Dólar Obs: $ 897,11 | -0,49% IPSA -0,25%
Fondos Mutuos
UF: 37.372,71
IPC: 0,50%
RESEÑA | Tendencias políticas del siglo XX:

Una historia del anticomunismo en Chile hasta 1964

domingo, 14 de agosto de 2016

Alejandro San Francisco
Historia
El Mercurio

A partir de la década del 30 del siglo XX, la política chilena derivó, en parte, en dos lineamientos gruesos, "comunismo" y "anticomunismo", que condicionaron fuertemente el juego de alianzas y pactos electorales. Un libro del historiador Marcelo Casals intenta arrojar luces sobre este fenómeno, centrando su estudio más empírico en las elecciones presidenciales de 1964.



En los últimos años se han publicado interesantes investigaciones sobre el comunismo y el Partido Comunista de Chile (PCCh), que han permitido revisitar la historia de una de las corrientes más importantes de la política nacional durante el siglo XX. Ahora tenemos la posibilidad de conocer el concepto, actitud y definición política que también ha tenido larga vida, como es el "anticomunismo", tema que trata el documentado estudio de Marcelo Casals, "La creación de la amenaza roja. Del surgimiento del anticomunismo en Chile a la 'campaña del terror' de 1964" (Santiago, LOM, 2016).

Si bien el título insinúa su preocupación principal por la elección presidencial de 1964, en realidad se trata de un trabajo mucho más amplio y se podría calificar como una historia del anticomunismo en Chile, desde el último tercio del siglo XIX, hasta esa elección decisiva que enfrentó al líder de la Democracia Cristiana, Eduardo Frei Montalva, contra el representante del Frente de Acción Popular (FRAP), Salvador Allende. Para entonces, la democracia chilena enfrentaba desafíos que sería incapaz de abordar satisfactoriamente.

En los años que antecedieron a la Segunda Guerra Mundial e incluso a la Guerra Civil Española, el mapa político ya comenzaba a alinearse en torno a la díada comunismo-anticomunismo. Ya en la década de 1930, Pablo Neruda escribió a su amigo Héctor Eandi: "En realidad, políticamente, no se puede ser ahora sino comunista o anticomunista. Las demás doctrinas se han ido desmoronando o cayendo". Es probable que el poeta exagerara, pero también es evidente que recogía el ambiente de la época, donde muchos se unían para luchar "contra el fascismo", mientras otros hacían lo propio, pero para luchar "contra el comunismo", en un proceso que siendo europeo tenía su correlato histórico en Chile.

El libro de Casals entiende -y logra probarlo- que el anticomunismo fue "un elemento estructural" de la política chilena en el siglo XX. El autor sitúa la elección de 1964 como uno de los momentos cruciales en la proyección pública de las distintas manifestaciones del anticomunismo. Se desarrolló entonces una verdadera "campaña del terror", en relación a lo que ocurriría en Chile en caso de triunfar la candidatura de Allende, en buena medida porque eran los primeros comicios presidenciales tras el triunfo de la Revolución Cubana, de enorme impacto continental.

El autor distingue la existencia de tres grandes vertientes contrarias a las doctrinas de Marx y de Lenin, y opositoras también a la experiencia de la Revolución Bolchevique en Rusia, en 1917. Ellas, que se consolidan durante los años 30, fueron el anticomunismo conservador, el nacionalista y el socialcristiano, cada uno con sus énfasis y matices, pero con una identidad marcada, que se expresaría en diversas ocasiones. Es interesante que en algunos momentos decisivos, como la discusión y aprobación de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia, en 1948, algunos fueron férreos defensores de esa norma, como la mayoría de los conservadores, mientras otros se opusieron, como fue el caso de la Falange (socialcristianos). Es más, dentro de los mismos conservadores el médico y ex candidato presidencial Eduardo Cruz-Coke estuvo en contra de la normativa, mientras se plegaban con un anticomunismo omnipresente los radicales, antes aliados del partido de Recabarren, lo que muestra las complejidades y dinámicas de la política a mediados de siglo.

