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El Aragvi fue restaurado por un millonario armenio:

El restaurante emblema de la elegancia soviética reabre sus puertas en Moscú

sábado, 28 de mayo de 2016

TOM PARFITT The Times
Internacional
El Mercurio

MOSCÚ | Inaugurado en la época de Stalin y especializado en comida georgiana, era frecuentado por espías, jerarcas comunistas y actores.



Un restaurante que fue alguna vez un lugar de encuentro para espías, actores e importantes personeros comunistas, volvió a abrir sus puertas en Moscú, la más reciente muestra de una ola de nostalgia por la elegancia soviética (también llamada "soviet chic").

El Aragvi se inauguró en 1938, por iniciativa de Lavrenti Beria, el despiadado jefe de la NKVD, la policía secreta de Joseph Stalin. Durante décadas, su cocina y ambiente georgianos (tierra natal del dictador) fueron considerados lo máximo en estilo y atrajeron a visitantes extranjeros, entre ellos, Richard Burton, John Steinbeck e Yves Montand.

El local, ubicado en la plaza Tverskaya, cayó en decadencia después de la disolución de la Unión Soviética y cerró finalmente en 2003. Gor Nakhapetyan, un banquero inversionista armenio, le dio nueva vida, tras pagar por una restauración que costó cerca de 400 millones de rublos (unos US$ 5,8 millones).

Si bien el diseño se cambió totalmente, hay marcadas alusiones a los días de gloria del lugar. Un comedor está decorado con murales de tractores y fábricas al estilo soviético, con campesinos que cargan el maíz en sus espaldas.

La carta incluye un facsímil del menú original. El famoso plato de la casa de pollo al ajo y salsa nogada era lo más caro que se ofrecía, a dos rublos y 45 kopecks. Ahora cuesta 910 rublos (unos US$ 13,5).

Entre los primeros comensales después de la reinauguración hubo un grupo de físicos nucleares, que celebraron la obtención de sus diplomas hace medio siglo.

"Sí, la nostalgia es parte de la idea, pero es una nostalgia por la juventud, no por la Unión Soviética. Se trata de la amistad entre las personas. Nuestro objetivo son los mayores de 50 años que disfrutan de una buena conversación y reunión, y no están con la mirada puesta en sus celulares durante la comida", dijo Nakhapetyan.

El restaurante, que está en lo que fue un hotel donde alguna vez se alojaron Anton Chejov y Fiódor Dostoyevski, está empapado en historia y anécdotas.

El gerente del Aragvi, Ivan Nikitenkov, muestra orgulloso a los visitantes un balcón desde el cual -se dice- el mismo Beria observaba a los clientes abajo, en la sala principal.

El jefe de la policía secreta, un sádico que violaba a mujeres que secuestraba en las calles de Moscú, reclutó a un chef de una cantina del NKVD como primer administrador del restaurante. Beria, como Stalin, era georgiano y la cocina rica y sabrosa del Cáucaso era considerada como la mejor de la Unión Soviética.

Mijaíl Lyubimov, un ex oficial del KGB de 81 años, contó a The Times que él había llevado a los agentes dobles británicos Kim Philby y George Blake al local en 1974, una década después de que ellos habían desertado a Moscú.

"Mi labor era renovar el trabajo de nuestra estación británica y yo necesitaba algunas consultas", indicó en una entrevista telefónica. "Recuerdo el excelente queso suluguni frito, la boca se me hace agua de solo pensarlo".

"En otra ocasión, uno de mis colegas se emborrachó un poco e invitó a una mujer estadounidense a bailar al Aragvi, pero resultó que ella era una empleada de la embajada de Estados Unidos que estaba bajo vigilancia. Él tuvo muchos problemas para librarse de ese lío", comentó.

Lyubimov, quien había trabajado encubierto como diplomático en Londres y había sido subjefe de espías para Gran Bretaña y Escandinavia, aseguró que muchos empleados en el restaurante eran realmente oficiales del KGB, y para conseguir una mesa se necesitaba dinero o contactos.

Steinbeck visitó el Aragvi en 1947, al final de un viaje por Rusia con el fotógrafo Robert Capa, travesía que narró más tarde en A Russian Journal.

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