Dólar Obs: $ 922,00 | -0,97% IPSA -0,25%
Fondos Mutuos
UF: 37.312,63
IPC: 0,50%
Gustavo Hasbún

"La política está llena de tontos graves"

sábado, 11 de junio de 2016

Por Arturo Galarce, fotos Sergio López
Entrevista
El Mercurio

Odiado, caricaturizado, trolleado. El diputado UDI ya se acostumbró a su rol en el panorama político nacional. Y dice que no le importa. "Sábado" pasó varias jornadas con él y descubrió una dolorosa historia familiar, una improbable amistad y una insólita expulsión de un colegio.



-Me acordé de lo que me dijo mi papá cuando le dije que quería ser alcalde.

-¿Qué le dijo?

-"No entiendo cómo este niño se mete en estas huev...".
-¿En qué?

-En política, po'. Si el viejo sabía lo que iba a pasar.

-¿Qué cosa?

-Que me iban a hue...

Gustavo Hasbún Selume, 42 años, periodista, diputado UDI por La Florida, está sentado junto a su familia en la cena anual de la Corporación La Esperanza, fundada por el ex senador Jaime Orpis, y su esposa, María Luisa Jouanne, dedicada a la rehabilitación de personas de escasos recursos adictas a la droga. Es lunes por la noche y antes de los discursos, antes de las cifras y las lágrimas, nueve pantallas cercando el salón principal del Centro Parque, en el Parque Araucano, proyectan el rostro de un adolescente flaco y moreno, que dice:

-Mi papá siempre fue irresponsable. Estaba destruyendo todo. Quería que mi papá se fuera de la casa.
Carmen Selume, la madre del diputado, se agarra el mentón. Las palabras, proyectadas desde las pantallas que alumbran trajes y corbatas de políticos y empresarios, no son lejanas: en la casa familiar de Las Condes, el diputado Gustavo Hasbún y su hermano, Enrique, crecieron enfrentados al alcoholismo de su padre; un hombre serio, llamado Felipe Hasbún Selume, ex presidente del partido Liberal y socio de una empresa de tubos de cemento.

El niño Gustavo lo miraba con respeto: admiraba su discurso, su posición política, sus discusiones, pero cuando se acercaba haciendo bromas, cariñoso -"algo extraño en él", dice el diputado-, sabía que su padre había bebido. El viernes era el día más complicado, recuerda su madre, Carmen, de 84 años.

-Llegaba de madrugada -explica-. Yo lo esperaba en pie, pero en esas condiciones no le discutía. Al otro día, los niños lo retaban. Le decían: "Hasta cuándo, papá, seguís metido en esa porquería". Y él les contestaba que no había tomado. No se acordaba de nada. A ellos les molestaba mucho. Por eso se fueron a la casa de sus abuelos, donde mis papás. Gustavo se quedó seis meses allá.

Una llamada de su padre lo convenció de regresar. Le dijo que no volvería a beber. Con los meses, dice su madre, el padre recayó. Faltaba un año para el plebiscito. Gustavo Hasbún vivía sus primeras manifestaciones, agitando banderas en las calles del sector oriente, a favor de Augusto Pinochet.

Minoría Hasbún

Gustavo Hasbún ingresó en 1977 al único colegio privado intervenido por militares durante la dictadura: el Saint George's. Contrario al perfil político del colegio, el "Turco Fito", como era conocido, no escondía su ideario de derecha, una herencia familiar que defendía en los pasillos del colegio.

Los compañeros de su generación lo recuerdan así: al final de la sala, haciendo bromas, ofreciendo la parcela de su abuelo para los paseos de curso; repitiendo sexto año, o en manifestaciones del Sí, ondeando banderas amarradas a un palo macizo, por si había enfrentamiento.

En las salas y en el patio, circulando entre un alumnado emblemático del "red set", Gustavo Hasbún era una minoría.

-A la larga fue un desafío para el "Turco" estar en el Saint George's -dice el chef Cristián Vieira, ex compañero de curso-. No escondía su ideología, y por eso lo discriminaban harto, por las cosas que decía.

