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Patrimonio Un recorrido hacia nuestra identidad:

Isabel Cruz: "El neoclasicismo en Chile marcó la vuelta a los orígenes"

domingo, 05 de junio de 2016

Maureen Lennon Zaninovic
Artes y Letras
El Mercurio

La historiadora y docente del Instituto de Historia de la Universidad de los Andes acaba de lanzar el volumen "Patrimonio artístico en Chile. De la Independencia a la República. 1790-1840" (Origo). Con abundante material gráfico, el libro rescata las artes que representaron las nuevas ideas libertarias en la construcción de la autonomía en nuestro país. "Sentí que había que saldar una deuda y mostrar a ese período en su contexto cultural", sentencia la investigadora.



Después de una exhaustiva investigación -que se extendió por más de diez años- y con el apoyo del Fondo del Libro y la Lectura, la historiadora del arte y docente del Instituto de Historia de la Universidad de los Andes Isabel Cruz de Amenábar recopiló más de 370 imágenes de pinturas, esculturas, obras arquitectónicas y objetos propios de una época. Un valioso corpus visual que recorre los cincuenta años que van entre la última década del siglo XVIII -cuando ya se introducen en nuestro país las ideas modernizadoras del arte y la cultura de influjo ilustrado- y las cuatro primeras del XIX.

Todo ese material iconográfico -acompañado de un completo texto sobre el período- comprende el volumen "Patrimonio artístico en Chile. De la Independencia a la República. 1790-1840" (Origo Ediciones), que ya se encuentra disponible en librerías, pero que oficialmente será lanzado por su propia autora hacia fines de junio, en la Universidad de los Andes. "La Independencia y la temprana República en nuestro país no fue solo un proceso de lucha política, sino que también estuvo ligada a una cosmovisión artística. Sentí que había que saldar una deuda y mostrar también a la Independencia en su contexto cultural, en sus objetos, en sus obras y construcciones. Como señala Abraham Moles en su libro 'La teoría de los objetos', el objeto es un mediador, por eso no podemos referirnos a este período histórico en abstracto, debemos aterrizarlo y abordar sus costumbres y símbolos", comenta a "Artes y Letras" Isabel Cruz de Amenábar.

La autora sostiene que el período neoclásico coincide con nuestra Independencia y quizás hoy hablar de él puede resultar poco atrayente para el público. ¿La razón? "Estamos ante un estilo muy reglado, muy normado y racional, pero no debemos olvidar que es el primer estilo de la modernidad", advierte la historiadora.

Cruz afirma que el estilo neoclásico mostró dos vertientes: una ligada a la reglamentación y control del mundo de las artes; y la segunda, con el retorno a los orígenes. "Los patriotas simpatizaron con este movimiento por la vuelta a los orígenes que acá -a diferencia de Europa donde se vinculó con el mundo greco-latino y con ciertos elementos del lejano Egipto- se relacionó con los pueblos originarios. Las dos vertientes son muy relevantes, pero en nuestro país se ha enfatizado más la segunda: el mundo aborigen, el legado cultural popular, dejando de lado esa corriente modernizadora que supuso la refundación de la actividad artística en Chile bajo unos parámetros distintos de los del Barroco mestizo. La modernización cultural impulsada por O'Higgins fue una tarea gigantesca que aún no termina. Desde mi punto de vista, la Independencia es un período que aún hay que conquistar en el día a día, no tanto ya en el sentido de una 'liberación' de normas y modelos, cuanto como necesidad de asumir el propio país en su historia y legado singular, enfrentando 'quiénes somos', en este caso, a través del patrimonio".

La historiadora se explaya en su diagnóstico: "Especialmente en la arquitectura y en las artes útiles se dio un movimiento, se dio un proceso de racionalización, de ordenamiento urbano muy importante. La construcción de edificios tan monumentales y permanentes como La Moneda, la Real Audiencia, las impactantes edificaciones que rodean la Plaza de Armas: la misma Catedral y la Real Aduana (hoy Museo de Arte Precolombino) constituyen un recorrido neoclásico que no ha sido valorizado en plenitud. Estamos hablando de construcciones fundacionales y de una gran belleza. Por esos años se crea un urbanismo moderno y racional: las calles se enumeran, se iluminan, se abren paseos y avenidas. Las famosas calles ciegas del trazado laberíntico del Barroco se ponen en entredicho. Se recuperan espacios para el ámbito urbano. El aporte de Bernardo O'Higgins y de su padre, Ambrosio, resultan fundamentales, aunque nuestro prócer, en términos patrimoniales, también fue muy radical: acabó con los escudos de armas, porque creía en la meritocracia, y con las fiestas como las corridas de toros y carnavales".

Con matices

Isabel Cruz de Amenábar sostiene que el período anterior, el Barroco mestizo, apeló a la decoración, al adjetivo, no al núcleo del objeto. "En el neoclásico, en cambio, se busca una funcionalidad: el edificio se libera de sus adornos, se privilegia la forma pura y esta, a su vez, pasa a tener una organización acorde al papel que va a cumplir en la sociedad. O sea, forma y función están muy unidas. Eso también se puede apreciar muy bien en el traje, donde el adorno es sustituido por una vestimenta mucho más simple, con libertad de movimiento. Pero esa racionalidad también resulta compleja. No se quedó en el purismo puro. A mí me gusta matizar, porque el neoclasicismo en Chile -que pasó a ser el arte de la libertad de América- se manifestó con matices".

