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País anfitrión de la Copa América Centenario:

Qué ha cambiado en Estados Unidos que (ahora sí) está entendiendo el fútbol

sábado, 28 de mayo de 2016

Jean Palou Egoaguirre
Internacional
El Mercurio

El peso de la comunidad latina, el entusiasmo de la población más joven y los movimientos de la industria explican su nuevo sitial.



Hincha del modesto Spielvereinigung Greuther Fürth, actualmente en la segunda división de la Bundesliga alemana, el ex secretario de Estado Henry Kissinger -quien nació en Baviera- ha sido uno de los principales impulsores del fútbol en EE.UU., a contracorriente de un país que tradicionalmente reconoce como los big four del deporte al fútbol americano, al básquetbol, al béisbol y al hockey sobre hielo.

"Ninguna nación comunista -con la excepción de Hungría, en 1954- ha llegado a las finales o semifinales de la Copa del Mundo", ha recalcado el diplomático, responsable de haber convencido al mismísimo Pelé de jugar en el New York Cosmos en los años 70, en uno de los primeros, y fallidos, intentos de popularizar el fútbol en el país.

Insistente como pocos, Kissinger ha formado parte de todos los comités que han intentado llevar el Mundial de vuelta a EE.UU. -incluyendo las fallidas apuestas de 2018 y 2022-, y siempre ha entendido el fútbol como la mayor pasión del planeta, pero también como otra expresión de poder de la que su país no puede restarse. "Los equipos nacionales reflejan el carácter nacional", ha dicho, teorizando como un fanático más que la selección estadounidense aún no encuentra su estilo propio.

Pero en eso está.

Tras décadas de total indiferencia ante el soccer , EE.UU. finalmente parece estar entendiendo el gusto global por el fútbol, que tendrá una nueva gran vitrina a partir del próximo viernes con la celebración por primera vez en el país de la Copa América Centenario. El evento pretende confirmar lo que ya insinúan las crecientes cifras de audiencia del fútbol, así como los cambios demográficos de un país cada vez más latino y donde la futbolización está liderada por las nuevas generaciones.

El fenómeno se viene manifestando con fuerza desde el Mundial en Brasil en 2014. Un total de 25,2 millones de estadounidenses vieron el partido de su selección con Portugal, y 29,2 millones sintonizaron la final entre Alemania y Argentina. En comparación, 5,5 millones vieron la final de la Stanley Cup del hockey; 13,5 millones vieron las Series Mundiales del béisbol y 19,9 millones siguieron las finales de la NBA en 2015, ratings que, en todo caso, quedan muy lejos del imbatible Super Bowl del fútbol americano, visto por 111 millones de televidentes.

La racha futbolera volvió a repetirse el año pasado con el equipo femenino, que salió campeón del mundo -ya por segunda vez- en un partido contra Japón que fue visto por un récord de 26,7 millones de espectadores. Esa Copa demostró también el creciente atractivo comercial del fútbol, luego que la cadena Fox ganara US$ 40 millones en publicidad, frente a los US$ 6 millones que hizo ESPN en el mismo torneo en 2011, y se sumaran patrocinadores como Visa, Nike o Pepsi a la nueva moda.

Las grandes televisoras también tomaron nota: los derechos televisivos de las copas del Mundo de 2018 y 2022 fueron comprados por Fox y Telemundo por un récord de US$ 1.100 millones, más que cualquier otro país del globo y un 147% más que en 2010 y 2014.

Los fanáticos estadounidenses, por otra parte, se han convertido en ávidos seguidores de la Premier League inglesa, vista por un promedio de 425.000 espectadores a través de NBC (que pagó US$ 80 millones por los derechos), así como de la Champions League, cuya pasada final entre Barcelona y Juventus fue vista por 2,2 millones.

Pero no se trata solo de grandes eventos. La Mayor League Soccer, la principal liga profesional local -heredera de aquella que quebró en 1986-, ha ido expandiéndose desde los 10 equipos que tenía en 1996 a los 20 que tiene hoy, y pretende llegar a los 24 clubes hacia 2020. Equipos europeos, como el Manchester City, han visto el potencial y han abierto filiales en la MLS.

