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La trama real de Johnny Cien Pesos

sábado, 27 de agosto de 2016

por Rodrigo Munizaga
Crónica
El Mercurio

Hace 26 años, Marcelo Gómez protagonizó el primer asalto con toma de rehenes del país, en un edificio en el centro de Santiago. Tenía 18 años y esa historia fue la base de la película Johnny cien pesos, que hoy alista una segunda parte. El verdadero "Johnny" cumple una larga condena en la cárcel, donde trabaja haciendo pan y es visitado semanalmente por su pareja. Respecto de la cinta que recreó su delito, dice: "Me marcó para mal".



-Usted tiene que saber que a mí no me viene a ver nadie de mi familia, todos se alejaron. He pasado más años preso que libre y todos han lucrado conmigo, como la gente que hizo la película sobre mí y que se hizo rica. El único que no ha ganado nada soy yo, ¿qué he ganado yo? Es como si todos se hubieran olvidado de mí.

Marcelo de Jesús Gómez Lizana (44) habla al otro lado del teléfono, con voz seca y apenas modulando, desde el Centro de Cumplimiento Penitenciario Colina 1, donde está encarcelado por una condena de 22 años y seis meses debido a seis delitos acreditados en mayo de 1999 por el entonces Segundo Juzgado del Crimen: robo con intimidación reiterado, secuestro, violación de morada, infracción a la ley de tenencia de armas, tráfico de drogas y suplantación de identidad. El término de su condena está fijado para el 26 de junio de 2022. Para entonces, Gómez tendrá 50 años.

Tenía 18 cuando, el 10 de octubre de 1990, protagonizó el primer asalto con toma de rehenes en el país, justo tras el retorno a la democracia, y a dos cuadras de La Moneda, que fue seguido en vivo por la televisión. Del edificio de calle Estado 57, donde funcionaba una casa de cambio, él salió en camilla, ensangrentado y con billetes en los bolsillos, luego de infringirse un balazo. Había escuchado que así sería llevado a la Posta Central y podría entregarse directamente a un juez y no a la policía.

Con el tiempo, los delitos se sumarían uno tras otro y para la mayoría dejaría de llamarse Marcelo. La película de Gustavo Graef Marino Johnny cien pesos (1993), que fue vista por más de 200 mil personas y se convirtió en el largometraje chileno más visto de los años 90, se inspiraba en el atraco de calle Estado y lo convirtió desde entonces en Johnny. 

-Esa película me marcó para mal, a nadie le gustaría ser conocido por eso. Me hizo famoso por algo muy malo -resume a "Sábado".

El menor de cuatro hermanos, Marcelo Gómez dejó el colegio cuando estaba en octavo básico. Su padre, un jinete del Hipódromo, falleció cuando él tenía un año y su madre, María Magdalena Lizana, debió hacerse cargo de los cuatro niños con ayuda de una hermana en la casa donde vivían, en Conchalí.

-Siempre fue un niño problema, pero para su mamá era sus ojos, su hijo favorito, hacía todo por él -dice un familiar de Gómez que prefiere mantener el anonimato, "porque Marcelo es muy mal genio". La misma respuesta tienen otros parientes suyos al ser consultados por "Sábado": cuentan que siempre fue hosco y de pocos amigos, y esos rasgos se acentuaron tras las rejas, donde casi no comparte con los internos y prefiere estar solo, según un familiar que mantiene contacto con él.

María Magdalena Lizana fue quien pagó varias fianzas para que su hijo recuperara su libertad condicional. Recién en mayo de 2007, Gómez quedó recluido de manera definitiva, y a la condena de 22 años se le descontó el tiempo que había estado preso, primero en el Centro de Detención Preventiva Santiago Sur y luego en el penal de Colina 1. Pero entre 1990 y 2007 pasó intermitentemente entre la cárcel y la libertad.

El archivo de la causa 132.265 contiene varias veces la firma de Lizana estampada en numerosos recibos. Fue ella quien consiguió dinero y acudió hasta el abogado Pedro Pablo Castro, quien representó a Gómez durante varios años. Hoy, Castro recuerda que la mamá y una de las hermanas se hacían cargo de los pagos y que él intentó ayudarlo -a mediados de los 90- a conseguir trabajo en las empresas de Roberto Fantuzzi, pero no habían cupos: 

-Él siempre quiso tener la posibilidad de rehabilitarse, pero nunca le dieron la oportunidad. Es un círculo vicioso. La madre de él era la típica mujer chilena de clase baja que se preocupaba de sus hijos y luchó hasta el final por él. Marcelo se nubló un poco con la popularidad, y eso impidió que le dieran trabajo. ¿Pero quién le iba a dar trabajo?

