con una pequeña mota rosada en su mano. Allí, escondidas entre piedras y sacudidas por el viento, dos ejemplares de pequeñas Alstroemeria parvula crecen fuertes junto a sus frutos, bulbos fucsia iluminados por miles de puntos que parecen diamantes. Su hijo Andrés, entusiasmado, recoge un ejemplar en una antigua prensa de madera y anota en su libreta las coordenadas del hallazgo.

-Es su certificado de nacimiento -dice con cierta emoción el geobotánico, mientras guarda entre pliegos de papel de diario la flor.

Historia de familias

La mística original de salir a terreno y revalidar una planta parece seguir tan viva como hace siglos. Así, después de la jornada en Juncal, Mélica Muñoz guardará la flor con orden meticuloso en las carpetas del Herbario del Museo de Historia Natural, lugar donde trabajó por más de 42 años, para quedar registrada para siempre en el catastro de la flora de Chile.

Ese lugar da cuenta de los inicios del naturalismo y la ilustración botánica de nuestro país. Una historia de familias y traspasos generacionales, que comenzó con el dúo padre-hijo Rodulfo Amando Philippi (1808-1904) y Federico Philippi (1838-1910), tal vez los botánicos más prolíficos que trabajaron en nuestro territorio, llegando a describir más de 3.500 especies. Sus nombres se transformaron en sinónimo del Museo Nacional de Historia Natural de Chile, donde, en distintas épocas, se convirtieron en directores.

De la misma forma, el geobotánico Andrés Moreira Muñoz heredó de su madre, Mélica Muñoz, y su abuelo, Carlos Muñoz Pizarro -fallecido en 1976- la devoción por las plantas. Este último fue un destacado agrónomo y profesor que revisó la flora que la familia Philippi y Claudio Gay describieron y retrataron en verdaderas joyas cartográficas a mediados del siglo XIX, cuando nuestras especies eran valoradas por su exotismo.

Tal fue el amor por la flora de Carlos Muñoz Pizarro que a sus tres hijas las nombró con nombres de un género de plantas: Mélica, Nassera y Aira. Mélica Muñoz creció en una casa aledaña al Museo de Historia Natural en los jardines de la Quinta Normal, mientras su padre gestaba la literatura fundamental para el estudio de la botánica en Chile, donde el arte y la ciencia confluían con magníficas ilustraciones de aquellas especies. Los volúmenes de "Sinopsis de la Flora Chilena" (1959) y "Flores Silvestres de Chile" (1966) dieron a conocer cientos de especies dibujadas en tinta por el biólogo español Eugenio Sierra Ráfols, masificando el conocimiento con claves que podían ser comprendidas tanto por sus alumnos como por el público interesado, explica Mélica Muñoz durante una entrevista en Santiago.

El libro más esperado

Biblioteca Nacional de Chile, Santiago, mayo de 2016. No cabe una persona más en el lanzamiento del libro "Plantas de los bosques de Chile". Esta publicación, editada por el Real Jardín Botánico de Edimburgo, ilustra y describe 81 especies nativas de todo Chile en gran formato, dibujadas por tres artistas botánicas de Turquía: Gülnur Eksi, Isik Güner y Hülya Korkmaz.

La charla inaugural no ha comenzado, pero de la venta del libro no queda rastro alguno: solo llegaron 200 copias a Chile desde Escocia, y entre donaciones y compras de coleccionistas, la primera edición se agotó antes del lanzamiento.

Mientras, en el discurso inaugural, Martin Gardner, conservacionista escocés y uno de los autores del libro junto a las chilenas Paulina Hechenleitner y Josefina Hepp, hace un homenaje a quien inspiró el gran libro: Carlos Muñoz Pizarro. Entre los espectadores del evento están su hija y nieto, Mélica Muñoz y Andrés Moreira, que hojean las enormes páginas del libro ilustrado, citando en la introducción el texto del abuelo como "el libro más fino de plantas chilenas que se ha editado en los últimos años". Es, también, un referente para ilustradoras botánicas nacionales como Andrea Ugarte y Geraldine MacKinnon, ambas con experiencia en el Real Jardín Botánico de Edimburgo. "Las ilustraciones a tinta de 'Sinopsis de la Flora Chilena' son capaces de hacer volver a la vida y conseguir una ilusión de tridimensionalidad con cualquier muestra de herbario", cuenta la destacada ilustradora Andrea Ugarte (cuyo trabajo se puede ver en andreaugarte.blogspot.cl).