-Yo no sentí que fuera discriminación, pero sí sentía que tenía que llevarle la contra al resto, siempre he sido así
-dice Hasbún-. Me gustaba pelear, agrega, riéndose.

Hoy, cada vez que el diputado lanza alguna declaración, sus ex compañeros la comparten junto a los respectivos memes en el WhatsApp del curso, donde Hasbún no está invitado. Compartieron cuando dijo: "Pareciera que los delincuentes, los terroristas, los subversivos, tienen más derecho que las policías", a propósito del carabinero dado de baja, responsable de la caída de Rodrigo Avilés en una marcha estudiantil. O cuando, tras la discusión en el parlamento sobre la despenalización del aborto en tres causales, declaró: "Abiertamente es la antesala a la legalización de la eugenesia. Y legalizar la eugenesia significa que se acabó la Teletón, significa que se acabaron los niños con discapacidad".

-Da la sensación de que se sintiera cómodo a la contra del sentido común.

-Sí, es así.

-Se lo dicen harto, ¿no?

-Muchas veces. Pero te hago la pregunta: ¿Qué es el sentido común? ¿Quién define el sentido común, y quién puede imponer el sentido común? ¿Por qué tengo que ser yo el equivocado? ¿Por qué no puede ser que ellos estén equivocados y no yo? No creo en el sentido común.

-¿Qué le pasa cuando escucha a personas decir que es tonto?

-Nada. Lo tomo de quién viene. Lo que me hiere es cuando alguien con argumentos me hace entender que me equivoqué. Aquí en la política me han tratado de poco serio, por mi forma de ser, porque muchos creen que la risa abunda en la boca de los tontos. Pero eso básicamente es porque está llena de tontos graves, que ni siquiera miran al lado para saludar.

-¿Mira lo que dicen de usted en las redes sociales?

-Sí, miro, pero me da lo mismo, no pesco, qué voy a hacer. ¿Sabes lo que pasa? Es que la gente que me desacredita es gente de izquierda.

-¿Siente que el país ha virado a la izquierda?

-No. Siento que este es un mundo al revés. Y que lo que aquí ha pasado es que las minorías han sacado la voz y se están imponiendo a lo que quiere la mayoría. Y esas minorías son de izquierda. Y de una izquierda obsoleta.

Aquí, las minorías, por miedo a su violencia verbal, se imponen al resto.

-Pareciera que el mundo allá afuera le parece horrible.

-Es que la sociedad critica a la clase política y en su vida diaria son peores que los políticos. Mira cómo evaden el Transantiago. El nivel cultural es muy bajo. Somos frescos por naturaleza: mira de dónde venimos, ¿quiénes son los primeros hue... en colonizar Chile? Puros delincuentes. Lo peor de lo peor. De ahí venimos y esa es nuestra realidad. No estamos preparados para enfrentar transformaciones de fondo mientras no haya cambios de conducta. Y eso me emputece.

El economista Enrique Hasbún, 43 años, está de acuerdo con las ideas de su hermano. El problema, cree, está en el tono. Se lo ha dicho: "Di lo que piensas, mantén tus posiciones, pero busca una mejor manera de decir las cosas". Carmen, su madre, cuenta que le duele cada vez que critican a su hijo. Su amigo, el diputado comunista Hugo Gutiérrez, cree que todo se resume a esto: "Los políticos dicen lo políticamente conveniente, y Hasbún también cae en eso, solo que un tanto exacerbado". Ambos, dice, estrecharon una amistad improbable cuando Hasbún era alcalde de Estación Central, y él, concejal por la comuna.

-Gustavo es una muy buena persona -dice Gutiérrez-. En Estación Central asumimos acuerdos gracias a instancias promovidas por él. Él trajo a Chile a la madre de uno de los presos cubanos en Estados Unidos. Él instó a cambiarle el nombre a Pajaritos, en el tramo de la comuna, por el nombre de Gladys Marín. Él estuvo conmigo en una marcha de la CUT. Él tuvo la capacidad de dialogar con un comunista como yo. Su problema es que exacerba el uso de la retórica, pero básicamente para marcar a su electorado. Él tiene una visión de la vida bastante humanista y dialogante. Sus dichos no lo representan.