La muerte de su madre, hace más de 10 años, fue un golpe duro para Gómez y cayó en una depresión. Estando en la cárcel, en agosto de 2003, realizó una huelga de hambre sólida y líquida durante 20 días en la ex Penitenciaría. Alegaba "falta de justicia", que todos los delitos que se le adjudicaban eran mentira y que el asalto de calle Estado había sido frustrado, por lo que -según él- merecía salir libre.

En su familia cuentan que, luego de fallecer su mamá, su gran apoyo ha sido su pareja, Lorena. Todos los sábados y domingos Lorena se levanta a las cuatro de la madrugada para llegar temprano a Colina a verlo. Las puertas se abren a las nueve, pero ella siempre quiere ser de las primeras en entrar. Como parte del régimen establecido en ese recinto penal, las visitas son en la pieza del reo y se prolongan durante todo el día. Lorena no falla, no hay fin de semana que falte, en un ritual que hace desde hace años. Cuando pueden, además, hablan por teléfono en las noches.

-Ella se la ha jugado por Marcelo, ha estado ahí para apoyarlo y cuidarlo como poca gente lo haría, porque ir allá significa someterse a una revisión que es degradante -dice un familiar de Gómez que mantiene reserva de su nombre.

La pareja se conoce hace más de una década, cuando él aún no cumplía condena definitiva y estaba en una de las libertades bajo fianza a las que accedió. Gómez, además, tiene dos hijos de relaciones con otras dos mujeres que no lo visitan en la cárcel.

-Prefiero que usted hable con él. Yo no soy partidaria de hablar, ya que cuando salga quiero que viva una vida normal -dice la pareja de Gómez al ser consultada sobre la relación entre ambos.

Al interior del penal Colina 1, Marcelo Gómez trabaja de lunes a viernes en la panadería del lugar y la mayoría le sigue diciendo Johnny. Él mismo cuenta que no sabía nada de cocina, menos hacer pan, pero que le dieron la oportunidad de aprender y es a lo que se ha dedicado en los últimos años en la cárcel. Incluso, dice que es un oficio al que podría dedicarse cuando recobre su libertad. En los últimos cuatro años, ha pedido insistentemente gozar de beneficios, obtener un día de libertad o acortar la pena.

-Pero me han rechazado todas las cosas que he pedido, supongo que por los delitos que tengo. Han pasado mucho años, yo ya estoy rehabilitado -asegura él.

Su pareja también fue clave en su cambio de conducta: estuvo involucrado en algunas riñas durante el primer tiempo, pero lleva cuatro años sin meterse en líos, reconocen en Gendarmería. Su intención era que el buen comportamiento lo ayudara a obtener beneficios, pero los constantes rechazos -reconoce su pareja- lo han desanimado.

El 8 de octubre de 1990, Marcelo Gómez se reunió en el paseo Ahumada con un sujeto al que llamaban Willy -según consta en el testimonio que dio a la policía y que recoge el expediente del juicio en su contra-, quien le propuso asaltar la casa de cambios Hollywood, donde también funcionaba un videoclub. Gómez aceptó y quedaron de reunirse al día siguiente en el mismo lugar, junto a otros cuatro hombres que participarían en el atraco y que él dijo "conocer de vista" en la población donde vivía, en Conchalí. Caminando de a dos, subieron hasta el departamento haciéndose pasar por clientes: la misión que le habían dado era abrir el privado donde estaba el dinero. Lo logró golpeando la puerta con cilindros de gas y disparando a la chapa. En su confesión judicial, Gómez dice que al percatarse de que el edificio estaba rodeado, sabiendo que no podrían salir, en su desesperación hicieron exigencias que sabían que no se podían cumplir (como un avión con destino a Cuba) y que el dinero intentaron repartirlo desordenadam
ente ocultándolo entre sus vestimentas.

Esa confesión, que dio en la Posta Central al día siguiente del asalto, la cambiaría respecto al dinero, asegurando que la plata permaneció en un maletín y que los billetes que le encontraron cuando fue detenido -más de mil dólares- eran suyos.