Desde Gales, Martin Gardner cuenta que cuando comienza la primavera en Escocia, se pueden ver cómo florecen varias especies chilenas como el michay, la nalca y la chilca. "Todas ellas son muy familiares en los jardines de Gran Bretaña", explica. La terraza del Real Jardín Botánico de Edimburgo tiene cientos de especies chilenas, y fue principalmente desde este lugar que las artistas turcas pasaron horas observando y haciendo pruebas de dibujo de lo que finalmente se convertiría en el libro "Plantas de los bosques de Chile".

Martin Gardner comenta que muchas de las plantas que hoy se encuentran en esa terraza y en Gran Bretaña son el resultado de las especies que barcos navegantes escoceses se trajeron desde Chile durante el siglo XVIII para lucir con grandeza en sus jardines durante la época victoriana.

"El afán coleccionista y jardinero de los británicos los ha llevado a conocer muy bien nuestra flora y valorar nuestro alto endemismo a través de varios siglos. Las islas británicas tienen muy poca naturaleza salvaje, sus animales endémicos importantes como los lobos, ya no existen. Prácticamente todo el espacio está cultivado o intervenido por el hombre de alguna forma", agrega la ilustradora Geraldine MacKinnon, quien guarda parentesco con la isla británica a través de sus antepasados.

Una isla para el naturalismo

Limitado por barreras infranqueables, Chile constituye una verdadera isla ecológica. La Cordillera de los Andes, con altitudes de más de cinco mil metros, el desierto de Atacama con su aridez extrema, el vasto océano Pacífico y los hielos eternos antárticos han creado las condiciones para que el 46% de nuestras especies sean endémicas, es decir, que solo crecen naturalmente en nuestro país.

Fue esta condición de aislamiento la misma que dos siglos atrás ilusionó a aquellos exploradores y naturalistas del Viejo Mundo que residieron en Chile, iniciando la descripción de nuestras especies, usos y virtudes medicinales, y que con destreza propia o ayudados por un dibujante acompañante las ilustrarían, prolongando la belleza de nuestra flora. Louis Feuillée y Amedee Frezier fueron los primeros europeos que a mediados del siglo XVII comenzaron a escribir la historia de las ilustraciones en nuestro país, abriendo paso a los trabajos como los del abate jesuita Juan Ignacio Molina, Charles Darwin, Claudio Gay y Rudolfo Philippi.

También, mujeres aficionadas a la observación de la naturaleza, como María Graham y Marianne North, retrataron el mundo natural que percibieron al recorrer un Chile donde todo estaba por descubrir. Un bellísimo recuento de las pinturas al óleo de la travesía de Marianne North por Chile está en el libro "La flora chilena en la mirada de Marianne North, 1884", publicado en 1999 por las fundadoras del Jardín Botánico Chagual en Santiago, Antonia Echenique y María Victoria Legassa.

"Yo me inicié con la serie de libros de la botánica y ambientalista Adriana Hoffmann y colaboradores: 'Flora Silvestre de Chile' para diferentes zonas del país, con sus ilustraciones a color que son una muy buena guía para salir a explorar el territorio e identificar especies. Pero la artista que más me impresiona es Marianne North. Ella fue una inglesa que viajó por todo el mundo retratando naturaleza, sus pinturas tienen composiciones muy coloridas e interesantes, y está en la galería más linda que he visto, en el Real Jardín Botánico de Kew, en Londres", explica Josefina Hepp, agrónoma chilena de 33 años y coautora del libro "Plantas de los bosques de Chile".

Fue en ese mismo Real Jardín Botánico de Kew que la artista turca Isik Güner adquirió la maestría para dibujar las plantas de Chile, invitada por el conservacionista Martin Gardner. Uno de los desafíos más importantes fue dibujar especies de gran tamaño y específicas de Chile, como la Araucaria araucana (araucaria).

"Al principio, me dio miedo, era un árbol inmenso con grandes conos y hojas punzantes. ¿Cómo iba a hacer caber esas enormes hojas y ramas en una sola página para entregar toda la información necesaria?" cuenta Isik Güner en una entrevista desde China.