-¿Siente que eso es así, diputado Hasbún?

-A veces, sí. Es un tema de defender posiciones de partido, o por la ligazón con tu electorado, por el apoyo. A él también le escribo de vez en cuando: ni vos te creís esa huev... que dijiste. Y él lo mismo. Muchas veces me toca defender lo indefendible.

-¿Cómo qué cosas?

-No sé. No se me vienen a la cabeza ahora.

-¿Duerme tranquilo?

-La política es ingrata. Alguien tiene que hacer el trabajo sucio.

El diputado

El mismo año del plebiscito, Gustavo Hasbún fue expulsado del Saint George's. Cursaba primero medio. Las razones, relatadas a "Sábado" por cuatro compañeros de curso, se esparcieron como un gas para la risa: en mitad de la fiesta de aniversario del colegio, Hasbún habría ofrecido un sobre con yumbina -un alcaloide utilizado en veterinaria para la cruza de caballos- a un alumno coreano, recién llegado al colegio. La noticia llegó a oídos de los curas, alterada por el boca a boca: podía tratarse de cocaína. Pero una compañera lo precisa: no era más que un sobre con harina. Solo por recibir el sobre, el alumno coreano también fue expulsado.

-No fue otra cosa que un juego de niños -dice su ex compañero, Cristián Vieira.

-Eso nunca pasó -apunta Hasbún-. Fue un mito urbano que se inventó y fue la razón que se dio para mi expulsión. Te garantizo que si hubiera ganado el Sí, no me hubieran echado, no hubieran inventado ese rumor.

La expulsión no fue fácil para la familia. Su padre tomó el puñado de diplomas de su hijo, todos relacionados con las veces que fue elegido como mejor compañero, para enfrentar a los curas del colegio. Acusó una persecución política en contra de su hijo. Pero no hubo caso. Al año siguiente, Hasbún fue matriculado en el Colegio Árabe, donde lo apodaron "el Diputado", por su constante participación política.

-En todos esos años ya era parte de las juventudes de RN -dice-. Ahí estuve hasta el 97; me aburrí y me retiré.

Las peleas internas eran a cuchillo: o eras blanco o eras negro. Y yo estaba convencido de que era un partido de mucho elitismo. En ese sentido creo que la UDI es mucho más tolerante que RN.

En 1998, el diputado UDI Javier Hernández le pidió que se incorporara como jefe a la campaña presidencial de Joaquín Lavín. Llevaba dos años fuera de la universidad, con sus estudios de periodismo en la U. Andrés Bello, congelados. El ascenso político fue meteórico: en 2000 se convirtió en alcalde de Estación Central, ingresando al año siguiente a la Usach para terminar la carrera a través de tutorías. Entre pifias de los alumnos y después de reprobar varios ramos, se tituló en 2004, con un 4,7 en su examen de grado.

-Yo lo vi muy pocas veces acá. El rumor era que hubo profesores que le iban a hacer las clases a la alcaldía -dice Eduardo Román, actual director de la carrera y miembro de la comisión que tomó el examen de Hasbún-.

Los alumnos se juntaron afuera de la sala para manifestarse. Ese día él estaba muy nervioso.

-¿Cómo iba a estar, si todos pateaban la puerta? -añade Hasbún, que hizo su práctica como periodista en RN-.

Era una locura.

Titulado, Hasbún completó un segundo período como alcalde, transformándose dos años más tarde en diputado por La Florida.

-La gente lo quería, las mujeres lloraban cuando se fue de Estación Central -cuenta su madre, Carmen Selume.

Cuando lo dice, en la cena de la Corporación La Esperanza, María Luisa Jouanne guarda silencio en el escenario.

Luego, llorando, anuncia: "Este es mi homenaje para la gran ausencia de esta noche".

La ausencia es del desaforado senador UDI Jaime Orpis, su marido, imputado por el Ministerio Público por cohecho, fraude al fisco y delitos tributarios.

-Jaime. Está hablando de Jaime -dice Hasbún, masticando una nuez.

-¿Qué piensa de la poca credibilidad que tiene hoy la UDI?

