"Entre 1937 y 1943, la chilena María Ester Aldunate del Campo, conocida como Rosita Serrano, cantó para Adolf Hitler y también para Benito Mussolini". Así parte la más reciente biografía -publicada por Ediciones B- que rescata la cinematográfica historia de esta artista, también bautizada como el "Ruiseñor chileno", poseedora de un registro vocal y silbidos únicos con los que logró deslumbrar y convertirse en una de las cantantes más populares del siglo XX. Pero como señala el escritor Patricio Jara, prologador del volumen "Rosita Serrano, la cantante favorita del Tercer Reich", no basta con un buen titular para armar una sabrosa historia. Se necesita -según sus palabras- "investigación" y asumir el riesgo de "enfrentarse a un puzzle que nunca estará completo". Autor entre otros volúmenes de "Prat", Jara guió la tesis de Periodismo de dos de sus alumnos de la Universidad Diego Portales: Mariana Marusic y Maximiliano Misa y los instó a ampliar su proyecto de título en torno a esta intérprete. Un mes antes de que terminara el semestre, y viendo que la historia había tomado un vuelo inusitado, les propuso seguir trabajándola. Misa y Marusic aceptaron el desafío y así dieron forma a la primera biografía publicada en español que rescata su figura. "Todo partió cuando escuché a mi papá con un amigo hablar de Rosita Serrano. ¡No tenía idea de que existía! Oí sus canciones y me pareció fantástica. Tremendamente talentosa. Con Mariana empezamos a indagar más y así surgió la tesis, sin imaginarnos que luego daría pie a una biografía", comenta a "Artes y Letras" Maximiliano Misa. Mariana Marusic añade que para ella toda "la historia de Rosita era novedosa. Cuando partimos la investigación no sabía absolutamente nada de ella. Prácticamente empezamos de cero, porque si bien hay algo de información en internet y existen dos documentales: uno en alemán y otro que hizo su sobrino Pablo Berthelon (quien está preparando un largometraje sobre Serrano), nos dimos cuenta de que toda su biografía es difusa. Su vida se basa en mitos que la gente ha inventado y en rumores que incluso ella misma empezó". Misa complementa que en el proceso de investigación se encontraron con varios datos por confirmar. "Mucho contenido que aparece en la web es contradictorio, partiendo por Wikipedia que señala que ella nació en 1914. Con Mariana dimos con la partida de nacimiento original y Rosita nació en 1912. Ella siempre se quitó dos años de encima y solo ese dato nos hizo cambiar la perspectiva del reporteo. Nos dimos cuenta de que debíamos poner en duda la gran mayoría de de cosas que están publicadas sobre su carrera". El proceso de investigación incluyó la revisión de documentales, entrevistas, reportajes de la época, testimonios de la familia y de quienes compartieron con ella en Alemania, además de cartas que ella escribió a sus cercanos y manuscritos inéditos. "Rosita Serrano tuvo el interés, en algún momento, de publicar su autobiografía, pero finalmente no lo hizo. Su vida fue tan novelesca que incluso dudamos -en algunas ocasiones- de que todo fuera verdad. Es cierto que a veces maquillaba las cosas, pero en la mayoría de los casos no mintió. Eso lo pudimos corroborar al contrastar sus manuscritos con los testimonios de distintas fuentes", advierte Maximiliano Misa y agrega que fueron muy importantes los relatos de sus familiares, como el de su sobrina Sofía Aldunate y de quienes estuvieron con ella en Europa, como Osvaldo Puccio y la actriz Carmen Barros. "De ellos recibimos una información de primera fuente", dice. Un encuentro con Al Capone El libro dedica un buen espacio a sus años de formación y al despegue de la artista que llegó a ser comparada con Pablo Neruda, Gabriela Mistral y Claudio Arrau. Entre otros hitos, Rosita Serrano actuó en diez películas alemanas, se casó varias veces (una de ellas con un millonario egipcio), recorrió el mundo con su voz y hasta consiguió cantar en diez idiomas. Hija de la soprano Sofía del Campo, desde muy pequeña