Y mientras sigue sumando a las escuadras nombres de futbolistas bombásticos -tras la operación de márketing de David Beckham llegaron Henry, Raúl, Kaká y un largo etcétera de estrellas-, el soccer estadounidense también está atrayendo gente a los estadios: la pasada temporada los partidos tuvieron una asistencia promedio de 21.023 personas -ya desde 2011 llevan más público que la NBA (basquetbol) o el NHL (hockey)-, lo que la convierte en la octava liga con más público a nivel mundial, por sobre la de Argentina y Brasil. El club más popular, el Seattle Sounders FC, convoca a 40.235 hinchas cada jornada, más de lo que llevan equipos grandes como el Liverpool inglés o (no está de más aclarar) cualquier club chileno.

Sabor latino

Este boom del fútbol en EE.UU. no se entiende sin mirar el creciente peso de la comunidad latina, que se espera se triplique hacia 2050 para convertirse en un tercio de la población estadounidense. Según una encuesta de YouGov, el 56% de los hispanos dice seguir el fútbol normalmente y el 26% asegura que es su deporte favorito, seguido por el fútbol americano (22%), que continúa encabezando por lejos las encuestas de popularidad entre toda la población.

Otro factor que influye en la creciente futbolización de EE.UU. tiene que ver con los jóvenes. El país tiene 3,9 millones de jóvenes registrados para jugar en ligas -más de un millón más que en las de béisbol-, mientras que, según una encuesta de ESPN, el fútbol ya es el segundo deporte más popular (tras el fútbol americano) entre los chicos de 12 a 17 años. Es tal la penetración del fútbol en los colegios que incluso existe un término, las soccer mom , para referirse a las madres que acompañan a sus hijos futboleros.

Ya se podría decir que el fútbol en EE.UU. es un "deporte de jóvenes": mientras la edad promedio de los fanáticos del fútbol americano es 46 y los del béisbol es 53, quienes siguen el fútbol tienen 37 años.

La nueva futbolmanía, por supuesto, también tiene muchos retractores, desde los que no le gustan las reglas (¿Por qué no hay más entretiempos? ¿Por qué hay tan pocos puntos? ¡¿Cómo puede ser que termine en empate?!), hasta aquellos que consideran el fútbol como un deporte importado, ajeno a la american way of life y que desafía el "excepcionalismo" estadounidense.

Entre estos últimos está la controvertida comentarista conservadora Ann Coulter, quien en el Mundial aseguró que el creciente interés en el fútbol es "señal de la decadencia moral de la nación", criticó el deporte por "disipar la responsabilidad" y lo comparó con "el sistema métrico, que los liberales también adoran porque es europeo". La crítica no es nueva: ya en los 90 el precandidato presidencial republicano Jack Kemp apuntó a que el "fútbol americano es democrático y capitalista, mientras el soccer es socialista europeo", contradiciendo el dato duro de Kissinger sobre los finalistas de los mundiales.

Pero, a su pesar, se trataría de un proceso irreversible. "Lo tradicional era que EE.UU. exportara su cultura al mundo a través de las películas de Hollywood, Baywatch y McDonalds", comentó Franklin Foer, autor de "How soccer explains the world". "Pero cuanto se trata de deportes, EE.UU. tiene sus propios trajes y culturas, desarrolladas en aislamiento del resto del mundo. Jugábamos béisbol y una versión peculiar propia del fútbol. Esos juegos eran parte del tejido de la vida estadounidense, un vehículo para la transmisión de valores y herencias a través de las generaciones. Todo eso se ha visto amenazado por la llegada del fútbol (...) Estamos presenciando la globalización de EE.UU., incluso si es a costa de nuestros pasatiempos nacionales".

Para Foer, al igual que Kissinger, es cosa de tiempo para que EE.UU. tome mayor poderío en el fútbol, aunque todavía no se vislumbra un Messi o un Ronaldo: "EE.UU. está a punto de tomar su lugar en la comunidad global del fútbol. La única pregunta es: ¿está el mundo listo?".

Un partido amistoso entre el Manchester United y el Real Madrid en 2014 obtuvo el récord de público en EE.UU: 109.318 espectadores.

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