-Yo creo que la UDI ha perdido credibilidad porque dejó la calle. Dejó de ser lo que éramos, de estar en terreno.

No creo que el llamado financiamiento irregular tenga que ver con eso.

-¿Realmente?

-A mí me da una rabia tremenda con los que hoy pregonan con una doble moral increíble. No hay nadie que no haya recibido financiamiento irregular, nadie.

-¿Quién financia sus campañas?

-Yo no tengo llegada a las grandes empresas. No tengo cómo llegar a ese nivel.

-Pero le escribió un mensaje de apoyo a Carlos Délano en la formalización por el caso Penta.

-Uno puede estar de acuerdo o en desacuerdo con lo que estaba pasando, pero era una persona que ayudaba al partido y yo, sin tener mayor relación, le mandé un apoyo sincero. Fue una cuestión humanitaria. Mis campañas las he financiado con amigos que han aprovechado los aportes reservados, que son tributables, para apoyarme.

-¿Podría decir quiénes son las personas que lo financian?

-Sí, no tengo ningún problema.

-¿Podría decirlo ahora?

-No.

-...

-Es que no sé lo que podría significar esto. Lo diría cuando no se estigmatice a la persona que me ayudó. ¿Qué pasa si yo te digo tal nombre? ¿Quién me asegura que no se va a estigmatizar a mi amigo? Hoy te estigmatizan por el solo hecho de ser de derecha. Y más de la UDI.

-¿Dice que hay gente a la que le resulta vergonzoso ser de derecha?

-Yo creo que hay mucha gente en mi sector que siente vergüenza de decir que es de derecha, para quedar bien en las redes sociales. Le tienen miedo a la descalificación de la izquierda, a la violencia verbal, pero uno no puede esconder lo que es.

Bajo su perspectiva, esta situación tampoco debería afectarle en su contacto con el electorado: hace pocos días, seis llamadas interceptadas por la PDI vincularon a Hasbún en un supuesto caso de corrupción, relacionado con el caso Basura. En las conversaciones, la periodista de la UDI Claudia Vera le explicaba al empresario Leopoldo Pérez, imputado en ese caso, que el diputado podría ayudarlo a conseguir la licitación para la construcción de una cancha en Estación Central, comandada por su amigo Rodrigo Delgado. En los audios se oye a Hasbún, al teléfono, aceptando una reunión con Pérez. Horas antes, en otra llamada, Vera le decía a Pérez que Hasbún le preguntó: "¿De cuánto estamos hablando?".

-Las grabaciones están ahí, ¿hubo reunión?

-No puedo decir nada por petición de la fiscalía.

-También se publicó una lista con viajes suyos a La Araucanía desde julio de 2014 para una futura campaña senatorial. Varios de ellos cargados al Congreso, con un total de 5 millones.

-Eso fue así. Pero ese dinero fue descontado de mi dieta. Desde el año pasado que pago de mi dieta los pasajes. Voy todas las semanas a la Novena Región.

Vista al volcán

Una tarde de 1991, Felipe Hasbún, el padre del diputado, fue encontrado desplomado en la calle. Una posa de sangre bordeaba su cabeza, culpa de un derrame cerebral que le significó tres semanas en coma y cinco de recuperación. Dado de alta, Felipe Hasbún regresó a casa, pero con severas consecuencias: ya no era el mismo hombre. Su familia debió hacerse cargo de él, hasta que 15 años más tarde, el 20 de febrero de 2005, falleció.

-Fue duro, un golpe duro -insiste el diputado, sentado en una oficina del ex Congreso Nacional-. Él tenía su problema con el alcohol, pero siempre fue mi ídolo. Somos bien parecidos. Mi severidad es algo que heredé de él.

Es una tarde de mayo. Hasbún toma un café cortado. Minutos antes, al interior de la comisión investigadora del Ejército, de la que es miembro, y mientras un coronel declaraba por la supuesta falsificación de firmas utilizadas para el pago de facturas, el diputado, relajado, pidió dos vasos de Coca-cola, además de un cortado chico. Miró su celular cada tres segundos, e intervino en cuatro ocasiones. También aprovechó de hacer bromas. Por ejemplo, llamó al oído a un administrativo del ex Congreso "¿Así que estái de secretaria ahora? Te faltó afeitarte las piernas, nomás".