La investigadora advierte que el neoclasicismo en nuestro país no fue destructivo, a diferencia de otras naciones como México o Perú, donde sí existió un Barroco muy efervescente y este movimiento asumió una tarea iconoclasta, de limpieza y refundación. "Fue muy fuerte. El estilo neoclásico llegó como una poda o arrasamiento, pero aquí no se dio ese exterminio. Nuestra Independencia no arrasó con todo y en especial no barrió con los valores religiosos; de hecho, fue el Ejército de los Andes el que entronizó a la Virgen del Carmen como patrona de Chile. En Chile también el estilo neoclásico fue constructivo más que destructivo, entre otras razones porque durante el Barroco no fuimos capaces de desarrollar grandes obras arquitectónicas y permanentes. Los estudios científicos para realizar estas construcciones no estuvieron lo suficientemente afiatados en esos años. El neoclasicismo, en cambio, significó un primer paso hacia la modernidad: combinó el arte y la ciencia".

-A propósito de ese vínculo entre ciencia y arte, usted considera que el dibujo en la Independencia fue el sustrato unificador de las artes.

"Efectivamente fue así. El neoclasicismo confirió un inédito valor al dibujo. Dado su potencial abstracto, matemático incluso, a través de la geometría, y susceptible de racionalización, resultó pieza clave de la teoría estética y, en la práctica, elemento ordenador, tanto de la composición pictórica como del diseño de objetos. Desde finales del siglo XVIII, la contratación de Joaquín Toesca, la llegada de los pintores y dibujantes científicos, y la introducción de distintos tratados de arte y arquitectura fueron abriendo el camino para el surgimiento de otras iniciativas e instituciones que propiciaron cambios muy relevantes en Chile. Una de ellas fue la creación de una academia de dibujo, primera en su género: la Academia de San Luis, que mantuvo elementos formativos de las academias del Renacimiento -como la relación entre las artes y las ciencias-, pero que también puso el énfasis en la utilidad: elemento tan característico de la cultura ilustrada. En la puesta en marcha de esa institución fue clave el aporte de Manuel de Salas, destacado abogado, educador y hombre público, quien buscó introducir en la enseñanza de esta entidad y después de 1831, junto a Juan Egaña, en el Instituto Nacional, nociones del método científico, matemáticas, geometría y topografía entre otras disciplinas. Fue Manuel de Salas quien incorporó, en sus distintos escritos e iniciativas culturales, la concepción del dibujo como parte de los principios formativos y adelanto material de los pueblos. La disciplina constituyó, por ende, para este prohombre praxis esencial de las bellas artes, en cuanto a que las unificó y las convirtió en una forma particular de intelecto. También quiso poner un radical freno al sistema gremial de las artes vigente en Chile hacia fines del siglo XVIII, no sistematizado, con prácticas poco éticas, que le restaban valor y credibilidad; y llevaban al público a encargar sus obras fuera de Chile o a contratar extranjeros. Manuel de Salas, todo un adelantado de su época y un progresista, realizó un duro diagnóstico y reveló que muchas veces la producción de los objetos artesanales carecía de una formación sólida. Era común que los artesanos y ejecutantes se saltaran las normas del oficio, y eso lo llevó a Salas a sugerir a las autoridades civiles la factibilidad de inspeccionar, de manera rigurosa, a cada uno de los gremios".

-¿De qué manera el patrimonio que usted aborda en el libro ha sido menospreciado por su carácter de elite?

"Esa es una de las motivaciones centrales que me llevaron a publicar este texto. Este patrimonio que abordo se suele calificar como de una élite, obviamente porque las cosas que tuvieron un valor, un significado en la época de la Independencia y la República, muchas veces se asociaron a una elite política o religiosa. En Chile se ha discutido mucho sobre si ese patrimonio es de todo el país o de todo el pueblo, pero estamos ante un malentendido. Desde mi punto de vista, Chile aún no ha logrado asimilar que el objeto patrimonial -si bien perteneció a un personaje- lo trasciende, es un símbolo de un proceso, de ciertas ideas, se vincula a un contexto histórico, a un momento en el cual participaron todos los chilenos; y así adquiere un valor más amplio. En mi libro también me interesó abordar el objeto mismo, con todas sus características, dimensiones y materialidad. Hoy se teoriza mucho. Nuestra historia del arte y la cultura se ha transformado en un debate de ideas, pero el patrimonio es muy concreto. Esta investigación es como un llamado a revalorizar los objetos. Esos objetos son patrimonio, y en la medida que lo son encontramos en ellos nuestra identidad. Ese ha sido un problema crucial de Chile: cada época quiere proponer una identidad distinta, y entonces vamos dejando identidades en el camino. No quiero decirlo, pero ojalá que nuestra identidad actual no se convierta en destrucción. No podemos llegar a eso".

'' El neoclasicismo en nuestro país no fue destructivo, a diferencia de otras naciones como México o Perú, donde sí existió un Barroco muy efervescente".

'' Manuel de Salas fue decisivo en la nueva estética con la puesta de marcha de la Academia San Luis, para el dibujo".

'' Los patriotas simpatizaron con el Neoclásico por la vuelta a los orígenes que acá -a diferencia de Europa donde se vinculó con el mundo greco-latino y egipcio- se relacionó con los pueblos originarios".


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