Efectivamente, la historia del comunismo en Chile estuvo plagada de altibajos: con gran presencia en el mundo sindical y sufriendo persecuciones, pero también concurriendo con sus representantes y votos para formar coaliciones más amplias, que llevarían a La Moneda a figuras como los radicales Pedro Aguirre Cerda y Gabriel González Videla. Con este último, precisamente, se produciría el gran desencuentro que llevó a la promulgación de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia, que proscribía al Partido Comunista. Fue, sin duda, un momento crucial, en un proceso que marchaba en paralelo al comienzo de la Guerra Fría y mientras se establecían regímenes comunistas en Europa, como fruto de la expansión soviética tras la Segunda Guerra Mundial.

El tema central del libro es la campaña presidencial de 1964. Para entonces la dictadura de Fidel Castro parecía irreversible y ese fue el argumento más utilizado para atacar la candidatura de Allende, quien había adherido desde temprano al triunfo revolucionario en la isla. Para explicar el contenido de la campaña del terror, Casals se concentra en los "primeros rugidos" del proceso, en la definición de programas y candidatos; aborda la polarización que se produjo durante la contienda electoral; desarrolla un largo capítulo sobre la "campaña del terror", expresada en la incidencia de los medios de comunicación mediante la propaganda en la prensa (acompañado de afiches que ilustran muy bien los temas de interés, la prioridad que se da en el mensaje a las mujeres y trabajadores, así como se muestran los males asociados a los regímenes comunistas). Al final se presenta un capítulo especial dedicado a la intervención norteamericana en Chile, que se manifestó en 1964 con recursos cuantiosos, y una preocupación especial de la Casa Blanca y la CIA para asegurar la victoria de Frei y evitar el triunfo "comunista".

La consulta de fuentes es abundante, así como el manejo de una bibliografía fundamental y actualizada, entre las que se cuentan no solo los estudios históricos más importantes, sino también la literatura, como se puede apreciar en el tratamiento de las obras anticomunistas de comienzos de los años 60: Matilde Ladrón de Guevara, socialista que estuvo en Cuba y se decepcionó del giro de la Revolución; Isabel Letelier, quien representaría una visión conservadora; de Jacques Lagas y sus "Memorias de un capitán rebelde"; finalmente la obra de Perceval, seudónimo de Herbert Müller, texto de propaganda que incluye el sentido de la campaña anticomunista de 1964.

Algunos fundamentos histórico-fácticos del anticomunismo merecen una mirada más detenida, especialmente considerando la fidelidad permanente del PCCh a Moscú, en los momentos más complejos y diversos de su historia. En este sentido, hay un adecuado desarrollo del impacto en Chile de la Revolución Bolchevique en 1917, tanto para el antimarxismo como para el desarrollo del comunismo en el país. Sin embargo, cabría explorar la autodefinición ideológica que se presenta en diferentes momentos del PCCh -el llamado marxismo leninismo estalinismo-, que se suma a la admiración pública hacia figuras como el propio Lenin y, ciertamente, Stalin. Son conocidos los versos de Pablo Neruda hacia el dictador soviético, pero no lo es tanto el homenaje de un arco más amplio de la izquierda en marzo de 1953, pocos días después de la muerte del dictador. Lo mismo podría decirse respecto de Fidel Castro y la Revolución Cubana. Ambos eran regímenes que eran presentados con las mayores virtudes y como expresiones históricas del socialismo; eran la representación más pura de los anhelos comunistas. Esto podría explicar, al menos parcialmente, el anticomunismo y el temor al establecimiento de dichas sociedades en Occidente, en América Latina, y específicamente, en Chile.

Se trata de un tema que está bien estudiado por Casals y que sin duda requiere nuevas investigaciones. De la luz que emerja de ellas saldrá una mejor comprensión del siglo XX chileno. También queda abierto el tema para el período posterior a 1964, considerando lo que serían la campaña presidencial de 1970 y el gobierno mismo de la Unidad Popular, que generaría un anticomunismo más práctico que ideológico, marcado por cierto imaginario de lo que sería un régimen comunista en ejercicio -se hablaba de totalitarismo-, pero sobre todo por la realidad cotidiana, donde se apreciaba la destrucción de la economía y otros problemas, más que discusiones ideológicas. El asunto continuaría, en ocasiones con ritmo monocorde, entre 1973 y 1990, una historia de anticomunismo para ser trabajada, entre otras alternativas, para seguir en su estudio.

 Imprimir Noticia  Enviar Noticia