su vida supo de viajes y sinsabores económicos. Si bien su progenitora alcanzó cierta fama como cantante lírica, el despilfarro de su segundo marido le provocó una depresión profunda e intentó -de manera fallida- acabar con su vida en Nueva York. Sin tener qué comer y viviendo en una buhardilla de la Gran Manzana, se produce un vuelco inesperado en la vida de la madre de la artista. Sofía del Campo recibe en su domicilio la visita de un mozo quien le trae un almuerzo espectacular. Éste la tranquiliza comentándole que no tenía que pagar nada, que la comida le fue enviada por un admirador suyo: el señor Al Capone. Así durante un año -junto a su hijo Luis- la soprano comió gratis. Entre giras y presentaciones, la madre de la cantante quiso encontrar un profesor que introdujera en el bel canto a su talentosa hija, pero no lo consiguió y su carrera, finalmente, se fue construyendo de manera autodidacta. A diferencia de su madre, no optó por el género lírico sino por el repertorio popular. A los 18 años Rosita partió a Brasil junto a su mamá y termina, en 1929, contrayendo fugaz matrimonio con un chileno hijo de diplomático: Carlos Villegas Matthews. La relación se desmoronó, entre otras razones, porque su esposo se opuso a que cantara en público. En 1931 Sofía del Campo abandonó tierras americanas y se fue a Alemania. La acompañó su hijo Luis -quien se enlistó en las filas de las Juventudes Hitlerianas- y tiempo después la siguió su hija. "Así solo cantan los ruiseñores" El libro destaca que el éxito de Rosita Serrano durante la construcción del Reich se debió a varios factores, entre otros gracias a su pronunciación particular del idioma alemán (cargaba las erres en su canto), a su estilo sensual y al contexto político de aquellos años. Tras la declaración de la guerra, es sabido que muchos músicos judíos fueron asesinados o enviados al exilio, generando un importante vacío en la industria. "Como los alemanes eran considerados xenófobos, con Rosita podían decir: No, no somos xenófobos, para nosotros Latinoamérica es algo tremendamente importante", comenta en este volumen la artista Carmen Barros e hija del embajador de Chile en Berlín en la época, Tobías Barros. ¿Quién la descubrió? Los autores de este texto rescatan el testimonio escrito de puño y letra por la propia cantante: fue Herr Wilhelmi, director de las radios de onda corta de todo Berlín. Él le dio la posibilidad de cantar por primera vez en la radio bajo el seudónimo de "La Chilenita". Otro episodio relevante fue su debut, en septiembre de 1937, en el Wintergarten, la sala de espectáculos más importante de esos años en Alemania. Fue ella la que llegó a este lugar y se presentó ante el director de este music-hall , sin hablar el idioma, pidiéndole una oportunidad. Su valentía tuvo muy buenos resultados: su debut en este escenario fue un éxito y rápidamente su nombre alcanzó popularidad. "El Wintergarten fue su hogar artístico durante casi toda la guerra y fue la cuna de una de las cantantes más populares en la Alemania nazi y Europa. 'Así solo cantan los ruiseñores', dijo un crítico de espectáculos alemán. Desde entonces fue coronada como el 'Ruiseñor chileno'", escriben Maximiliano Misa y Mariana Marusic. Rosita Serrano se convirtió en una diva, tanto por su canto como por su aspecto físico que terminó enloqueciendo a los alemanes, fundamentalmente gracias a su metro ochenta de altura. "Era estupenda. Tenía una facha extraordinaria", rememora Carmen Barros. El volumen también desempolva su encuentro con Adolf Hitler, que se habría dado en el marco de una fiesta benéfica. El Canciller del Reich se le acercó y le dijo que "la próxima vez, señorita, quiero escucharla cantar en alemán", mientras su escolta buscaba una guitarra con la que Rosita Serrano pudiese tocar y cantar. Otro de los episodios clave también tiene al Tercer Reich como telón de fondo. Su coprotagonista en la opereta "Anita und der Teufel" tuvo que unirse a las tropas de la Wehrmacht. La cantante pidió