-Es que soy así -dice ahora, dando un sorbo a su café-. Donde voy agarro para el hue... a alguien. No dejo de saludar a la gente. Y eso, el electorado lo percibe de buena manera.

En la sede de la UDI, cada vez que coordinaban la compra de tortas, a través de alguna vecina designada, se reían de la agenda distrital y electoral de Hasbún: siempre plagada de visitas a asilos de ancianos, programadas para la hora de once.

-Si al interior de la UDI eso es mal visto, es porque prefieren alejarse de la gente -dice Hasbún-. Yo camino tranquilo por mi distrito y por cualquier lugar de Chile. Y sé que los problemas están ahí. Por ejemplo, la delincuencia existe. Uno entiende la impotencia que sufre la gente. Entiendo también el aumento en la inscripción de armas.

-¿Tiene arma?

-Sí, tengo. Hice un curso de tiro hace algunos años.

Y acomodándose, contando cuántas veces le abrieron el auto, cuántas veces han ingresado a su sede distrital, y la vez que sus hijos y su nana fueron víctimas del cuento del tío, el diputado libera su receta contra la delincuencia.

-El control preventivo de identidad es vital. Hoy es gratis agredir a un carabinero o a alguien de la PDI. No puede ser que el delincuente tenga más derechos que las víctimas.

-¿Y en el caso de los responsables por delitos tributarios?

-Es que para mí, el financiamiento irregular no es delito. Por lo mismo la sanción no debe ser penal y no creo que tengan que aumentar las penas de cárcel.

Basta con sanciones administrativas.

-Ha dicho que el Gobierno debería brindar mayores herramientas a las policías que enfrentan el conflicto mapuche. ¿Qué ocurre cuando la población mapuche recibe la violencia de la policía?

-Es que es súper fácil criminalizar la labor de carabineros sin ver antes qué motivó esas acciones. Eso no es justificar, porque si hay un uso desproporcionado por parte de las policías, eso también debe ser sancionado. Lo que sí creo, es que hay un temor en Chile de usar una proporcionalidad de la fuerza. Muchos carabineros prefieren que se queme un camión a tener que enfrentar con balas de goma los disparos de armas automáticas.

Según Hasbún, los grupos que exigen la autonomía y restitución de sus terrenos a través de actos violentos son una minoría.

-¿Ha compartido con el pueblo mapuche?

-Sí, mucho. He ido a sus casas, tengo programada ahora la visita a la casa de un lonco y voy a ser el primer político en ir. Voy a llegar hasta allá, a la cresta, con todo nevado. Tengo la mejor impresión de los mapuches.

-¿Pero ha logrado conocer su idiosincrasia?

-Como asado de caballo todos los días.

-¿Cómo?

-Hacen asados de caballo. En serio. Es rico, pero depende de quién lo prepare. Este, por ejemplo, quedó un poco duro.

Y apunta una foto en su celular. Ahí aparece junto a un grupo de mapuches, a los pies de una parrilla cargada con carne de caballo. En el fondo, sobre el pasto, se ven las patas del animal recién faenado. Luego, arrastrando su dedo, muestra otra imagen: es el volcán, visto desde el jardín de la casa que terminó de construir el año pasado en Villarrica. Mirándola, habla de lo fascinante que le parece vivir en el sur, estar solo, o acompañado de sus dos hijos, cortando leña. Mirándola, dando por hecho su triunfo en las próximas elecciones, dice:

-Siempre quise vivir en el sur, hue... Siempre. No sé por qué, pero ni ca... vuelvo a Santiago. Esta fue la excusa perfecta.

Hace una pausa. No quita la mirada de la foto:

-Pero per-fec-ta.

"¿Por qué tengo que ser yo el equivocado? ¿Por qué no puede ser que ellos estén equivocados y no yo? No creo en el sentido común"

"En la política me han tratado de poco serio, por mi forma de ser, porque muchos creen que la risa abunda en la boca de los tontos"

 Imprimir Noticia  Enviar Noticia