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Cuarteto Miró:

El monumento

viernes, 26 de agosto de 2016

Gonzalo Saavedra
Cultura
El Mercurio




En octubre de 1828, Franz Schubert anunciaba en una carta a su editor que había completado tres sonatas para piano y un Quinteto de cuerdas para dos violines, una viola y dos chelos en Do Mayor. El compositor había mostrado sus sonatas en varios lugares con él al piano y contaba con que su Quinteto se tocara pronto. Pero pocas semanas después murió, a los 31, y esta obra cumbre de su producción -y de toda la música que existe- no se publicó ni estrenó en las siguientes dos décadas.

El martes, en la temporada Fernando Rosas de la Fundación Beethoven, el excelente Cuarteto Miró (Daniel Ching y William Fedkenheuer, violines; John Largess, viola, y Joshua Gindele, chelo), más Andrés Díaz en el segundo chelo, abordó este monumento con gran inspiración, marcando los continuos contrastes entre luz y sombra que pueblan sus cuatro movimientos. Desde la apertura aparentemente calma brilló Daniel Ching, certero, sobrio pero resuelto, bien secundado por sus compañeros. El segundo tema, con Gindele y Díaz como protagonistas, sonó cálido, una suerte de remanso que no hace sino resaltar el carácter trágico que traspasa toda la obra. El Adagio , tristísimo, con los sollozos del primer violín sobre los acordes dramáticos del resto y los pizzicati del segundo chelo, sumió al público del Teatro Municipal de Las Condes en un silencio de contemplación activa como pocas veces.

Los problemas del chelo que usó Díaz en esta presentación y que obligó al chileno a afinar después de cada movimiento se hicieron más patentes aquí, y sobre todo en el potente Scherzo que le sigue. Una lástima que resentimos él y todos nosotros, pero que no logró opacar la interpretación en conjunto. Esta partitura se la puede incluso con esos inconvenientes. El final, un complejo Rondó con su síncopa característica fue un triunfo, que no abandona la dualidad entre las tonalidades mayor y menor literalmente hasta la última nota.

El concierto había comenzado con el Quinteto de cuerdas Op. 30 Nº6 "Musica notturna delle strade di Madrid" (c. 1780) de Luigi Boccherini, descriptiva y llena de originalidades en el tratamiento de los instrumentos, y que actuó como una estupenda introducción. Y el Cuarteto de cuerdas Nº1 Op. 20 del argentino Alberto Ginastera. El Miró se lució con esta pieza indómita y en la que se asimilan la inspiración folclórica y la vanguardia europea con un resultado originalísimo y genial. Para destacar, el potente Allegramente rustico , una suerte de malambo de ritmos quebrados y siempre cambiantes.

Conciertos como este rescatan la mejor tradición de la Temporada Fernando Rosas: buena música de distintos ánimos, épocas y orígenes, servida con una altísima calidad que el público premió con un aplauso largo.

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