una entrevista con el ministro de Propaganda de aquellos años: Joseph Goebbels. Necesito a Monjé de vuelta -exigió la diva en francés. -No se preocupe, yo me ocuparé de eso -le prometió Goebbels en alemán. Como señala en este libro una de sus amigas, Laura Baxa, Rosita Serrano nunca mostró una posición concreta en política. Una de las primeras cosas que le preguntaban era si había cantado para Hitler. "Ella respondía que no, que cantaba para los niños. Ahora si Hitler estaba allí, bueno, estaba", señala Baxa. Sus vínculos con los jerarcas nazis aparecen en "Rosita Serrano, la cantante favorita del Tercer Reich" con matices. Como advierten los autores de este libro, si bien fue tildada de antisemita por relacionarse con este mundo de poder, la Gestapo también comenzó a sospechar de ella. Mariana Marusic comenta a "Artes y Letras" que Rosita fue en sí una persona enigmática e impactante. "Por un lado cantaba para los altos jerarcas nazis, se reunió con ellos en más de una ocasión, pero por otra parte cantaba a escondidas en beneficio de los niños judíos, y a más de uno lo ayudó a escapar. Esa dicotomía es extraña y me llamó mucho la atención. Ella podía estar cómoda y feliz hablando con la aristocracia alemana, reyes y príncipes, pero también se sentía como en casa en La Vega acá en Santiago, o con cualquier persona que le tirara un piropo en la calle". Marusic puntualiza que Serrano reveló dos caras opuestas. "Por una parte siempre aparentó ser fuerte, aguerrida, con un carácter súper difícil, pero al mismo tiempo era muy frágil, delicada. Era muy ingenua o aparentaba serlo. Esas dos caras también las mostró en el escenario y con ello enamoró a los soldados alemanes". Cuando estalla la Segunda Guerra Mundial, es sabido, Chile se mantuvo neutral ante el conflicto hasta enero de 1943, cuando finalmente rompe relaciones con el Eje. Por aquellos años Rosita Serrano recibe una invitación para cantar ante el rey Gustavo V de Suecia y abandonó Berlín. Como era de esperarse, con la ruptura de relaciones entre nuestro país y Alemania, la artista chilena no tardó en aparecer en la lista negra del Tercer Reich y se dio orden de destruir todas las matrices de sus discos. "Rosita lo perdió todo en la guerra: su fama, su dinero y pertenencias. Estuvo en el bando de los derrotados y se vio obligada a rearmar su vida al igual que muchos que habían quedado sin hogar", sentencian Maximiliano Misa y Mariana Marusic. Otro capítulo relevante es su retorno a Chile, en 1948, bajo el gobierno de su amigo el Presidente Gabriel González Videla. A nuestro país llegaron los ecos de su éxito en el Viejo Continente y fue recibida con honores. Cantó, a tablero vuelto, tres veces en el Teatro Municipal de Santiago marcando un hito: fue la primera artista popular que se presentó en ese escenario consagrado a la música clásica. Su popularidad fue cayendo estrepitosamente en los sesenta y setenta. Entre otros factores, se sumó un fallido viaje de trabajo a Estados Unidos, la pérdida de su casa en Príncipe de Gales, en La Reina -de la que nunca se recuperó-, y su incapacidad para reinventarse frente a la irrupción de nuevos ritmos como el rock and roll . Siguiendo un relato de luces y sombras, los autores hacen referencia también a un polémico contrato con Walt Disney quien la fichó para cantar en la cinta "La cenicienta", pero finalmente la banda original incluyó la voz de otra cantante. "Nosotros planteamos distintas hipótesis, sin tomar partido por una de ellas. Una de las teorías es que finalmente, por su pasado nazi, no se incluyó su voz", dice Misa y puntualiza: "La etiqueta nazi la borró del mapa. Por mucho tiempo se la estigmatizó y eso hizo que hoy muchos desconozcan su legado. Nos perdimos a una de las más grandes cantantes chilenas de todos los tiempos. En su funeral en Chile, en 1997, constatamos que no hubo más de 30 personas. Terminó su vida muy mal, sin grandes fortunas, y ante la indiferencia del público. Ojalá este libro ayude a valorarla".