Pese a que Gómez y sus compañeros fueron sometidos a proceso como autores de los delitos de robo con intimidación y secuestro, y retenidos durante ocho meses en la ex Penitenciaría, él obtuvo la libertad bajo fianza durante seis meses. En ese lapso, en 1991, participó en otros cinco delitos: el 2 julio robó en una tienda de calle Patronato; el 12 de julio participó de un robo con intimidación a la garita de la línea Intercomunal 47, en Renca; el 8 de agosto cometió un robo con fuerza en lugar destinado a la habitación y; el 26 de septiembre y 12 de noviembre de ese año participó de similares delitos, como consta en las causa rol 132265-3, 62662 y 35454.

Cuando a fines de 1991 es nuevamente detenido por los delitos, la policía encontró en su domicilio una pistola con dos cargadores, 30 cartuchos de 9 milímetros, un revólver y una granada de mano marca Famae, que al momento de la pericia se encontraba activada. El informe policial dice que no detonó solo por una falla en su percusión, no obstante era apta como tal.

El 31 de marzo de 1995, y debido al prolongado tiempo de prisión preventiva por los años que tomó la investigación, Marcelo Gómez fue excarcelado, tras una fianza de 50 mil pesos que pagó su mamá. Al salir, gozaba de la "fama" adquirida por la película Johnny cien pesos y concedió algunas entrevistas, donde pedía la oportunidad de integrarse a un trabajo y aseguraba que partiría desde cero. De paso, insistía en que el único asalto en el que había participado era a la casa de cambios y que el resto eran delitos que le habían "achacado" por culpa de la película del director Gustavo Graef Marino, según le dijo a Carlos Pinto en un capítulo dedicado a él en el programa Mea culpa. Esa defensa también fue la que sostuvo el abogado Pedro Pablo Castro: alegar inocencia de cada uno de los delitos imputados y definir que lo de calle Estado no había sido un secuestro, sino una "retención de personas". El abogado dice que con eso se evitó un enfrentamiento con la policía y un interrogatorio que podría implicar apremios ilegítimos en contra de los detenidos en aquellos años:

-El dolo de esta gente era ir a robar. Por tanto, si la policía los sorprende afuera y tú retienes a las personas, no es un secuestro, sino una situación que se produce en el acto. Él no tuvo el ánimo de secuestrar a la gente -sigue defendiendo Castro, quien reconoce que en la antigua justicia, las investigaciones se eternizaban: la de calle Estado se demoró nueve años en dictar sentencia y otros tantos en hacerse efectiva. El abogado explica que eso se produjo por la acumulación de delitos de su representado, que abría nuevas investigaciones.

El mismo año 95 en que Gómez recobró su libertad, cometió otro robo con intimidación y en 1997, en Temuco, fue detenido visiblemente drogado en la Ruta 5-Sur y con varios gramos de cocaína en los bolsillos, por lo que fue condenado por el Primer Juzgado del Crimen de Temuco a cinco años y un día por tráfico de drogas. Sin embargo, y debido a su mal comportamiento, tuvo que ser trasladado hasta la cárcel de Lautaro. Para entonces, Johnny ya acumulaba un prontuario de delitos enorme: había sido detenido por intentar robar un auto, por porte y tenencia ilegal de armas, por suplantación de identidad de un cuñado suyo para viajar a Argentina y por robos con fuerza, uno de ellos en Talca y el otro en Vitacura.

-Eso nunca lo he hecho bien -le respondió Gómez a revista Caras, el 17 de abril de 1995, cuando le preguntaron si tenía éxito al robar. Un familiar suyo agrega que "siempre tuvo mala suerte, siempre fueron robos frustrados".

Aunque a él no le gustó Johnny cien pesos -la vio estando en la cárcel-, ese apodo lo seguirá persiguiendo. A fines de mayo terminó el rodaje de la segunda parte del largometraje, nuevamente dirigido por Graef Marino -quien nunca ha conversado con Gómez- y protagonizado por el mexicano Armando Araiza, que esta vez se aleja de hechos reales y cuenta la historia del personaje tras 20 años de pasar en la cárcel. Estando en libertad, se entera de que tiene un hijo que ha caído en la vida delictual y él intenta salvarlo. Su estreno está contemplado para el primer semestre del próximo año y pretende reabrir una historia cinematográfica que, para Marcelo Gómez, sigue estando tras las rejas.

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