Isik se elevó con una grúa a lo alto de este árbol prehistórico de la cordillera del sur de Chile, escogió su muestra y se maravilló con la estructura a la vez perfecta y compleja de sus hojas. "Es una maravilla, cada parte del árbol está diseñada con la secuencia Fibonacci. Me tomó cuatro meses completar esta pintura", agrega la ilustradora sobre el proceso.

La Araucaria araucana ha fascinado a muchos viajeros e ilustradores botánicos, desde Marianne North, quien a los 46 años viajó a Chile en 1884 con el deseo de pintar un óleo de este pino nativo, hasta Martin Gardner, quien un siglo después viajó a los bosques del sur a través de "Operación Raleigh"; semilla de lo que sería el proyecto del libro "Plantas de los bosques de Chile".

"El gran shock fue cuando visité los bosques lluviosos de Chile y me encontré con que estos lugares estaban en un gran peligro de destrucción. Los chilenos tienen especies nativas fascinantes como el alerce y la araucaria, y debieran hacer todo lo posible por conservarlas, de manera que generaciones futuras las puedan admirar naturalmente, y no solo como muestras de herbario o en ilustraciones", explica Gardner a propósito de su preocupación por el incendio ocurrido en 2015 en la Reserva Nacional China Muerta, Región de La Araucanía, donde se quemó un 25% de su área y con ello más de un millón de araucarias.

Un nuevo propósito para la ilustración

"La ilustración tiene por misión hacer visible lo que no es posible observar en vivo, lo que se describe en palabras, lo que quedó muerto en un herbario o lo que varias fotografías han captado de algo, entregando una imagen simplificada, veraz y hermosa", reflexiona sobre su oficio Andrea Ugarte.

Es parte del mensaje que pretende también entregar el libro "Plantas de los bosques de Chile" al integrar la belleza artística de esas acuarelas junto al patrimonio natural de un territorio admirado por locales y extranjeros. Hoy el proyecto se complementa con iniciativas que divulgan a través de talleres y emprendimientos el valor estético y ecológico de estas riquezas naturales.

"Cada vez hay más iniciativas de divulgación y conservación, desde editoriales independientes, productos decorativos que dan a conocer el patrimonio natural, grupos de personas que salen a caminar para conocer sus entornos naturales, fundaciones para restaurar ciertos sectores importantes. Yo tengo un emprendimiento -Acaena- donde nos esforzamos por encontrar distintos formatos, como papelería, que permitan que el conocimiento de las plantas nativas llegue a todos lados. Y me gusta mucho encontrar, por ejemplo, carcasas para celulares con flores chilenas, libros para aprender a contar con animales nativos, aplicaciones para reconocer árboles en el bosque. Hay que aprovechar las tecnologías actuales y combinarlas con herramientas tradicionales, para que todos podamos participar en la valoración y protección de nuestras plantas y ecosistemas", explica Josefina Hepp.

El libro también fue el puntapié para que el Instituto de Geografía de la UC creara el primer curso formal en Chile de ilustración botánica, avalado por el mismo Real Jardín Botánico de Edimburgo, en donde la ilustradora Geraldine MacKinnon dicta clases.

"Lo lindo de la ilustración hecha a mano es que, más allá de la interpretación científica, nos transmite el espíritu del artista. Quien practica el dibujo botánico emprende un camino donde profundiza su relación con las plantas. Al observar detenidamente una especie, entenderla y representarla en el papel, aprendes de una manera íntima, estética y por cierto, imperecedera", reflexiona Geraldine MacKinnon desde su taller en La Reina, Santiago (minaturalismo.com).

La aventura continúa. Sin ir más lejos, los botánicos Mélica Muñoz, su hijo Andrés Moreira y Alain de Trenqualye publicaron en "Gayana Botánica 2016" una nueva especie para Chile, y por lo tanto para la ciencia, que bautizaron como Senecio guatulamensis y que fue ilustrada por Andrea Ugarte. Cuatro siglos después, la fascinación por descubrir y representar la flora de Chile sigue siendo un arte por explorar.

"La ilustración hace visible lo que quedó muerto en un herbolario, entregando una imagen veraz y hermosa", dice la ilustradora Andrea Ugarte.

"El gran shock fue cuando visité los bosques lluviosos de chile y me encontré con que estos lugares estaban en un gran peligro de destrucción. tienen especies fascinantes como el alerce y la araucaria, y debieran hacer todo lo posible por conservarlas", dice Martin Gardner.

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